viernes, 3 de octubre de 2014

EL PRIMER FRANQUISMO: FASCISMO O DICTADURA REACCIONARIA.

ÍNDICE:

1.- INTRODUCCIÓN.
2.-¿QUÉ ES EL FASCISMO?
3.- CONTEXTO EN EL QUE SURGE EL FASCISMO.
4.- LA NATURALEZA DEL PRIMER FRANQUISMO.
5.- EL FRANQUISMO DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL.
BIBLIOGRAFÍA.


1.-INTRODUCCIÓN.

La naturaleza del franquismo va a venir marcada desde su origen por las distintas familias que apoyaron el levantamiento militar aunque conservando, eso sí, el carácter militar de quienes le llevaron a cabo.

Sería el General Francisco Franco, el que se encargaría de arbitrar entre las distintas derechas que aglutinaba la dictadura, siempre con los militares en situación privilegiada. En un primer momento, va a ser el falangismo el que va a influir de forma importante en el régimen gracias al predominio del nazismo y el fascismo en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial y a la decisiva ayuda recibida por ellos durante la Guerra Civil. El régimen cambiaría su imagen externa, escondiendo la parte más dura del falangismo cuando termine la guerra y la victoria sea para los aliados y las democracias occidentales contra el fascismo. Ahora se intentaría dar una imagen católica del régimen y mostrar sus aspectos anticomunistas ya que rápidamente se impondrá la Guerra Fría contra el antiguo aliado Stalin y la URSS.

La relación con los monárquicos fue más complicada, tanto con los carlistas que no se adaptaron bien al régimen como con los alfonsinos a los que Franco no permitió desordenes aunque desde el principio comenzaron con las intrigas, llegando en 1943 a firmar ocho generales en una carta colectiva una petición de restauración de la Monarquía. El pretendiente al trono, Juan de Borbón, denunciaba al régimen que el mismo y sus seguidores habían contribuido a implantar mientras que Franco nunca tuvo en mente proclamar la Monarquía, al menos, mientras el viviese ya que lo que si hizo fue, tras una entrevista con Don Juan, permitir que Juan Carlos, su hijo, se formase en España ofreciendo una posible monarquía no muy definida, siendo en 1947 con la Ley de Sucesión en la que Franco decidía quien sería el heredero al trono. Finalmente, en julio de 1969, Franco designa al heredero Juan Carlos, saltándose el orden sucesorio.

La relación con la Iglesia Católica también está en el origen de la sublevación militar y continuará hasta prácticamente el final del régimen. Fue responsable de la legitimación de la dictadura y de ofrecerle  una cara más amable en el exterior y no faltaron nunca las reticencias hacia el régimen.

Por último, el pragmatismo empresarial característico de la burguesía, también se vería favorecido, especialmente a partir de 1959 y la entrada en el gobierno de varios ministros procedentes del Opus Dei.

Las distintas familias que integraban el régimen luchaban entre sí para conseguir mayores cotas de poder y tuvieron su momento, siempre atendiendo a las necesidades del poder y bajo el arbitrio y la autoridad de Franco.

Los cauces de participación estaban limitados a las familias que sostenían la dictadura y de las que he hablado en este trabajo.

Dependiendo del momento político tanto interno, como sobre todo internacional y teniendo en cuenta las luchas fraticidas entre las facciones rivales e incluso entre personajes destacados e influyentes, sería Franco como única voluntad, quien se encargaría de arbitrar y mediar entre todos ellos y poner y quitar en los puestos influyentes y de poder a los miembros de cada una de esas familias y especialmente y con carácter dominante sobre todos los demás a los militares.

En cualquier caso, el verdadero aglutinador de las derechas españolas había sido el ejército y éste a través del general Franco iba a ser quien mediase entre unas derechas con intereses distintos y en muchos casos enfrentados, así como a las distintas personalidades que ocuparon los puestos de máximo poder.

Ya desde la preparación del alzamiento habían sido descartados en los planes todas las fuerzas civiles. El golpe sería exclusivamente militar y llevado a cabo por militares africanistas rebeldes, leales a la causa.

De esta forma, Franco se encargaría durante toda la dictadura de rodearse de consejeros, ministros, etc., de extracción militar, así como otros puestos de responsabilidad.

La definitiva derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial supuso la emergencia de la derecha democrática en Europa y fue un momento en el que se percibió que esa victoria haría caer al régimen franquista que tuvo que evolucionar y desentenderse de todas las características que le unían al fascismo. De esa forma, tras la derrota del Eje, Franco debió intentar acercarse a las democracias occidentales a través de la Iglesia Católica y de su anticomunismo. De todas formas, el aislamiento internacional a que se vio forzado el régimen no se hizo esperar, impidiendo su acceso a la ONU, con la frontera de Francia cerrada y con numerosos diplomáticos que abandonan sus embajadas. No sería hasta 1952, cuando la nueva situación de Guerra Fría y el conocido anticomunismo del régimen lo que le haría ir recuperando una apertura y aceptación internacional, especialmente por parte de Gran Bretaña y EEUU y sobre todo a partir del Concordato de 1953.


2.-¿QUÉ ES EL FASCISMO?

El primer problema que encontramos al abordar el estudio de este tema es la cuestión de la definición, pues creó problemas ya a los fundadores del fascismo italiano desde un principio, ya que  “no elaboraron un conjunto codificado oficial de doctrinas sino que fueron naciendo con el tiempo, unos años después de la llegada de Mussolini al poder, e incluso entonces sólo en parte”. Hobsbawm señala que “la teoría no era el punto fuerte de unos movimientos que predicaban la insuficiencia de la razón y del racionalismo y la superioridad del instinto y la voluntad”. Sin embargo, Sternhell da una visión totalmente diferente, y plantea que “el fascismo, antes de convertirse en fuerza política, fue un fenómeno cultural (...) En el desarrollo del fascismo, su marco conceptual tiene un rol de especial importancia. No cabe duda de que la cristalización ideológica precedió a la acumulación de poder político y fue la que estableció las bases para la acción política”. Vemos así que el debate entre los historiadores es completo ya desde el primer planteamiento.

Podemos establecer un segundo marco de debate en torno a qué debemos englobar en el calificativo “fascismo”. En singular, es el nombre que se dará a un régimen, el encabezado por Mussolini, que imperó en Italia entre las dos guerras mundiales. Sin embargo, el mismo término, en plural (“fascismos”), ha adquirido un uso muy extenso, y también cargado de problemas, entre los que se puede plantear como primero el que muchos especialistas rechazan que se pueda emplear este plural, ya que sólo ha existido un fascismo, el italiano; mientras que para otros, por el contrario, el término “fascismos” sirve para caracterizar a un conjunto de regímenes que tienen rasgos comunes significativos, pero también notables diferencias. No obstante, es posible que tenga más razón Carlos Taibo, quien señala que “el hecho de que se hayan manifestado interpretaciones tan distintas, antes que reflejar la complejidad del fenómeno, lo que remite es a una enorme diversidad en los enfoques ideológicos”. Se puede decir que el fascismo italiano fue seguido por imitaciones y paralelismos o por movimientos análogos en otros países europeos, comenzando por la Alemania nazi. La cuestión es probablemente cronológica: el nazismo fue (según la mayoría de autores) la más clara manifestación del régimen político que calificamos de fascista, si bien fue vital que el movimiento mussoliniano llegase al poder más de un decenio antes que el nacionalsocialismo y procediese, en paralelo, a la primera elaboración teórica al respecto, como ya ha quedado señalado. En el sentido contrario, como afirma Hobsbawm, “de no haber mediado el triunfo de Hitler en Alemania en los primeros meses de 1933, el fascismo no se habría convertido en un movimiento general. De hecho, salvo el italiano, todos los movimientos fascistas de cierta importancia se establecieron después de la subida de Hitler al poder”.

Con todo, este no es el único problema que se plantea al analizar un tema tan complejo. Otro punto clave hace referencia a la dimensión lingüística, ya que la palabra fascismo no aporta ninguna idea relativa a su sentido político. En palabras de Stanley Payne: “Es probable que el término “fascismo” sea el más vago de los términos políticos contemporáneos. Quizá se deba a que la palabra en sí no contiene ninguna referencia política implícita, por vaga que sea, como las que contienen los términos democracia, liberalismo, socialismo y comunismo. El decir que el fascio italiano significa (...) un “haz”, o una “unión”, no nos dice mucho”.

Otro problema es de cariz histórico. El fascismo es fruto de la Primera Guerra Mundial. Antes de 1919 no existía un partido fascista ni una doctrina fascista como tales (ya hemos visto que la postura de Zeev Sternhell es diferente. Esto llevará, en palabras de Linz (recogidas por Payne) a que como “últimos llegados”, los movimientos nacionalistas radicales de la primera posguerra mundial a los que llamamos fascistas debían abrirse un espacio político e ideológico nuevo, por lo que su hostilidad hacia todas las grandes corrientes establecidas fue excepcional.

Junto a ello, necesitó alianzas políticas tácticas para llegar al poder, lo que complica aún más el tema, al mezclarse con otros grupos de la derecha autoritaria y conservadora y asimilar parte de su bagaje ideológico. Además, el período de manifestación de los regímenes que se suelen calificar de fascistas fue muy breve, y en muchos casos no llegó a una plasmación definitiva, lo que nos lleva a tener que expresar buena parte de los marcos de referencia desde una construcción o abstracción teórica.

Pese a todo lo visto, es obvio, como señala Payne, que “si se ha de estudiar el fascismo, primero hay que identificarlo, y es dudoso que pueda hacerse en ausencia de algún tipo de definición de trabajo (...) [que] debe derivarse de un estudio empírico de los movimientos europeos de entreguerras”. Para él esta definición debería englobar lo que todos los movimientos fascistas tenían en común, sin tratar de describir las características exclusivas de los diferentes fascismos. Con todo, también advierte que esta definición debería ser usada con cautela, ya que los aspectos en los que difieren los distintos movimientos fascistas son tantos como los que tienen en común. Señala que un primer intento de hacer esta clasificación fue el de Ernst Nolte, quien en 1968 establecía un “mínimo fascista” de seis puntos, que expresaba como: “antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, principio de caudillaje, un ejército de partido, objetivo de totalitarismo”.

Para Payne, Nolte establece correctamente las negaciones fascistas, pero en relación a las otras tres características, son aplicables al nacionalsocialismo alemán, pero no al resto.

Payne pretende dar una tipología que sirva para todos los movimientos fascistas de entreguerras, para lo cual considera indispensable identificar: las negaciones fascistas, los puntos comunes en materia de ideología y objetivos, y las características comunes (especiales) de estilo y organización, si bien el propio autor matiza que “se sugiere únicamente como un mecanismo analítico de alcance limitado para una definición comparada. No aspira a establecer una categoría rígidamente calificada, sino una definición flexible de espectro amplio que sirva para identificar varios movimientos supuestamente fascistas, y al mismo tiempo para separarlos de otros tipos de movimientos revolucionarios o nacionalistas. Así, cabría entender que cada movimiento poseía además otras creencias, características y objetivos que consideraba muy importantes y que no contradecían las características comunes, sino que sencillamente se añadían a éstas o iban más allá que ellas”. Vemos también que Payne considera, frente a Hobsbawm, el fascismo como revolucionario.

Antes de entrar a valorar los elementos constitutivos del fascismo, debemos introducir otro marco de debate fundamental: si el fascismo fue totalitario, como defienden algunos, o bien autoritario. Por ejemplo, Raúl Morodo dice que el fascismo, “en un sentido concreto, históricamente, fue una doctrina político-social nacionalista, que surge en Italia en la primera posguerra mundial, como movimiento partidista organizado para-militarmente, anti-liberal y anti-socialista, que llegará a estructurarse como sistema político totalitario. Nace y se desarrolla, así, en la Italia de los años veinte, con Mussolini como fundador y animador de este Estado Nuevo, en donde la concepción totalitaria (es decir, estatista, anti-pluralista política y social) se plasma orgánicamente”.

Por el contrario, para Stanley Payne, “no parece justificado especificar el objetivo del pleno totalitarismo (...) pues, al revés que el leninismo, los movimientos fascistas nunca proyectaron una teoría del Estado con una centralización y una burocratización suficientes para hacer posible un totalitarismo absoluto”.

Quizá, con todo, sea el punto intermedio el que más se acerque a la realidad. Podemos partir de la base de que en todo movimiento fascista hubo al menos una “pretensión totalitaria” (el “objetivo totalitario” de Nolte), si bien sólo puede ser considerado como totalitario el nazismo alemán (y posiblemente Italia a partir de 1936/38), quedándose el resto en la “pretensión”. La idea es clara en la propia definición que Mussolini dio en la entrada “fascismo” de la Enciclopedia italiana de 1932 “La concepción fascista del Estado lo abarca todo; fuera de ella no pueden existir valores humanos o espirituales, ni mucho menos podrían tener valor... Entendido esto, el fascismo es totalitario, y el Estado fascista (una síntesis y una unidad que incluye todos los valores) interpreta, desarrolla y potencia toda la vida de un pueblo”. También se puede ver en los primeros momentos del franquismo, cuando se planteó desde el propio régimen que era un Régimen totalitario, si bien pronto hubo que abandonar esa concepción, curiosamente, para Javier Tusell, no habría fascismo en España, ni intención alguna de llegar a implantarlo.



3.- CONTEXTO EN EL QUE SURGE EL FASCISMO

Malraux definió al período de entreguerras como el “tiempo del menosprecio”. En este periodo se da el caldo de cultivo para el ascenso al poder de los fascismos. Lo fundamental es quizá que, tanto en el período de entreguerras como hoy día, “el hombre vive un período de cambios continuos: sociales, políticos, industriales, tecnológicos... Los cambios provocan incertidumbre, inseguridad y miedo (...), los cuales dan pie al  “fortalecimiento de la alteridad, el odio al otro”.



Es obvio que un eje primordial de los años veinte y treinta es el de la incertidumbre social y económica, marcada primero por la posguerra y la reconstrucción de Europa, y agravada después, cuando se inicia la recuperación, por el crack del 29 y la Gran Depresión posterior, que se extiende a Europa. En los años 20’ surgirá el fascismo italiano, y en los años 30’, el resto de fascismos, incluido el falangismo español y entre los que cobra un papel de especial relevancia el nazismo alemán.

Por tanto, el caldo de cultivo de los fascismos vendrá de una época de recesión económica, que se plasmaba en un paro creciente, en el malestar social y en el descrédito de las instituciones de la democracia liberal y los partidos políticos. Además, había una gran diferencia social entre clases y un estado de pobreza generalizado, lo que suponía un marco privilegiado para la radicalización de las posturas políticas. Junto a ello hay que situar la existencia de naciones que se sienten humilladas por la guerra, y que generan sentimientos de venganza, marcando en “el otro” la culpa. La última referencia en este marco es la existencia de minorías étnicas o religiosas importantes en estos países, lo que también provocará el sentimiento nacionalista excluyente, al culpar “al otro” de todos los males del país, también en este sentido. Podemos verlo en palabras de Manuel Florentín, quien dice que en esta época de entreguerras el “odio al otro” se plasmó básicamente en varios niveles:

- “lucha de clases”, que enfrentaba a obreros y empresarios.
- guerra de las clases medias contra el gran capital, tanto nacional como internacional, que las condenaba a la proletarización.
- pugna entre los sectores tradicionales y los movimientos revolucionarios (comunismo y anarquismo), vistos como defensores de una ideología “bárbara”, “asiática” y “subversiva” que pretendía acabar con el modo de vida occidental
- pugna entre las naciones beneficiadas y las desfavorecidas por el Tratado de Versalles y el resto de tratados de la Paz de París que pone fin a la Primera Guerra Mundial
- pugna entre los pueblos que contaban con minorías étnicas entre su población, principalmente judíos y gitanos, por la vigencia de las tesis del racismo biológico que, trasladado a la política, sirvió para legitimar la pretendida superioridad de unos hombres sobre otros.

Es evidente que estos factores cumplen un papel determinante para el ascenso de los regímenes que hemos calificado de fascistas. La crisis económica motiva problemas sociales, y con ello inseguridad. Tiene así un papel fundamental en todos los movimientos que plantean alternativas de “orden”, incluso a costa de la restricción de la “libertad” y los “derechos”, ya que en épocas de esplendor es difícil que cuajen este tipo de discursos. También es evidente que el fascismo alcanza su esplendor en dos países que se han visto perjudicados por la Paz de París: Italia (no consigue sus reivindicaciones territoriales, y se considera marginada en la victoria) y Alemania (con todo lo que se le impuso en Versalles, que fue además considerado como una “puñalada por la espalda” de los políticos por los sectores militares y afines). El marco de la democracia liberal va a ser visto como incapaz de hacer salir adelante a las sociedades, en el marco de este ámbito social nuevo, en el que los individuos pierden sus referentes, por lo que son fácilmente aglutinados en los discursos ultranacionalistas que culpan al “otro” de los males propios.

No toda la extrema derecha es fascista. Sin embargo, en los años 20’ y 30’ del siglo XX surgen los fascismos, con lo que algunos partidos de la derecha radical y tradicional (y sobre todo sus secciones juveniles) sufren un proceso de “fascistización”, quizá porque el fascismo planteaba una mayor adaptación a la sociedad cambiante, además de un marco revolucionario, que servirá de atractivo para amplios sectores de las desencantadas sociedades. El culto a la virilidad y a la violencia, a las grandes exhibiciones públicas de fuerza (marcha sobre Roma como ejemplo principal y fundamental), al encuadramiento en un grupo que comparte toda una serie de ideales, y donde se manifiesta la camaradería (que se había vivido en la guerra, pero no luego), etc., serán referente esencial para multitud de jóvenes y de ex-combatientes, desencantados y/o temerosos de la nueva sociedad.

La aparición del fascismo en Europa en el período de entreguerras supone una de las experiencias más dramáticas de la historia europea contemporánea. Temporalmente, está limitado a este período, aunque las bases ideológicas del fascismo no han muerto todavía, como podemos ver en la actualidad con el resurgimiento de movimientos neofascistas y de ultraderecha. Otro problema vendría definido por la falta de acuerdo en designar que es y que no es fascismo. Para los historiadores sería un desarrollo histórico delimitado a la Europa de entreguerras,  mientras que para sociólogos se incluirían todos los movimientos antidemocráticos de derechas, cuyo objetivo es la creación de un Estado nacional-autoritario (o totalitario) de partido único.

En ese periodo de entreguerras es cuando se van a producir cambios y éstos inevitablemente siempre generan incertidumbre, inseguridad y miedo, lo que a su vez provoca la reacción de los que antes se sentían tranquilos.

Lo primero que hay que tener en cuenta es la dramática guerra de la que acaba de salir Europa, la incertidumbre social y económica del momento y la posguerra. En algunos países con la reconstrucción y la democracia vinieron años de prosperidad, mientras que para otros, los perdedores, eran tiempos de humillación. Tras esta recuperación vendrá una de las crisis más dramáticas del liberalismo, el crack del 29 y la Gran Depresión posterior, que se extiende a Europa. El primero en surgir será el fascismo italiano, en los años 20 y justo después de la crisis del 29, en los años 30, el resto de fascismos, entre los que destaca por su  relevancia el nazismo alemán.

Como decía, los fascismos se extendían casi a la vez que las ideas marxistas, debido a la gran recesión económica, el gigantesco aumento del desempleo y el malestar social por la gran diferencia social entre clases y la miseria generalizada que provocaban el descrédito de las democracias liberales burguesas y de los principales partidos políticos.

No toda la extrema derecha es fascista pero en el periodo de entreguerras muchos partidos de la derecha radical y tradicional se “fascistizan” para crear un bloque común contra el liberalismo y contra el comunismo. Se planteaba como algo novedoso, revolucionario que arengaba a los jóvenes a la lucha, enaltecía la virilidad y la mezclaba con la violencia a la vez que despertaba los sentimientos de camaradería entre sus miembros.

De todos modos, desde el punto de vista histórico, el fascismo es fruto de la Primera Guerra Mundial y no puede extrapolarse ni en tiempo ni en espacio. Se trata de una ideología nueva que aglutina distintas posturas de la derecha pero que no tiene una doctrina clara sino que irá formándose según evoluciona en el tiempo.

En España, las ideas fascistas van a entrar de una forma algo distinta al resto del continente, bastante mezcladas con el tradicionalismo y el conservadurismo. La dictadura de Primo de Rivera aún con ser coetánea de la época de Mussolini y el desarrollo del fascismo italiano, no puede denominarse plenamente fascista ya que aunque tiene un fuerte carácter autoritario e intención de organización obrera al mismo tiempo que una participación del Estado en todos los factores de la vida de la nación y un fuerte patriotismo, sin embargo no aparecen los rasgos de racismo y además tiene un fuerte carácter aristocrático, tradicionalista y católico. Tampoco sería el Partido Nacionalista Español de Albiñana el origen del fascismo español.

Los principios intelectuales han sido buscados en el maurismo y en el pensamiento político de Joaquín Costa, Ortega y Gasset y Eugenio D’ors, sin embargo, la aparición del fascismo vendría después de distintas fusiones entre partidos durante el periodo republicano, desde 1931 hasta 1934. Sería Ledesma Ramos que habría sido influido intelectualmente por Nietzsche, Maurras, Ortega y Unamuno el autor y creador del manifiesto y grupo “La conquista del estado” hasta su dispersión y aparición en octubre de 1931 de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS).

Al mismo tiempo, Falange Española se había formado en torno a la figura de José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador y que comenzó su vida política en círculos monárquicos y cuyo partido estaría plagado de miembros de la alta burguesía y aristocracia madrileña y andaluza lo que llevaría a Ledesma Ramos con un partido repleto de gentes de las clases medias a rechazar la unión con Falange Española reiteradamente hasta que en febrero de 1934 el Consejo Nacional de las JONS acordó la fusión aunque durante un tiempo fue más bien una fusión ecléctica hasta la expulsión definitiva de Ledesma en enero de 1935.


4.-LA NATURALEZA DEL PRIMER FRANQUISMO.

Según Linz, el franquismo fue un régimen autoritario, alejado de las democracias, pero también distinto de los totalitarismos. No tenía una ideología elaborada y discutida, aunque si una mentalidad característica. Aunque era un sistema de partido único, es distinto al de los totalitarismos.

Para Tusell el régimen franquista es una dictadura no totalitaria. No puede ser calificado como régimen fascista (aunque tampoco considera como tal al fascismo italiano). El franquismo ha de entenderse como el nacimiento de una mentalidad característica, como consecuencia de su victoria en la guerra civil.

Además se caracteriza por la ruptura radical con el pasado inmediato, resistiéndose a la institucionalización en formas jurídicas y constitucionales. Ofrecerá un gran pragmatismo y voluntad de pervivencia.

Tendrá un pluralismo muy limitado. Como resultado de la guerra civil va a tener un componente militar y católico fundamental y aunque es un régimen de partido único, éste no ocupará la totalidad del espacio político.

El franquismo ejercerá una durísima represión inicial (en la misma línea de violencia que había seguido desde el alzamiento), sin embargo, su carácter no totalitario y la influencia externa, harán que con el tiempo se amplíe la tolerancia, una vez liquidada la oposición durante los años cuarenta.

Según Fontana, hay que fijarse en los inicios del franquismo, para ver cuáles eran sus verdaderos objetivos, aunque la posterior evolución con la necesidad de negociar con los vencedores en la II Guerra Mundial obligarán a una "desfastización".

Para Stanley Payne, la mayoría de los cambios no significan modificaciones sustanciales sino aspectos puramente formales. El fracaso del autarquismo será lo que produzca el viraje y permitirá a España unirse al ciclo de crecimiento económico mundial.

Según la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Europa y el Parlamento europeo, el régimen de Franco, sería un sistema fascista, organizado e implantado en gran medida por la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista.

La naturaleza del franquismo va a venir marcada desde su origen por las distintas familias que apoyaron el levantamiento militar aunque conservando, eso sí, el carácter militar de quienes le llevaron a cabo.

Sería el General Francisco Franco, el que se encargaría de arbitrar entre las distintas derechas que aglutinaba la dictadura, siempre con los militares en situación privilegiada. En un primer momento, va a ser el falangismo el que va a influir de forma importante en el régimen gracias al predominio del nazismo y el fascismo en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial y a la decisiva ayuda recibida por ellos durante la Guerra Civil. El régimen cambiaría su imagen externa, escondiendo la parte más dura del falangismo cuando termine la guerra y la victoria sea para los aliados y las democracias occidentales contra el fascismo. Ahora se intentaría dar una imagen católica del régimen y mostrar sus aspectos anticomunistas ya que rápidamente se impondrá la Guerra Fría contra el antiguo aliado Stalin y la URSS.

La relación con los monárquicos fue más complicada, tanto con los carlistas que no se adaptaron bien al régimen como con los alfonsinos a los que Franco no permitió desordenes aunque desde el principio comenzaron con las intrigas, llegando en 1943 a firmar ocho generales en una carta colectiva una petición de restauración de la Monarquía. El pretendiente al trono, Juan de Borbón, denunciaba al régimen que el mismo y sus seguidores habían contribuido a implantar mientras que Franco nunca tuvo en mente proclamar la Monarquía, al menos, mientras el viviese ya que lo que si hizo fue, tras una entrevista con Don Juan, permitir que Juan Carlos, su hijo, se formase en España ofreciendo una posible monarquía no muy definida, siendo en 1947 con la Ley de Sucesión en la que Franco decidía quien sería el heredero al trono. Finalmente, en julio de 1969, Franco designa al heredero Juan Carlos, saltándose el orden sucesorio.

La relación con la Iglesia Católica también está en el origen de la sublevación militar y continuará hasta prácticamente el final del régimen. Fue responsable de la legitimación de la dictadura y de ofrecerle  una cara más amable en el exterior y no faltaron nunca las reticencias hacia el régimen.
Por último, el pragmatismo empresarial característico de la burguesía, también se vería favorecido, especialmente a partir de 1959 y la entrada en el gobierno de varios ministros procedentes del Opus Dei.

Las distintas familias que integraban el régimen luchaban entre sí para conseguir mayores cotas de poder y tuvieron su momento, siempre atendiendo a las necesidades del poder y bajo el arbitrio y la autoridad de Franco.

El régimen franquista no nació con una ideología definida sino con un conjunto de ideas de todas las derechas. No se trataba de llegar al poder como partido único que dominara el Estado. Como sabemos, fue el ejército, o una parte muy definida de éste, el que tomará el control y será responsable del alzamiento.

Los acontecimientos internacionales que siguieron a la derrota del Eje y la caída de los fascismos en Europa hicieron imposible la revolución falangista aunque en un primer momento pareciese posible, gracias a las victorias iniciales de las potencias centrales en los primeros años de la guerra.

En esos años fue autorizado como partido único FET de las JONS, (Movimiento Nacional), Serrano Súñer dominaría la política y los aspectos más patentes del falangismos serían muy visibles.

Sin embargo, siguiendo los acontecimientos de la guerra y las luchas internas entre facciones rivales, Serrano Súñer sería sustituido en el Ministerio de Gobernación, el régimen cambiaría su postura de “no beligerante” a neutral y se comenzó a ofrecer la imagen de un país no fascista, con la Iglesia Católica como principal legitimadora a nivel internacional.

Se inicia así un proceso de desfalangización y maquillaje del régimen. Falange había perdido ya su supuesto carácter revolucionario, con la mayoría de sus cuadros de mando integrados en el Estado y habiendo pasado su momento en favor de la Iglesia y la Asociación Católica Nacional de Propagandistas.
Un nuevo giro radical iba a dar el gobierno a partir del Plan de Estabilización en 1959 que supondría también el ascenso del Opus Dei o tecnócratas que aglutinaban bien los ideales del Iglesia con el pragmatismo capitalista de la burguesía. Este sería el momento, durante los años sesenta, en el que se descompone la sociedad ruralizada, el éxodo rural, la industrialización y la terciarización de la sociedad.

También va a ser el primer momento, justo cuando los monárquicos, falangistas, Iglesia Católica y amplios sectores de la sociedad pertenecientes a los vencedores en la guerra civil van a cuestionar muchos de los aspectos del régimen, a la vez que la sociedad comienza a modernizarse y la Universidad choca frontalmente con el ideario del régimen. Por primera vez, de la mano de Fernández de la Mora se le va a dar una argumentación y un ideario, sin plantearse tan siquiera su legitimidad pero aseverando su eficacia y la superioridad del régimen con respecto al resto de sistemas políticos posibles. Políticos como Fraga van a admirar el sistema británico y se van a llevar a cabo algunas reformas aperturistas.

5.- EL FRANQUISMO DURANTE LA II GUERRA MUNDIAL.



La tentación fascista vino como consecuencia de la victoria de las tropas rebeldes que llevaron a cabo el alzamiento nacional y provocaron la Guerra Civil Española con la ayuda humana, material y económica del nazismo alemán y el fascismo italiano, además de un deseo desmesurado y muy poco realista de expansionismo exterior para dar una imagen de imperialismo que no se correspondía con la miseria que asolaba el país.

El estado autoritario nacido como consecuencia del alzamiento y victoria militar va a cortar con la trayectoria de estado democrático representado en el régimen republicano, basado en el sufragio universal y el pluralismo político.

Desde el final de la guerra civil hasta el verano de 1940 la tendencia será hacia la homologación con el Eje. España hizo pública su adhesión al Tratado anti-komintern y el abandono de la Sociedad de Naciones. El protagonista fue Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y Presidente de la Junta Política. El programa de fascistización de Serrano Súñer llevó al conflicto con los monárquicos.

Impulsó un programa de fascistización basado en el poder de Franco:

-Aprobación del los Estatutos de F.E, lo que daba una estructura legal al partido muy parecida al de los fascistas.
-El Consejo Nacional del Movimiento siguió siendo plural y el Instituto de Estudios Políticos un "vivero intelectual falangista"
-El SEU revolucionario.
-El Frente de Juventudes, creado en diciembre de 1940.
-La sección femenina.

De todos modos las fascistización del régimen sólo podría haberse llevado a cabo en caso de haber intervenido en la II Guerra Mundial, lo que era temido como suicida por los militares, en contra del nacionalismo exacerbado del partido, lo que llevó finalmente a la crisis más grave de todo el franquismo.

Franco, por recomendación de Serrano realizó en 1941 el primer cambio de gobierno, otorgando mayor representación en el gobierno a los falangistas. Éstos no tendrían nunca un papel tan importante, aunque sus disputas con los militares llevaron a fuertes recriminaciones. Finalmente en agosto, un grupo de falangistas lanzaron bombas de mano a la salida de un acto religioso donde se encontraba el general Varela. Este acto provocó un nuevo cambio de gobierno, en el que sería sustituido hasta Serrano y sería a partir de ahora cuando Franco de forma arbitraria jugará con el papel político de las distintas familias políticas del régimen.

Con el desembarco aliado en el noroeste de África, el 8 de noviembre de 1942, la guerra se acercaba a nuestras fronteras. Los alemanes inmediatamente ocuparon el régimen de Vichi en el sur de Francia. Roosevelt aseguró a Franco que el desembarco no estaba dirigido a España. Mientras tanto, Jordana reconducía la diplomacia española de forma más autónoma. Carrero Blanco reforzaría esa nueva actitud, declarando que Alemania podía acabar perdiendo la guerra. Este cambio, producido por razones externas provocará una mayor presión de los monárquicos en el interior. Juan de Borbón había apoyado al Eje al principio de la guerra e incluso se negoció con Alemania su apoyo para la restauración monárquica en España. Sin embargo, el giro de Juan hacia la monarquía constitucional parece tener que ver con los progresos de las potencias democráticas. En este momento, un grupo de siete de los doce tenientes generales existentes pidieron la dimisión a Franco en una carta escrita y firmada por ellos. En 1943, Franco ascendería a Yagüe y a Monasterio para desequilibrar la balanza a su favor.

Según avanzaba la guerra, a la altura de 1943 la presión de los aliados aumentó y se dejaba notar de forma significativa. EEUU redujo drásticamente las importaciones españolas de petróleo, viéndose obligado el dictador a anunciar el fin de la postura de "no-beligerancia" y a adoptar una política real de "neutralidad vigilante". De todos modos, la política económica contra España siguió endureciéndose en 1944, obligando a Franco a reservar casi todo el wolframio español a los aliados y expulsando a los agentes de información alemana, a cambio del petróleo.

Finalmente, la invasión de Francia por parte de los aliados, convenció a Franco de que la derrota alemana estaba cerca, intentando cambiar a esas alturas de la guerra la política exterior mantenida con una postura poco convincente e interesada que obviamente no fue creída. Tras la derrota alemana y la Conferencia de Postdam en 1945 se creaban las Naciones Unidas que rompían relaciones con España y recomendaban la ayuda a las naciones democráticas.

El régimen de Franco fue condenado al ostracismo en el exterior a la vez que se producía la incursión guerrillera del Valle de Arán y el pretendiente a la restauración borbónica, Juan de Borbón, proponía el Manifiesto de Lausana.

Franco se enfrentaba al momento más crítico del régimen viéndose obligado a dar a éste un contenido jurídico con la aprobación de las "Leyes Fundamentales". También se produciría, a través de su carácter católico, intensificar esta imagen y así obtener el apoyo del Vaticano y reducir la hostilidad de las democracias. A Falange Española se le quitará importancia, aunque no fue abolida.

Como versión española del ideal alemán de estado autoritario administrativo, se creo en 1945 el "Fuero de los Españoles", como cuerpo de garantías civiles, a la vez que se hizo un nuevo cambio ministerial en la línea de reducción del poder falangista, nombrando a Martín Artajo de Acción Católica como ministro de Asuntos Exteriores.

Con todos los cambios llevados a cabo en un intento de maquillar la naturaleza del régimen, en el exterior las democracias castigaban a éste. Francia cerró las fronteras en 1946, Naciones Unidas votó la retirada de todo reconocimiento diplomático internacional, saliendo incluso de Madrid el último representante diplomático, el embajador británico, de un país importante.

Ante esta situación, las relaciones diplomáticas se basaron en las relaciones con los países suramericanos, obteniendo la ayuda económica del régimen de Perón entre 1946 y 1948.

Mientras tanto se acentuaba la identidad religiosa del régimen y desde 1947 se declaraba España como Reino en la Ley de Sucesión. Se llevó a cabo una entrevista entre Franco y Juan en la que se determinó que Juan Carlos se educase en España.

Sin embargo, finalmente, la suerte estaría del lado del régimen. Durante los años 1947-48 los acontecimientos políticos que se desarrollaban en el exterior con el comienzo de la "guerra fría" y la instauración de las dictaduras comunistas en Europa Oriental, EEUU vería en la dictadura española, no a un aliado, ya que nunca pudo unirse a la OTAN, pero si un régimen que no permitiría el avance comunista dentro de sus fronteras. Así se inició un acercamiento que permitió que a finales de 1950 se votará en Naciones Unidas, la supresión de los términos del año 1946, dando así fin al boicot internacional. Inmediatamente después EEUU concede un gran préstamo al gobierno español, (aunque España nunca estuvo incluida en el Plan Marshall) y fue nombrado el primer embajador estadounidense.


BIBLIOGRAFÍA:
-          Florentín, M., Guía de la Europa negra, xenofobia, fascismo y extrema derecha, Anaya & Mario Muchnik, Madrid., 1994.
-          Linz, J.J., Fascismo: perspectivas históricas y comparadas, Madrid, 2008.
-          Morodo, R., Los orígenes ideológicos del franquismo: Acción Española, Alianza Editorial, 1985.
-          Nolte, E. y Furet, F., Fascismo y Comunismo, Fondo de cultura económica, 1998.
-           Payne, S., El primer franquismo, 1939-1975, Historia 16, Historia Viva, 1997.
-          Sternhell, Z. El nacimiento de la ideología fascista, Siglo XXI, 1994.
-          González Cuevas. Pedro Carlos, Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007.
-          Taibo, C., Nacionalismo español, Libros de la catarata, 2007.
-          Tusell, J., Manual de Historia de España,  Historia 16, Madrid (1994).
-          Tusell, J., La dictadura de Franco, Barcelona, Grandes obras de Historia, Altaya, S.A., 1996.
-          Hobsbawm, E., Historia del Siglo XX, Crítica 2012.





      
      
      Autor: José Luis Romero Carretero.




viernes, 26 de septiembre de 2014

IMPLICACIÓN SOCIALISTA EN LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS DE 1934.

ÍNDICE:
1.- ANTECEDENTES
2.- CAUSAS
3.- PREPARACIÓN DE LA REVOLUCIÓN
4.- OCTUBRE DE 1934 EN ESPAÑA
5.- REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 EN ASTURIAS
6.- CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN
7.- DEBATE Y REVISIONISMO
8.- BIBLIOGRAFÍA


1.- ANTECEDENTES

Los ataques contra el régimen republicano habían venido de los sectores de derechas, protagonizado y ejecutado con el pronunciamiento militar del general Sanjurjo en agosto de 1932, sólo dieciséis meses después de proclamarse la II República. Fue un golpe monárquico en el que participaron sectores civiles y militares, fácilmente abortado por el gobierno que conocía los planes con antelación. También la izquierda, de parte de los anarquistas, protagonizaron varios levantamientos en forma de huelgas revolucionarias, la primera en enero de 1932 y otras dos en enero y diciembre de 1933.

Sin embargo, no parecía lógica una actuación semejante por parte de un partido, el PSOE, que había formado parte del Pacto de San Sebastián en 1930, había participado activamente en la proclamación de la II República y había participado también, tanto en el gobierno provisional como en el del primer bienio, habiendo sido incluso el partido más votado en las elecciones generales de junio de 1931 y participando en la elaboración de la Constitución del 9 de diciembre del mismo año.

El PSOE se había desarrollado desde su nacimiento en 1879 como un partido posibilista con un lenguaje revolucionario pero en el fondo aparcaba la revolución para más tarde, en un futuro incierto cuando se dieran las condiciones necesarias. José Canalejas reprochaba en 1912 a Pablo Iglesias esa postura evolucionista*(1). De esta manera, parece que el PSOE esperaba el momento oportuno para acabar con la Monarquía, lo que ya ocurriría en 1931, y con el capital, en este caso debieron representarlo en el nuevo gobierno radical que defendía los intereses de los terratenientes y creyeron que había llegado el momento de implantar una república socialista sin republicanos, y por supuesto, sin una derecha monárquica conservadora y en contra, también del fascismo emergente en Europa que en algunos países se había manifestado como tal y en otros como en el caso austriaco, mediante el ascenso de un católico de derechas como era Dolfus que bombardeó los barrios obreros de Viena e implantó una dictadura.

A la altura de noviembre de 1933, tras la victoria electoral de las derechas algunos socialistas consideraron que el gobierno radical había devuelto muchos privilegios a los patronos y especialmente a los terratenientes y recibía visitas de comisiones locales y provinciales pidiéndoles que se hiciera algo al respecto, la guardia civil perseguía a los militantes de izquierdas y de los sindicatos de clase.

Sin embargo, el gobierno de Lerroux no habría realizado cambios profundos sobre las reformas del primer bienio y se continuó con la reforma educativa, no se derogó la ley del divorcio y tampoco se harían grandes cambios sobre la reforma militar, al margen de beneficiar a militares afines a la derecha. Sin embargo, con respecto a la reforma religiosa, se volvió a hacer cargo el gobierno de los salarios del clero y se amnistió a Sanjurjo y a todos los implicados en el pronunciamiento de agosto de 1932 así como otros presos condenados por evasión fiscal. Aún así, lo más importante y más sangrante para la clase trabajadora, especialmente la del campo español que representaba el 55% de la población española sería, no tanto los retoques que se hicieron con respecto a los jurados mixtos, sino la actitud prepotente de los terratenientes y de las autoridades rurales contra los campesinos sin tierra. Javier Tusell minimiza las reformas reaccionarias.

La decisión de algunos dirigentes socialistas de romper con el régimen republicano vino determinada por la ruptura de la coalición republicano-socialista a finales de 1933 y como detonante el anuncio de entrada en el gobierno radical un año más tarde de tres miembros de la CEDA, partido vencedor en las elecciones de noviembre de 1933 y que como partido accidentalista no había jurado la constitución republicana. Largo Caballero ya pensaba seriamente en la posibilidad revolucionaria en enero de 1934 una vez apartado el PSOE del poder y cuando su ejecutiva decidió llevar a cabo la revolución sin fecha fija y siendo suscrita además por su sindicato afín, la UGT.



2.- CAUSAS.

Las causas que llevaron al PSOE a arremeter contra un régimen político que habían contribuido a implantar y en el que habían formado parte del gobierno parecen difíciles de interpretar. Muchos autores han intentado esclarecer cuales fueron esos posibles motivos que llevaron a los socialistas a tomar la decisión de romper con la legalidad vigente. Como hemos visto, Pablo Iglesias creía que había que ir avanzando con el posibilismo hasta que se diesen las circunstancias necesarias para derribar el sistema capitalista. El PSOE había nacido como partido revolucionario, dirigido a la clase trabajadora y enfrentado al capitalismo. El semanal “El Socialista” da buena prueba de ello desde su fundación en el año 1866 y marcará en buena medida el pensamiento de las élites socialistas. Dicho periódico sostiene en un artículo publicado el 20 de enero de 1888 titulado “Un argumento poderoso” que:   

El socialismo afirma terminantemente que la conquista del Poder político es el primer paso que debe dar el Proletariado para expropiar económicamente a la burguesía y destruirla como clase (...). El socialismo proclama que la conquista del Poder, hoy en manos de la clase privilegiada, ha de ser obra revolucionaria, obra de la fuerza, como lo ha sido siempre el triunfo de una clase sobre otra (...).””El Socialista” 20 de enero de 1888.

La línea editorial se mantiene en el tiempo, subiendo de tono durante el año 1933. A la altura de 2 de enero de 1934 aparece en primera página otro artículo, “La esperanza necesaria” que parece constatar las afirmaciones que hace Largo Caballero en “Mis recuerdos” en las que alude a la vuelta a los modos anteriores a la República por parte de terratenientes y autoridades.

El tema es demasiado controvertido para llegar a un acuerdo sobre las causas y sobre todo con respecto a las consecuencias de octubre de 1934. A la tarea de los investigadores se suma el hecho de que el PSOE sea un partido político que en la actualidad sigue una actividad democrática normal y se sienta atacado por esos hechos o el incesante despliegue de medios por parte de un sector de la derecha, aún interesado de responsabilizar del final de la II República y de la Guerra Civil a la izquierda. Aún así, podemos sintetizar las principales corrientes de pensamiento con respecto a las causas que llevan a la revolución de octubre.

En principio, tenemos la tesis de una insurrección provocada por el malestar de los trabajadores, que no deja de ser cierta, tanto en el sector de trabajadores del campo que eran mayoría y que sin embargo no participaron en dicha insurrección, (agotados y perseguidos por la anterior huelga del campo durante el verano), tanto de los mineros asturianos que si que se levantaron en armas. Aún así, este germen permanente, no justificaría la organización del movimiento por parte de buena parte del PSOE y la UGT y desde luego no explica en absoluto ésta. La tesis de que los socialistas organizaron y llevaron a cabo la revolución con el objeto de frenar un supuesto régimen fascista en España tiene sentido observando la Europa Contemporánea y el ascenso al poder de regímenes fascistas en varios países, parecía una amenaza real, lo que ocurre es que aunque Gil Robles hubiera visitado la Alemania nazi y sintiera respeto por ésta, los católicos españoles se encuentran muy lejos del nazismo, aunque parece que no tanto de la Austria de Dolfuss que había llegado a ser canciller en 1932 dirigiendo una coalición de derechas y que con motivo de una crisis, disolvió el parlamento e implantó una dictadura en 1933 de corte católico. Esa si parecía que pudiera ser una causa que generará desconfianza en el PSOE, aunque tampoco explicaría totalmente la actitud socialista por no tener ninguna prueba a tal respecto e incluso indicio alguno. Más aún, los líderes socialistas se mostraban radicalizados en sus intervenciones públicas. No sabemos si en esos momentos el PSOE había perdido toda confianza en la democracia o sencillamente no había asumido bien los resultados de las elecciones en los que un 63 por ciento de la población había votado a partidos de derechas. En resumidas cuentas, no parece que respetaran la democracia y se lanzaron a dar un paso más adelante, en defensa de los avances conseguidos por la República y que ahora, con la entrada del partido conservador que había ganado las elecciones un año atrás, parecían amenazadas. En resumidas cuentas, al PSOE no le servía ya la democracia republicana para conseguir sus objetivos, al perder las elecciones, se habría lanzado a una campaña de defensa de la República pero sin respetar la victoria electoral de la CEDA, también hay que recordar el accidentalismo de este partido que nunca se había declarado republicano y sí había una intencionalidad de acabar con la república. Está teoría, como causa si parece que se ajuste bastante a la realidad, teniendo en cuenta la trayectoria personal de Largo Caballero y el resto de líderes socialistas implicados en la revolución que seguirían siendo reformistas y no sospechosos de llevar a cabo una dictadura comunista. Según Santos Juliá, si que estaría en la voluntad de algunos líderes del PSOE el dar un paso más en la revolución, basándose, no en el comportamiento reformista que habían tenido, sino en la cultura del partido que era exactamente la de la revolución proletaria, aunque había sido por pasos y habían aceptado un primer paso ayudando y aceptando la república aunque ese no era todavía su objetivo real. Una vez salieron del gobierno, se sintieron traicionados por los republicanos y encontraron la justificación para llevar a cabo su revolución.

El discurso de Gil Robles en un mitin en Covadonga el 15 de octubre de 1933 deja claras cuales son las intenciones de la CEDA y su pretensión de romper con el régimen republicano:

“Proyectemos ahora una mirada hacia el porvenir... Nuestra generación tiene encomendada una gran misión. Tiene que crear un espíritu nuevo, fundar un nuevo Estado, una Nación nueva; dejar la Patria depurada de masones, de judaizantes… Hay que ir a un Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios.¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Para eso nada de contubernios. No necesitamos el Poder con contubernios de nadies. Necesitamos el Poder íntegro y eso es lo que pedimos. Entretanto no iremos al Gobierno en colaboración con nadie. para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo…  Llegado el momento el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer…” Diario “El Debate, martes 17 de octubre de 1934.

Otra teoría, que por otra parte, no sería nada novedosa, es la que afirma que se habría tratado de una insurrección revolucionaria que habría dado lugar al inicio de la Guerra Civil española. Esta teoría venía siendo defendida por la propaganda franquista durante los años de dictadura y más recientemente ha tomado fuerza desde la aparición en 1999 del libro de Pío Moa, “Los orígenes de las Guerra Civil española”. El libro presenta abundante aportación de fuentes y está escrito con corrección académica, sin embargo, no deja de sacar conclusiones erróneas y desde luego, muy discutidas desde los círculos académicos. Parece muy aventurado concluir con la afirmación de que la Guerra Civil española comenzó el 4 de octubre de 1934, provocado por un movimiento revolucionario organizado y dirigido por el PSOE y en el que participaba toda la izquierda, cuando la república aún tendría casi otros dos años de vida, hasta que en julio de 1936 se llevara a cabo el alzamiento militar con apoyo de todas las derechas para derrocar a la república. Esta teoría está completamente desprestigiada porque responde a un interés político claro y es una evidencia que el inicio de la Guerra Civil no se produjo en octubre de 1934.

En cualquier caso, las causas debieron ser varias, y por ello, la teoría más acertada podría estar motivada por multitud de factores, todos ellos comentados con anterioridad.


 3.- PREPARACIÓN DE LA REVOLUCIÓN

En noviembre de 1933, tras la crisis del gobierno, Alcalá Zamora decidió convocar elecciones generales pero esta vez, la derecha se presentaba muy unida, después de los acuerdos del 12 de octubre e integraban a la mayoritaria CEDA, el Partido Agrario, Renovación Española, Comunión Tradicionalista, etc., mientras que la izquierda estaba totalmente fragmentada y los anarquistas pidieron la abstención. Con este panorama, la derecha obtendría una gran victoria alcanzando la mayoría de votos la CEDA, seguida de los radicales de Lerroux y a larga distancia ya los socialistas y formándose el nuevo gobierno presidido por Lerroux y el Partido Radical.


La victoria electoral fue para la derecha, consiguiendo 115 escaños la CEDA seguidos por el Partido Radical. Finalmente, se optó por una coalición CEDA-Partido Radical y como presidente del Gobierno Alejandro Lerroux pero manteniendo el programa de la derecha. Serían dos motivos los que llevaran a este éxito electoral, la unión de las distintas derechas y la decepción de las izquierdas por la lenta aplicación de la ley agraria y la fragmentación de la izquierda.

El bienio conservador supondría un retroceso con respecto a la labor legislativa del bienio anterior, de igual modo que supuso, especialmente, una traba psicológica para los ciudadanos de izquierda que verán parados los proyectos progresistas y esperanzadores del anterior bienio. Aún así, no falto algún ministro conservador-reformista como el de Agricultura, Manuel Giménez Fernández que defendió la ley adaptada a principios católicos.

La insatisfacción general de los trabajadores tanto del campo como de la ciudad, fueron aprovechados por una parte del PSOE que se sentía traicionada por los radicales y que no podía consentir que un partido que no había contribuido a la implantación de la República, y más aún, ni tan siquiera se sentía republicano, fuera a gobernar. Además, el socialismo, o parte del partido, pensaba que la República burguesa era el primer paso para llegar a la verdadera revolución socialista. En esas circunstancias, la crisis en el gobierno, que prendió con la mecha de la reforma agraria en Cataluña, hizo que en octubre entraran en el Gobierno tres ministros de la CEDA, lo que provocó un sentimiento de “declaración de guerra”, produciéndose la huelga general en toda España y en Asturias una insurrección armada que duró dos semanas y que fue muy duramente reprimida.

La preparación de la Revolución de octubre comenzó en enero de 1934 sin establecer una fecha fija y planteada como respuesta contundente a la amenaza de la CEDA de entrar en el gobierno radical. Así, un Largo Caballero, que siempre se había mostrado reformista y nunca revolucionario, siempre intentando el pacto antes que la ruptura, llevándole incluso al colaboracionismo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, llegó a la conclusión de preparar una insurrección que parase lo que consideraba a su juicio, un golpe de estado, ya que la CEDA nunca había aceptado la II República, y de hecho, su jefe, Gil Robles, había declarado en multitud de ocasiones su intención de combatirla y cambiarla cuando llegase al poder.

Para llevar a cabo esta revolución, lo primero que hizo Largo Caballero fue desplazar a Besteriro, Saborit y Trifón Gómez que según cuenta en “Mis recuerdos” eran partidarios de seguir como fuera con la legalidad y llevar a cabo el programa.
Como queda claro, la preparación material de la revolución fue inspirada por Largo Caballero y planeada y elaborada por el PSOE.

En primer lugar se celebró en Madrid una reunión de representantes de las organizaciones provinciales del partido para presentarles los planes o Instrucciones.

Estas instrucciones constaban de dos partes. La primera eran las Instrucciones Preliminares en las que se identificaba a los militantes más comprometidos y se constituyen Comités Revolucionarios Locales.

Las Instrucciones, en principio eran muy generales, la segunda parte, Instrucciones Generales,  muy poco elaboradas, se hablaba de formas de conseguir personas comprometidas, tanto entre el sindicato como especialmente dentro del Ejército, tarea esta última a Indalecio Prieto. También era importante la intendencia, la organización de los servicios y sobre todo la obtención de armamento y el diseño de la lucha armada.

Evidentemente, el plan provocó el rechazo de compañeros del partido y de parte de la militancia, aunque finalmente, fueron las milicias creadas por la UGT quienes se preparan militarmente en grupos dirigidos por mandos militares afines a sus ideas. Las tácticas militares parece  que serían en guerrillas y en barricadas.

En principio no se contaba ni con comunistas con los que se tenía una mala relación desde 1921 ni con los anarquistas. Sin embargo, la huelga general contra el acto de la CEDA realizado en Covadonga llevará al entendimiento con los comunistas a partir de septiembre de 1934.

El aprovisionamiento de armas iba a ser turbulento y donde el gobierno detectara que había movimientos encaminados a acabar con el gobierno o con la misma República, por medio de la violencia. En cualquier caso, aunque los comités locales tuvieran prohibido rebelar sus intenciones y dentro de las milicias revolucionarias llegara a penarse incluso con la muerte el desvelar los planes, Largo Caballero no dudará en numerosas ocasiones en amenazar con un movimiento revolucionario que por otra parte no tenía fecha prevista, aunque si la hora exacta, las 12:00 horas del día en que se diera la orden.

Los primeros planes con respecto a la consecución de armamento estaban encaminados a obtener la mayor información posible sobre depósitos de armas y polvorines. En cualquier caso, la adquisición de armas durante la preparación de los planes sería un desastre. Indalecio Prieto sería el encargado de esta importante tarea. Algunas de las acciones encaminadas a este objetivo, fueron la estafa en una oficina bancaria de Madrid, realizada por dos miembros de UGT disfrazados de capitalistas que sacaron el dinero de una cuenta inmovilizada de un noble. Con este dinero se conseguirían armas en Éibar y Hendaya. También en Madrid, cierto comisario, amigo personal de Prieto, proporcionaba armas procedentes de delincuentes y también de las depositadas en la Dirección General de Seguridad.

La forma de acumulación de armamento tampoco fue muy efectiva y la policía había encontrado buena cantidad de pistolas y proyectiles en una nave alquilada en el barrio de Cuatro Caminos y más tarde, nuevos depósitos de armas en Ciudad Universitaria y Ciudad Jardín, especialmente escandaloso fue el arsenal encontrado en los sotanos y teatro de la Casa del Pueblo.
Con todo, el caso más importante de adquisición de armas para la revolución más anunciada, sería, como se llamara posteriormente la “Operación Turquesa”. Indalecio Prieto se puso en contacto con un contrabandista de armas, Echevarria, que al parecer compraba las armas directamente al Consorcio de Industrias Militares y las vendía en el mercado internacional sin preguntar cual era el objetivo de éstas. Para el transporte de las armas, Prieto compraría un barco, el Turquesa, que sería destinado a trasladar tan importante material de guerra.

Las peripecias que llevarán al desastre de este aprovisionamiento de armas comenzaron en el puerto de Cádiz y continuarán durante todo su recorrido hasta Asturias, bordeando la Península Ibérica, desde la provincia de Huelva, Portugal, costa gallega, hasta llegar a la playa de Aguilar en Muros del Nalón donde fueron descubiertos por los carabineros y hubo de abortarse el desembarco poniendo rumbo a Francia. Prieto que se había desplazado a Asturias a dirigir la operación tuvo que huir y Echevarrieta fue detenido terminando así esta aventura de adquisición de armamento para la revolución.

La Revolución de Asturias no estaría bien organizada excepto a nivel teórico, sería un fracaso continuo, desde la preparación, hasta su desastroso final. El peor defecto en la organización, aún, con todos los fallos técnicos, sería el enfrentamiento con el sindicato del campo y no haber sido capaces de aunar las sensibilidades de todos los trabajadores.



 4.- OCTUBRE DE 1934 EN ESPAÑA

Resulta muy extraño que una revolución organizada por un partido político de la importancia del PSOE y de su sindicato, la UGT, además, habiéndose organizado minuciosamente, no fuese seguida en ninguno de los centros neurálgicos del país ni en todo el campo del sur de España y tan sólo tuviera importancia en Asturias y en bastante menor medida en Cataluña.

Una de las posibles causas de su escaso seguimiento debió de ser precisamente la dura represión que habían tenido los trabajadores del campo tras la huelga del verano en la que el sindicato FETT había estado enfrentado a Largo Caballero por no atender éste las necesidades específicas de los trabajadores del campo (alrededor del 55%) y éstos a su vez no someterse a la disciplina marcada por el PSOE y la UGT y llevar a cabo esta huelga sin el consentimiento de Largo Caballero y en contra de las indicaciones de éste.

De esta manera, en la capital de España, aunque existían armas suficientes y el Comité Nacional Revolucionario se encontraba allí, después de un primer momento insurreccional, no consiguieron los objetivos iniciales de asalto a la presidencia del gobierno y otros puntos estratégicos como el parque móvil o la emisora central de la guardia civil, con mayor éxito en el cuartel de La Guindalera donde entraron con ayuda de un oficial socialista. Hubo, desde luego, grupos de obreros muy activos desde el día 4 de octubre, en el que la huelga general dejaba la ciudad desierta, pero el fracaso sería debido por una falta de dirección que no puede entenderse desde el punto de vista de la organización de la revolución. Es probable que en el último momento la dirección creyera suficiente una huelga general pacífica para hacer recapacitar a Alcalá Zamora y sustituyese el gobierno. En cualquier caso, la falta de dirección ante lo que parecía una situación favorable dio al traste con la revolución en Madrid. Sencillamente, sería un desastre.

En toda la España rural la revolución no tuvo ninguna posibilidad debido a que los principales dirigentes del campo español estaban en la cárcel después de la huelga general de junio y los trabajadores agotados tras la última represión del gobierno.

Sin embargo, en Cataluña, en Barcelona Lluis Companys declaró el Estado Catalán  dentro de la República Española, a lo que el gobierno respondió proclamando el “estado de guerra”. Companys, sin embargo, se negó a repartir armas a la población e informó al Capitán General. En la noche de ese mismo día 6 de octubre aparecieron los primeros grupos armados y las barricadas en la ciudad. El ejército tomó los puntos neurálgicos de la ciudad, mientras que el general Batet se negó a llevar a cabo la violencia contra los insurrectos que le habían ordenado desde Madrid. Companys se rendía a las seis de la mañana.




 5.- REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 EN ASTURIAS

El día 5 de octubre de madrugada comenzaba la “Revolución de Octubre de 1934”, con la unión de socialistas, anarquistas y comunistas, de los sindicatos UGT, CNT y SUM que contarían con unos 60.000 trabajadores en armas frente a una inicial fuerza militar reducida a 4.000 hombres entre soldados, guardias civiles y de asalto a los que inmediatamente se unirían por tierra las tropas de infantería procedentes de León, Galicia y Bilbao y más tarde las fuerzas de élite de la Legión y regulares, llegando a los 17.000 soldados bien armados y mejor entrenados, además de la marina y la aviación.

En Asturias, se tomo en serio la revolución, a diferencia de otras regiones españolas donde no hubo más movimiento que el de una huelga general. En palabras de Pío Moa, habría sido porque las masas todavía no estaban preparadas para el llamamiento que había hecho el PSOE y el nacionalismo catalán, sin embargo, parece que más tiene que ver con el cansancio y la persecución a la que habían estado sometidos los trabajadores del campo tras las jornadas de huelga del verano de 1934 y la negación de ayuda a éstos por parte de Largo Caballero y del PSOE durante dicha huelga que además no apoyaba.

A las 12:00 en punto de la noche como indicaban la Instrucciones, los trabajadores asturianos ocuparon sin ninguna resistencia por parte de las fuerzas del orden, edificios municipales y cuarteles de la guardia civil, constituyéndose como principales bases de operaciones las poblaciones de Mieres y Sama de Langreo con el objetivo de conquistar Oviedo. Sin embargo, el movimiento de las fuerzas gubernamentales fue rápido y el ataque contra los revolucionarios llegaría desde León, debiendo así los revolucionarios ocupar parte de la fuerza en la defensa y no en su objetivo principal de la ocupación de la capital.

El plan inicial de ocupar Oviedo por sorpresa, también fracasó, debido a que los encargados de dejar sin luz a la capital, que era la señal para que la organización obrera  se uniera a la revolución, no llevaron a cabo su misión, lo que originó que las fuerzas gubernamentales controlaran los lugares estratégicos y las calles de la ciudad provocando así lo que serían varias jornadas de lucha, en lugar de lo previsto que había sido una ocupación por sorpresa con el menor número de víctimas.

Dos días después del inicio de la revolución, finalmente, las columnas de mineros entrarían victoriosas en Oviedo, aunque rápidamente, durante la madrugada del día 7 de octubre las fuerzas gubernamentales comenzarían la batalla, ya dentro de la ciudad. Los revolucionarios ocuparon la estación de ferrocarril, la fábrica de explosivos La Majoya y el Depósito de máquinas y la nave de los talleres., sin embargo, las fuerzas gubernamentales actuaron fielmente y se mantuvieron en sus puestos, defendiendo sus posiciones y dispuestos a hacer frente a los revolucionarios, en el caso de los soldados de reemplazo, parece ser que se encontraba muy próxima la fecha de licencia. La batalla se extendió por toda la ciudad con algunos incidentes de persecución y asesinato de religiosos, aunque no fuese esa la tónica general como por otra parte se hiciera ver desde posiciones conservadoras, graves problemas de orden público, pillaje, etc. Que dieron lugar a que el Comité Revolucionario tomara cartas en el asunto y declarará que cualquiera que fuese sorprendido cometiendo este tipo de delitos sería juzgado y condenado a la pena mayor. En este aspecto, el comportamiento de los revolucionarios en toda la cuenca minera habría sido ejemplar a juzgar no sólo por los datos objetivos sino por declaraciones de los propios detenidos. Como curiosidad, con respecto a lo comentado sobre los religiosos, el episodio de la catedral de Oviedo, donde se alojaron parte de las tropas leales, fue elegido como punto estratégico para disparar al enemigo desde su torre, ocasionando así, graves daños en el edifico.

Uno de los objetivos más importantes, dado el fracaso del Turquesa y otras formas de aprovisionamiento de armas durante el periodo de preparación de la revolución, era la ocupación de la Fábrica de Armas que curiosamente fue abandonada por sus defensores sin plantear batalla y que daría a los revolucionarios buena cantidad de armas, especialmente fusiles, aunque a su vez se cometiera el grave error de no ocupar la fábrica de explosivos cercana de Santa Bárbara, lo que provocaría una escasez de munición que restaría eficacia a la revolución.

Para entonces, el gobierno de la república, a la vez que había ordenado el desplazamiento de regulares y legionarios hacia Asturias, llenaba de octavillas la ciudad para minar la moral de los revolucionarios, diciendo que la revolución había sido ya controlada en el resto de España y que se encontraban solos ante las fuerzas gubernamentales.

Al mismo tiempo llegaban a la ciudad, procedentes de Lugo una columna militar dispuesta a dar batalla y así mismo, sin desfallecer, se decidió continuar con la revolución, conociendo los resultados del resto de España e incluso ya dentro de Asturias, en la ciudad de Gijón que había sido un desastre de revolución ya que había sido llevada a cabo sin armas y sin un mínimo de cohesión ni ocupación de los principales edificios de poder. Al tiempo que partían de esta ciudad costera hacia Oviedo las tropas de regulares y la Legión, el día 11 de octubre, los revolucionarios tenían completamente controlada la ciudad y los únicos objetivos que les quedaban por conseguir eran la citada torre de la catedral que en principio no quisieron dañar, el cuartel de infantería y el de la Guardia de Asalto que por otra parte tenían sitiados y controlados.

Mientras las tropas de León habían sido neutralizadas en el Puerto de Pajares desde el día 5 de octubre, el día 7 desembarcaban las temidas tropas de regulares y la Legión al mando de Franco y de Yagüe en Gijón donde no tardarían en dominar la situación, aunque en esta plaza todavía durase la huelga hasta el día 16, pero ya abrían tiendas y cafés sin grandes problemas. Inmediatamente tomaron dirección hacia la capital desde el norte. A estas tropas se unían por el este, a través de Santander, otra columna procedente de Bilbao, lo que completaba la operación militar gubernamental desde los cuatro puntos cardinales. El día 11 el Comité Revolucionario ordenó la retirada y se disolvió, aunque los trabajadores no estaban de acuerdo con esta decisión y formaron otro Comité y decidieron continuar la lucha, aún sabiendo que estaban rodeados y sin posibilidad alguna de éxito. Los días 13 y 14 fueron de verdadera tragedia, actuando las tropas regulares con total impunidad, cometiendo todo tipo de tropelías, pillaje, violaciones, etc, a la vez que Yagüe ordenaba fusilamientos en masa sin ningún tipo de juicio o derecho a la defensa como ocurriría más tarde durante la Guerra Civil.

Al ser ocupada la capital el día 13 de octubre, los revolucionarios se refugiaron en la cuenca minera donde estaban dispuestos a seguir con la resistencia armada, aunque con la ruptura del frente sur y la llegada a Mieres del general Ochoa, se decidió negociar la paz y entregar a éste las armas, hecho que enfureció a Gil Robles, partidario, al igual que Francisco Frando, director de las operaciones militares y a Yagüe, ejecutor de las mismas. De esta forma se ponía fin a la revolución de Asturias de 1934 con un balance de represión brutal en el que las tropas de África sembraron el pánico no sólo entre los combatientes hechos prisioneros a los que el mando militar fusilaba sin juicio previo, sino la población civil que no había participado en la revolución que también fue víctima de estos crímenes, robos, violaciones, etc. Que eran alentados por sus mandos militares. De esta manera, fueron entre 1000, aproximaciones muy a la baja y 3000 muertos en la revolución, siendo especialmente dura con los trabajadores. Del lado de las fuerzas gubernamentales el número de bajas estaría en torno a los 300 muertos, habiendo también una treintena de religiosos asesinados mientras que el resto serían trabajadores, en su mayoría, una vez que llegaron las columnas de regulares y legionarios. Las muertes de los miembros de las fuerzas gubernamentales son perfectamente conocidos, siendo publicados con nombres y apellidos en el diario ABC, el jueves 25 de octubre de 1934.



 6.- CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN

Según Pío Moa, la oportunidad que tuvo Gil Robles de haber tomado represalias a nivel político contra la república y haber llevado a cabo los temores de la izquierda de acabar con la Constitución y con el régimen republicano en general se habrían disipado. Sin embargo, parece que Gil Robles, según informa Pedro Carlos González Cuevas, sí que había barajado esta posibilidad según el mismo cuenta en sus memorias y tuvo en su mano llevar a cabo un golpe de estado, pero la CEDA y los católicos no eran un partido fascista, su modelo político ideal era el Portugal salazarista. A diferencia de los monárquicos que ya habían llevado a cabo un golpe militar en agosto de 1932 y habían conspirado abiertamente tanto en el interior como en el exterior, los católicos tomaron una determinación mucho más racional y sobre todo pacífica que fue la de llevar a cabo una contrarrevolución pero manteniendo la legalidad republicana.

La represión iba a ser también brutal, como había sido la ocupación de Gijón y Oviedo por parte de las tropas de Yagüe. Todos los partidos de la derecha pedían en el Parlamento venganza, que no justicia. Se pedía la pena de muerte para todos los organizadores de la revolución a la vez que se homenajeaba a Yagüe y se recriminaba al general Ochoa haber negociado con los revolucionarios en lugar de haberlos exterminado.

El ministro de Guerra había ordenado a Franco durante el levantamiento asturiano que se extremara la violencia contra los izquierdistas y la misma tónica general iba a ocurrir tras sofocar la insurrección. Resultaron presos entre 15.000 y 30.000 personas en toda España, sin contar con los que cruzaron la frontera francesa. Las cifras no pueden ser más detalladas dado el carácter secreto con el que se desarrolló la persecución de los implicados, siendo las regiones más castigadas, Asturias, Cataluña y País Vasco y con el agravante no sólo de los encarcelamientos masivos de trabajadores sino de los malos tratos recibidos, característica de la marca policial española. Los dirigentes asturianos que no fueron hechos prisioneros huyeron en todas direcciones y los centros obreros y casas de los revolucionarios fueron asaltados y destruidos.

La derecha se vería triunfante e impondría sus criterios políticos, llevando a cabo la entrada de la CEDA en el gobierno y aplicando sin ningún tipo de cortapisa las políticas derechistas. La actitud revanchista de esta derecha, no sería el comienzo de la Guerra Civil como defiende la propaganda franquista y el “revisionismo” sino que estaría plagada de enfrentamientos entre los republicanos y los cedistas. Se llegó a abrir un proceso contra Azaña que nada había tenido que ver con la organización y ejecución de la revolución así como a los principales dirigentes socialistas implicados en la revolución, Largo Caballero e Indalecio Prieto, siendo condenados de organizador y jefe de la revolución el primero y siendo absuelto en noviembre de 1935 por el Tribunal Supremo y de rebelión militar a Prieto. Así mismo fue condenado el Presidente de la Generalitat Lluys Companys por rebelión militar a 30 años de prisión conmutados por la pena de muerte y que finalmente se aprovecharía de la amnistía general que llevó a cabo el Frente Popular a todos los presos políticos de las huelgas del campo y la Revolución de Asturias.

En cualquier caso, la revolución de Asturias no puede considerarse ni es considerada por los investigadores el inicio de la Guerra Civil española aunque la consecuencia principal fuese la separación definitiva entre izquierda y derecha, eso sí, no sólo existirían esas dos vías, en España en ese momento también existían los reformistas, aunque evidentemente según los posteriores acontecimientos no fueron sus ideas las que triunfaron sino las de los radicales de izquierda y de derecha.



7.- DEBATE Y REVISIONISMO.

El revisionismo histórico debe ser tarea de todo investigador, sin embargo, la connotación negativa de esta acepción viene determinada por el hecho de iniciar una investigación partiendo de los resultados que se pretende obtener y a los que se quiere dar gran amplitud propagandística con el objetivo de influir en la política actual. Es el caso del libro publicado en 1999 por Pío Moa, “Los orígenes de la Guerra Civil española” en el que de una forma un tanto pretenciosa se afirma: “este libro afirma que la insurrección de octubre de 1934, constituye rigurosamente el comienzo de la guerra española…”, sin atender a los acontecimientos posteriores, la continuación del gobierno…..al punto de no comenzar la Guerra Civil española hasta casi dos años después de estos sucesos y sin analizar las causas reales que llevarán a la preparación del golpe militar de julio de 1936. La crítica que ha generado Moa dentro del mundo académico ha sido feroz y sólo comparable y aún se queda corta, con respecto a su implacable y a la vez subjetiva obra en general. Los investigadores que más han influido en el desenmascaramiento de Moa y toda su obra han sido Reig Tapias y Espinosa que incluso han llegado a publicar libros desmontando las tesis de Pío Moa.

En la misma línea y a propósito de éste, Stanley. G Payne ha mostrado su apoyo incondicional a Pío Moa entrando en una dinámica de crítica constante al PSOE y a la izquierda en general, haciendo una campaña destructiva del periodo republicano en general en el que se vislumbra la intencionalidad política actual a propósito de una historia manipulada. Payne había sido un hispanista, que como todos los anglosajones que se acercaron al estudio de la etapa republicana y el posterior franquismo había condenado vehementemente el franquismo en sus obras. El cambio producido desde la primera década del siglo XXI parece coincidir con un cambio de orientaciones políticas personales en Payne.

Es un hecho probado el de la organización de la revolución por parte de UGT y el PSOE, lo que no es un hecho objetivo es que fuera el comienzo de la Guerra Civil, es más, desde la izquierda por parte anarquista y por la derecha, especialmente por monárquicos, se habían producido intentos revolucionarios como el de Sanjurjo en agosto de 1932, etc. Sin ir más lejos, durante el mismo año 1934, el día 31 de marzo, Antonio Goicoechea, dirigente monárquico en las Cortes, se reunió con Mussolini el que prometió a los monárquicos españoles un millón y medio de pesetas, 20.000 fusiles, 200 ametralladoras y 20.000 granadas, para el alzamiento monárquico, mientras que a su vez, los carlistas se instruían militarmente, compraban armas y llevaban a cabo una campaña de propaganda.




8.- BIBLIOGRAFÍA

- Avilés, Juan (2008): Los socialistas y la insurrección de octubre de 1934. En Avilés, J., coord., “Violencia política en España, 1875-1936”. Espacio, Tiempo y Forma, serie 5, n. 20. 30 pp.

- Fuentes, J.F., Largo Caballero. El Lenin español. Síntesis, Madrid (2005).

-Gil Robles, J.M. No fue posible la paz. Ariel, Barcelona (1968)
- Juliá, S. Los socialistas y la revolución
- Largo Caballero, F., Mis recuerdos (cartas a un amigo) Ediciones Unidas, S.A. México DF 1976. (pág. 77-85).
- Moa, P., Los orígenes de la Guerra Civil española Madrid, 1999. Encuentro.
- Ruiz, D., Octubre de 1934: Revolución en la República española Editorial Síntesis 2008.
- Thomas, Hugh, La Guerra Civil Española.  Grijalbo Mondadari, (vol. I pág. 148-181) Barcelona (1976).
- Tusell, J., Manual de Historia de España Historia 16, Madrid, 1994.

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS:
-          Diario “El Debate, martes 17 de octubre de 1934.
-          Diario ”El Socialista” 20 de enero de 1888.
-          Diario ABC, jueves 25 de octubre de 1934.

RECURSOS DIGITALES:
-          González Cuevas, P. C., ¿Revisionismo histórico en España? On-line, “El Cabopletas” nº 82, pag. 14, diciembre de 2008.    



                                                                                                                                                
c     Autor: José Luis Romero Carretero.