viernes, 26 de septiembre de 2014

IMPLICACIÓN SOCIALISTA EN LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS DE 1934.

ÍNDICE:
1.- ANTECEDENTES
2.- CAUSAS
3.- PREPARACIÓN DE LA REVOLUCIÓN
4.- OCTUBRE DE 1934 EN ESPAÑA
5.- REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 EN ASTURIAS
6.- CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN
7.- DEBATE Y REVISIONISMO
8.- BIBLIOGRAFÍA


1.- ANTECEDENTES

Los ataques contra el régimen republicano habían venido de los sectores de derechas, protagonizado y ejecutado con el pronunciamiento militar del general Sanjurjo en agosto de 1932, sólo dieciséis meses después de proclamarse la II República. Fue un golpe monárquico en el que participaron sectores civiles y militares, fácilmente abortado por el gobierno que conocía los planes con antelación. También la izquierda, de parte de los anarquistas, protagonizaron varios levantamientos en forma de huelgas revolucionarias, la primera en enero de 1932 y otras dos en enero y diciembre de 1933.

Sin embargo, no parecía lógica una actuación semejante por parte de un partido, el PSOE, que había formado parte del Pacto de San Sebastián en 1930, había participado activamente en la proclamación de la II República y había participado también, tanto en el gobierno provisional como en el del primer bienio, habiendo sido incluso el partido más votado en las elecciones generales de junio de 1931 y participando en la elaboración de la Constitución del 9 de diciembre del mismo año.

El PSOE se había desarrollado desde su nacimiento en 1879 como un partido posibilista con un lenguaje revolucionario pero en el fondo aparcaba la revolución para más tarde, en un futuro incierto cuando se dieran las condiciones necesarias. José Canalejas reprochaba en 1912 a Pablo Iglesias esa postura evolucionista*(1). De esta manera, parece que el PSOE esperaba el momento oportuno para acabar con la Monarquía, lo que ya ocurriría en 1931, y con el capital, en este caso debieron representarlo en el nuevo gobierno radical que defendía los intereses de los terratenientes y creyeron que había llegado el momento de implantar una república socialista sin republicanos, y por supuesto, sin una derecha monárquica conservadora y en contra, también del fascismo emergente en Europa que en algunos países se había manifestado como tal y en otros como en el caso austriaco, mediante el ascenso de un católico de derechas como era Dolfus que bombardeó los barrios obreros de Viena e implantó una dictadura.

A la altura de noviembre de 1933, tras la victoria electoral de las derechas algunos socialistas consideraron que el gobierno radical había devuelto muchos privilegios a los patronos y especialmente a los terratenientes y recibía visitas de comisiones locales y provinciales pidiéndoles que se hiciera algo al respecto, la guardia civil perseguía a los militantes de izquierdas y de los sindicatos de clase.

Sin embargo, el gobierno de Lerroux no habría realizado cambios profundos sobre las reformas del primer bienio y se continuó con la reforma educativa, no se derogó la ley del divorcio y tampoco se harían grandes cambios sobre la reforma militar, al margen de beneficiar a militares afines a la derecha. Sin embargo, con respecto a la reforma religiosa, se volvió a hacer cargo el gobierno de los salarios del clero y se amnistió a Sanjurjo y a todos los implicados en el pronunciamiento de agosto de 1932 así como otros presos condenados por evasión fiscal. Aún así, lo más importante y más sangrante para la clase trabajadora, especialmente la del campo español que representaba el 55% de la población española sería, no tanto los retoques que se hicieron con respecto a los jurados mixtos, sino la actitud prepotente de los terratenientes y de las autoridades rurales contra los campesinos sin tierra. Javier Tusell minimiza las reformas reaccionarias.

La decisión de algunos dirigentes socialistas de romper con el régimen republicano vino determinada por la ruptura de la coalición republicano-socialista a finales de 1933 y como detonante el anuncio de entrada en el gobierno radical un año más tarde de tres miembros de la CEDA, partido vencedor en las elecciones de noviembre de 1933 y que como partido accidentalista no había jurado la constitución republicana. Largo Caballero ya pensaba seriamente en la posibilidad revolucionaria en enero de 1934 una vez apartado el PSOE del poder y cuando su ejecutiva decidió llevar a cabo la revolución sin fecha fija y siendo suscrita además por su sindicato afín, la UGT.



2.- CAUSAS.

Las causas que llevaron al PSOE a arremeter contra un régimen político que habían contribuido a implantar y en el que habían formado parte del gobierno parecen difíciles de interpretar. Muchos autores han intentado esclarecer cuales fueron esos posibles motivos que llevaron a los socialistas a tomar la decisión de romper con la legalidad vigente. Como hemos visto, Pablo Iglesias creía que había que ir avanzando con el posibilismo hasta que se diesen las circunstancias necesarias para derribar el sistema capitalista. El PSOE había nacido como partido revolucionario, dirigido a la clase trabajadora y enfrentado al capitalismo. El semanal “El Socialista” da buena prueba de ello desde su fundación en el año 1866 y marcará en buena medida el pensamiento de las élites socialistas. Dicho periódico sostiene en un artículo publicado el 20 de enero de 1888 titulado “Un argumento poderoso” que:   

El socialismo afirma terminantemente que la conquista del Poder político es el primer paso que debe dar el Proletariado para expropiar económicamente a la burguesía y destruirla como clase (...). El socialismo proclama que la conquista del Poder, hoy en manos de la clase privilegiada, ha de ser obra revolucionaria, obra de la fuerza, como lo ha sido siempre el triunfo de una clase sobre otra (...).””El Socialista” 20 de enero de 1888.

La línea editorial se mantiene en el tiempo, subiendo de tono durante el año 1933. A la altura de 2 de enero de 1934 aparece en primera página otro artículo, “La esperanza necesaria” que parece constatar las afirmaciones que hace Largo Caballero en “Mis recuerdos” en las que alude a la vuelta a los modos anteriores a la República por parte de terratenientes y autoridades.

El tema es demasiado controvertido para llegar a un acuerdo sobre las causas y sobre todo con respecto a las consecuencias de octubre de 1934. A la tarea de los investigadores se suma el hecho de que el PSOE sea un partido político que en la actualidad sigue una actividad democrática normal y se sienta atacado por esos hechos o el incesante despliegue de medios por parte de un sector de la derecha, aún interesado de responsabilizar del final de la II República y de la Guerra Civil a la izquierda. Aún así, podemos sintetizar las principales corrientes de pensamiento con respecto a las causas que llevan a la revolución de octubre.

En principio, tenemos la tesis de una insurrección provocada por el malestar de los trabajadores, que no deja de ser cierta, tanto en el sector de trabajadores del campo que eran mayoría y que sin embargo no participaron en dicha insurrección, (agotados y perseguidos por la anterior huelga del campo durante el verano), tanto de los mineros asturianos que si que se levantaron en armas. Aún así, este germen permanente, no justificaría la organización del movimiento por parte de buena parte del PSOE y la UGT y desde luego no explica en absoluto ésta. La tesis de que los socialistas organizaron y llevaron a cabo la revolución con el objeto de frenar un supuesto régimen fascista en España tiene sentido observando la Europa Contemporánea y el ascenso al poder de regímenes fascistas en varios países, parecía una amenaza real, lo que ocurre es que aunque Gil Robles hubiera visitado la Alemania nazi y sintiera respeto por ésta, los católicos españoles se encuentran muy lejos del nazismo, aunque parece que no tanto de la Austria de Dolfuss que había llegado a ser canciller en 1932 dirigiendo una coalición de derechas y que con motivo de una crisis, disolvió el parlamento e implantó una dictadura en 1933 de corte católico. Esa si parecía que pudiera ser una causa que generará desconfianza en el PSOE, aunque tampoco explicaría totalmente la actitud socialista por no tener ninguna prueba a tal respecto e incluso indicio alguno. Más aún, los líderes socialistas se mostraban radicalizados en sus intervenciones públicas. No sabemos si en esos momentos el PSOE había perdido toda confianza en la democracia o sencillamente no había asumido bien los resultados de las elecciones en los que un 63 por ciento de la población había votado a partidos de derechas. En resumidas cuentas, no parece que respetaran la democracia y se lanzaron a dar un paso más adelante, en defensa de los avances conseguidos por la República y que ahora, con la entrada del partido conservador que había ganado las elecciones un año atrás, parecían amenazadas. En resumidas cuentas, al PSOE no le servía ya la democracia republicana para conseguir sus objetivos, al perder las elecciones, se habría lanzado a una campaña de defensa de la República pero sin respetar la victoria electoral de la CEDA, también hay que recordar el accidentalismo de este partido que nunca se había declarado republicano y sí había una intencionalidad de acabar con la república. Está teoría, como causa si parece que se ajuste bastante a la realidad, teniendo en cuenta la trayectoria personal de Largo Caballero y el resto de líderes socialistas implicados en la revolución que seguirían siendo reformistas y no sospechosos de llevar a cabo una dictadura comunista. Según Santos Juliá, si que estaría en la voluntad de algunos líderes del PSOE el dar un paso más en la revolución, basándose, no en el comportamiento reformista que habían tenido, sino en la cultura del partido que era exactamente la de la revolución proletaria, aunque había sido por pasos y habían aceptado un primer paso ayudando y aceptando la república aunque ese no era todavía su objetivo real. Una vez salieron del gobierno, se sintieron traicionados por los republicanos y encontraron la justificación para llevar a cabo su revolución.

El discurso de Gil Robles en un mitin en Covadonga el 15 de octubre de 1933 deja claras cuales son las intenciones de la CEDA y su pretensión de romper con el régimen republicano:

“Proyectemos ahora una mirada hacia el porvenir... Nuestra generación tiene encomendada una gran misión. Tiene que crear un espíritu nuevo, fundar un nuevo Estado, una Nación nueva; dejar la Patria depurada de masones, de judaizantes… Hay que ir a un Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios.¡Qué importa que nos cueste hasta derramar sangre! Para eso nada de contubernios. No necesitamos el Poder con contubernios de nadies. Necesitamos el Poder íntegro y eso es lo que pedimos. Entretanto no iremos al Gobierno en colaboración con nadie. para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo…  Llegado el momento el Parlamento o se somete o le hacemos desaparecer…” Diario “El Debate, martes 17 de octubre de 1934.

Otra teoría, que por otra parte, no sería nada novedosa, es la que afirma que se habría tratado de una insurrección revolucionaria que habría dado lugar al inicio de la Guerra Civil española. Esta teoría venía siendo defendida por la propaganda franquista durante los años de dictadura y más recientemente ha tomado fuerza desde la aparición en 1999 del libro de Pío Moa, “Los orígenes de las Guerra Civil española”. El libro presenta abundante aportación de fuentes y está escrito con corrección académica, sin embargo, no deja de sacar conclusiones erróneas y desde luego, muy discutidas desde los círculos académicos. Parece muy aventurado concluir con la afirmación de que la Guerra Civil española comenzó el 4 de octubre de 1934, provocado por un movimiento revolucionario organizado y dirigido por el PSOE y en el que participaba toda la izquierda, cuando la república aún tendría casi otros dos años de vida, hasta que en julio de 1936 se llevara a cabo el alzamiento militar con apoyo de todas las derechas para derrocar a la república. Esta teoría está completamente desprestigiada porque responde a un interés político claro y es una evidencia que el inicio de la Guerra Civil no se produjo en octubre de 1934.

En cualquier caso, las causas debieron ser varias, y por ello, la teoría más acertada podría estar motivada por multitud de factores, todos ellos comentados con anterioridad.


 3.- PREPARACIÓN DE LA REVOLUCIÓN

En noviembre de 1933, tras la crisis del gobierno, Alcalá Zamora decidió convocar elecciones generales pero esta vez, la derecha se presentaba muy unida, después de los acuerdos del 12 de octubre e integraban a la mayoritaria CEDA, el Partido Agrario, Renovación Española, Comunión Tradicionalista, etc., mientras que la izquierda estaba totalmente fragmentada y los anarquistas pidieron la abstención. Con este panorama, la derecha obtendría una gran victoria alcanzando la mayoría de votos la CEDA, seguida de los radicales de Lerroux y a larga distancia ya los socialistas y formándose el nuevo gobierno presidido por Lerroux y el Partido Radical.


La victoria electoral fue para la derecha, consiguiendo 115 escaños la CEDA seguidos por el Partido Radical. Finalmente, se optó por una coalición CEDA-Partido Radical y como presidente del Gobierno Alejandro Lerroux pero manteniendo el programa de la derecha. Serían dos motivos los que llevaran a este éxito electoral, la unión de las distintas derechas y la decepción de las izquierdas por la lenta aplicación de la ley agraria y la fragmentación de la izquierda.

El bienio conservador supondría un retroceso con respecto a la labor legislativa del bienio anterior, de igual modo que supuso, especialmente, una traba psicológica para los ciudadanos de izquierda que verán parados los proyectos progresistas y esperanzadores del anterior bienio. Aún así, no falto algún ministro conservador-reformista como el de Agricultura, Manuel Giménez Fernández que defendió la ley adaptada a principios católicos.

La insatisfacción general de los trabajadores tanto del campo como de la ciudad, fueron aprovechados por una parte del PSOE que se sentía traicionada por los radicales y que no podía consentir que un partido que no había contribuido a la implantación de la República, y más aún, ni tan siquiera se sentía republicano, fuera a gobernar. Además, el socialismo, o parte del partido, pensaba que la República burguesa era el primer paso para llegar a la verdadera revolución socialista. En esas circunstancias, la crisis en el gobierno, que prendió con la mecha de la reforma agraria en Cataluña, hizo que en octubre entraran en el Gobierno tres ministros de la CEDA, lo que provocó un sentimiento de “declaración de guerra”, produciéndose la huelga general en toda España y en Asturias una insurrección armada que duró dos semanas y que fue muy duramente reprimida.

La preparación de la Revolución de octubre comenzó en enero de 1934 sin establecer una fecha fija y planteada como respuesta contundente a la amenaza de la CEDA de entrar en el gobierno radical. Así, un Largo Caballero, que siempre se había mostrado reformista y nunca revolucionario, siempre intentando el pacto antes que la ruptura, llevándole incluso al colaboracionismo con la dictadura de Miguel Primo de Rivera, llegó a la conclusión de preparar una insurrección que parase lo que consideraba a su juicio, un golpe de estado, ya que la CEDA nunca había aceptado la II República, y de hecho, su jefe, Gil Robles, había declarado en multitud de ocasiones su intención de combatirla y cambiarla cuando llegase al poder.

Para llevar a cabo esta revolución, lo primero que hizo Largo Caballero fue desplazar a Besteriro, Saborit y Trifón Gómez que según cuenta en “Mis recuerdos” eran partidarios de seguir como fuera con la legalidad y llevar a cabo el programa.
Como queda claro, la preparación material de la revolución fue inspirada por Largo Caballero y planeada y elaborada por el PSOE.

En primer lugar se celebró en Madrid una reunión de representantes de las organizaciones provinciales del partido para presentarles los planes o Instrucciones.

Estas instrucciones constaban de dos partes. La primera eran las Instrucciones Preliminares en las que se identificaba a los militantes más comprometidos y se constituyen Comités Revolucionarios Locales.

Las Instrucciones, en principio eran muy generales, la segunda parte, Instrucciones Generales,  muy poco elaboradas, se hablaba de formas de conseguir personas comprometidas, tanto entre el sindicato como especialmente dentro del Ejército, tarea esta última a Indalecio Prieto. También era importante la intendencia, la organización de los servicios y sobre todo la obtención de armamento y el diseño de la lucha armada.

Evidentemente, el plan provocó el rechazo de compañeros del partido y de parte de la militancia, aunque finalmente, fueron las milicias creadas por la UGT quienes se preparan militarmente en grupos dirigidos por mandos militares afines a sus ideas. Las tácticas militares parece  que serían en guerrillas y en barricadas.

En principio no se contaba ni con comunistas con los que se tenía una mala relación desde 1921 ni con los anarquistas. Sin embargo, la huelga general contra el acto de la CEDA realizado en Covadonga llevará al entendimiento con los comunistas a partir de septiembre de 1934.

El aprovisionamiento de armas iba a ser turbulento y donde el gobierno detectara que había movimientos encaminados a acabar con el gobierno o con la misma República, por medio de la violencia. En cualquier caso, aunque los comités locales tuvieran prohibido rebelar sus intenciones y dentro de las milicias revolucionarias llegara a penarse incluso con la muerte el desvelar los planes, Largo Caballero no dudará en numerosas ocasiones en amenazar con un movimiento revolucionario que por otra parte no tenía fecha prevista, aunque si la hora exacta, las 12:00 horas del día en que se diera la orden.

Los primeros planes con respecto a la consecución de armamento estaban encaminados a obtener la mayor información posible sobre depósitos de armas y polvorines. En cualquier caso, la adquisición de armas durante la preparación de los planes sería un desastre. Indalecio Prieto sería el encargado de esta importante tarea. Algunas de las acciones encaminadas a este objetivo, fueron la estafa en una oficina bancaria de Madrid, realizada por dos miembros de UGT disfrazados de capitalistas que sacaron el dinero de una cuenta inmovilizada de un noble. Con este dinero se conseguirían armas en Éibar y Hendaya. También en Madrid, cierto comisario, amigo personal de Prieto, proporcionaba armas procedentes de delincuentes y también de las depositadas en la Dirección General de Seguridad.

La forma de acumulación de armamento tampoco fue muy efectiva y la policía había encontrado buena cantidad de pistolas y proyectiles en una nave alquilada en el barrio de Cuatro Caminos y más tarde, nuevos depósitos de armas en Ciudad Universitaria y Ciudad Jardín, especialmente escandaloso fue el arsenal encontrado en los sotanos y teatro de la Casa del Pueblo.
Con todo, el caso más importante de adquisición de armas para la revolución más anunciada, sería, como se llamara posteriormente la “Operación Turquesa”. Indalecio Prieto se puso en contacto con un contrabandista de armas, Echevarria, que al parecer compraba las armas directamente al Consorcio de Industrias Militares y las vendía en el mercado internacional sin preguntar cual era el objetivo de éstas. Para el transporte de las armas, Prieto compraría un barco, el Turquesa, que sería destinado a trasladar tan importante material de guerra.

Las peripecias que llevarán al desastre de este aprovisionamiento de armas comenzaron en el puerto de Cádiz y continuarán durante todo su recorrido hasta Asturias, bordeando la Península Ibérica, desde la provincia de Huelva, Portugal, costa gallega, hasta llegar a la playa de Aguilar en Muros del Nalón donde fueron descubiertos por los carabineros y hubo de abortarse el desembarco poniendo rumbo a Francia. Prieto que se había desplazado a Asturias a dirigir la operación tuvo que huir y Echevarrieta fue detenido terminando así esta aventura de adquisición de armamento para la revolución.

La Revolución de Asturias no estaría bien organizada excepto a nivel teórico, sería un fracaso continuo, desde la preparación, hasta su desastroso final. El peor defecto en la organización, aún, con todos los fallos técnicos, sería el enfrentamiento con el sindicato del campo y no haber sido capaces de aunar las sensibilidades de todos los trabajadores.



 4.- OCTUBRE DE 1934 EN ESPAÑA

Resulta muy extraño que una revolución organizada por un partido político de la importancia del PSOE y de su sindicato, la UGT, además, habiéndose organizado minuciosamente, no fuese seguida en ninguno de los centros neurálgicos del país ni en todo el campo del sur de España y tan sólo tuviera importancia en Asturias y en bastante menor medida en Cataluña.

Una de las posibles causas de su escaso seguimiento debió de ser precisamente la dura represión que habían tenido los trabajadores del campo tras la huelga del verano en la que el sindicato FETT había estado enfrentado a Largo Caballero por no atender éste las necesidades específicas de los trabajadores del campo (alrededor del 55%) y éstos a su vez no someterse a la disciplina marcada por el PSOE y la UGT y llevar a cabo esta huelga sin el consentimiento de Largo Caballero y en contra de las indicaciones de éste.

De esta manera, en la capital de España, aunque existían armas suficientes y el Comité Nacional Revolucionario se encontraba allí, después de un primer momento insurreccional, no consiguieron los objetivos iniciales de asalto a la presidencia del gobierno y otros puntos estratégicos como el parque móvil o la emisora central de la guardia civil, con mayor éxito en el cuartel de La Guindalera donde entraron con ayuda de un oficial socialista. Hubo, desde luego, grupos de obreros muy activos desde el día 4 de octubre, en el que la huelga general dejaba la ciudad desierta, pero el fracaso sería debido por una falta de dirección que no puede entenderse desde el punto de vista de la organización de la revolución. Es probable que en el último momento la dirección creyera suficiente una huelga general pacífica para hacer recapacitar a Alcalá Zamora y sustituyese el gobierno. En cualquier caso, la falta de dirección ante lo que parecía una situación favorable dio al traste con la revolución en Madrid. Sencillamente, sería un desastre.

En toda la España rural la revolución no tuvo ninguna posibilidad debido a que los principales dirigentes del campo español estaban en la cárcel después de la huelga general de junio y los trabajadores agotados tras la última represión del gobierno.

Sin embargo, en Cataluña, en Barcelona Lluis Companys declaró el Estado Catalán  dentro de la República Española, a lo que el gobierno respondió proclamando el “estado de guerra”. Companys, sin embargo, se negó a repartir armas a la población e informó al Capitán General. En la noche de ese mismo día 6 de octubre aparecieron los primeros grupos armados y las barricadas en la ciudad. El ejército tomó los puntos neurálgicos de la ciudad, mientras que el general Batet se negó a llevar a cabo la violencia contra los insurrectos que le habían ordenado desde Madrid. Companys se rendía a las seis de la mañana.




 5.- REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934 EN ASTURIAS

El día 5 de octubre de madrugada comenzaba la “Revolución de Octubre de 1934”, con la unión de socialistas, anarquistas y comunistas, de los sindicatos UGT, CNT y SUM que contarían con unos 60.000 trabajadores en armas frente a una inicial fuerza militar reducida a 4.000 hombres entre soldados, guardias civiles y de asalto a los que inmediatamente se unirían por tierra las tropas de infantería procedentes de León, Galicia y Bilbao y más tarde las fuerzas de élite de la Legión y regulares, llegando a los 17.000 soldados bien armados y mejor entrenados, además de la marina y la aviación.

En Asturias, se tomo en serio la revolución, a diferencia de otras regiones españolas donde no hubo más movimiento que el de una huelga general. En palabras de Pío Moa, habría sido porque las masas todavía no estaban preparadas para el llamamiento que había hecho el PSOE y el nacionalismo catalán, sin embargo, parece que más tiene que ver con el cansancio y la persecución a la que habían estado sometidos los trabajadores del campo tras las jornadas de huelga del verano de 1934 y la negación de ayuda a éstos por parte de Largo Caballero y del PSOE durante dicha huelga que además no apoyaba.

A las 12:00 en punto de la noche como indicaban la Instrucciones, los trabajadores asturianos ocuparon sin ninguna resistencia por parte de las fuerzas del orden, edificios municipales y cuarteles de la guardia civil, constituyéndose como principales bases de operaciones las poblaciones de Mieres y Sama de Langreo con el objetivo de conquistar Oviedo. Sin embargo, el movimiento de las fuerzas gubernamentales fue rápido y el ataque contra los revolucionarios llegaría desde León, debiendo así los revolucionarios ocupar parte de la fuerza en la defensa y no en su objetivo principal de la ocupación de la capital.

El plan inicial de ocupar Oviedo por sorpresa, también fracasó, debido a que los encargados de dejar sin luz a la capital, que era la señal para que la organización obrera  se uniera a la revolución, no llevaron a cabo su misión, lo que originó que las fuerzas gubernamentales controlaran los lugares estratégicos y las calles de la ciudad provocando así lo que serían varias jornadas de lucha, en lugar de lo previsto que había sido una ocupación por sorpresa con el menor número de víctimas.

Dos días después del inicio de la revolución, finalmente, las columnas de mineros entrarían victoriosas en Oviedo, aunque rápidamente, durante la madrugada del día 7 de octubre las fuerzas gubernamentales comenzarían la batalla, ya dentro de la ciudad. Los revolucionarios ocuparon la estación de ferrocarril, la fábrica de explosivos La Majoya y el Depósito de máquinas y la nave de los talleres., sin embargo, las fuerzas gubernamentales actuaron fielmente y se mantuvieron en sus puestos, defendiendo sus posiciones y dispuestos a hacer frente a los revolucionarios, en el caso de los soldados de reemplazo, parece ser que se encontraba muy próxima la fecha de licencia. La batalla se extendió por toda la ciudad con algunos incidentes de persecución y asesinato de religiosos, aunque no fuese esa la tónica general como por otra parte se hiciera ver desde posiciones conservadoras, graves problemas de orden público, pillaje, etc. Que dieron lugar a que el Comité Revolucionario tomara cartas en el asunto y declarará que cualquiera que fuese sorprendido cometiendo este tipo de delitos sería juzgado y condenado a la pena mayor. En este aspecto, el comportamiento de los revolucionarios en toda la cuenca minera habría sido ejemplar a juzgar no sólo por los datos objetivos sino por declaraciones de los propios detenidos. Como curiosidad, con respecto a lo comentado sobre los religiosos, el episodio de la catedral de Oviedo, donde se alojaron parte de las tropas leales, fue elegido como punto estratégico para disparar al enemigo desde su torre, ocasionando así, graves daños en el edifico.

Uno de los objetivos más importantes, dado el fracaso del Turquesa y otras formas de aprovisionamiento de armas durante el periodo de preparación de la revolución, era la ocupación de la Fábrica de Armas que curiosamente fue abandonada por sus defensores sin plantear batalla y que daría a los revolucionarios buena cantidad de armas, especialmente fusiles, aunque a su vez se cometiera el grave error de no ocupar la fábrica de explosivos cercana de Santa Bárbara, lo que provocaría una escasez de munición que restaría eficacia a la revolución.

Para entonces, el gobierno de la república, a la vez que había ordenado el desplazamiento de regulares y legionarios hacia Asturias, llenaba de octavillas la ciudad para minar la moral de los revolucionarios, diciendo que la revolución había sido ya controlada en el resto de España y que se encontraban solos ante las fuerzas gubernamentales.

Al mismo tiempo llegaban a la ciudad, procedentes de Lugo una columna militar dispuesta a dar batalla y así mismo, sin desfallecer, se decidió continuar con la revolución, conociendo los resultados del resto de España e incluso ya dentro de Asturias, en la ciudad de Gijón que había sido un desastre de revolución ya que había sido llevada a cabo sin armas y sin un mínimo de cohesión ni ocupación de los principales edificios de poder. Al tiempo que partían de esta ciudad costera hacia Oviedo las tropas de regulares y la Legión, el día 11 de octubre, los revolucionarios tenían completamente controlada la ciudad y los únicos objetivos que les quedaban por conseguir eran la citada torre de la catedral que en principio no quisieron dañar, el cuartel de infantería y el de la Guardia de Asalto que por otra parte tenían sitiados y controlados.

Mientras las tropas de León habían sido neutralizadas en el Puerto de Pajares desde el día 5 de octubre, el día 7 desembarcaban las temidas tropas de regulares y la Legión al mando de Franco y de Yagüe en Gijón donde no tardarían en dominar la situación, aunque en esta plaza todavía durase la huelga hasta el día 16, pero ya abrían tiendas y cafés sin grandes problemas. Inmediatamente tomaron dirección hacia la capital desde el norte. A estas tropas se unían por el este, a través de Santander, otra columna procedente de Bilbao, lo que completaba la operación militar gubernamental desde los cuatro puntos cardinales. El día 11 el Comité Revolucionario ordenó la retirada y se disolvió, aunque los trabajadores no estaban de acuerdo con esta decisión y formaron otro Comité y decidieron continuar la lucha, aún sabiendo que estaban rodeados y sin posibilidad alguna de éxito. Los días 13 y 14 fueron de verdadera tragedia, actuando las tropas regulares con total impunidad, cometiendo todo tipo de tropelías, pillaje, violaciones, etc, a la vez que Yagüe ordenaba fusilamientos en masa sin ningún tipo de juicio o derecho a la defensa como ocurriría más tarde durante la Guerra Civil.

Al ser ocupada la capital el día 13 de octubre, los revolucionarios se refugiaron en la cuenca minera donde estaban dispuestos a seguir con la resistencia armada, aunque con la ruptura del frente sur y la llegada a Mieres del general Ochoa, se decidió negociar la paz y entregar a éste las armas, hecho que enfureció a Gil Robles, partidario, al igual que Francisco Frando, director de las operaciones militares y a Yagüe, ejecutor de las mismas. De esta forma se ponía fin a la revolución de Asturias de 1934 con un balance de represión brutal en el que las tropas de África sembraron el pánico no sólo entre los combatientes hechos prisioneros a los que el mando militar fusilaba sin juicio previo, sino la población civil que no había participado en la revolución que también fue víctima de estos crímenes, robos, violaciones, etc. Que eran alentados por sus mandos militares. De esta manera, fueron entre 1000, aproximaciones muy a la baja y 3000 muertos en la revolución, siendo especialmente dura con los trabajadores. Del lado de las fuerzas gubernamentales el número de bajas estaría en torno a los 300 muertos, habiendo también una treintena de religiosos asesinados mientras que el resto serían trabajadores, en su mayoría, una vez que llegaron las columnas de regulares y legionarios. Las muertes de los miembros de las fuerzas gubernamentales son perfectamente conocidos, siendo publicados con nombres y apellidos en el diario ABC, el jueves 25 de octubre de 1934.



 6.- CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN

Según Pío Moa, la oportunidad que tuvo Gil Robles de haber tomado represalias a nivel político contra la república y haber llevado a cabo los temores de la izquierda de acabar con la Constitución y con el régimen republicano en general se habrían disipado. Sin embargo, parece que Gil Robles, según informa Pedro Carlos González Cuevas, sí que había barajado esta posibilidad según el mismo cuenta en sus memorias y tuvo en su mano llevar a cabo un golpe de estado, pero la CEDA y los católicos no eran un partido fascista, su modelo político ideal era el Portugal salazarista. A diferencia de los monárquicos que ya habían llevado a cabo un golpe militar en agosto de 1932 y habían conspirado abiertamente tanto en el interior como en el exterior, los católicos tomaron una determinación mucho más racional y sobre todo pacífica que fue la de llevar a cabo una contrarrevolución pero manteniendo la legalidad republicana.

La represión iba a ser también brutal, como había sido la ocupación de Gijón y Oviedo por parte de las tropas de Yagüe. Todos los partidos de la derecha pedían en el Parlamento venganza, que no justicia. Se pedía la pena de muerte para todos los organizadores de la revolución a la vez que se homenajeaba a Yagüe y se recriminaba al general Ochoa haber negociado con los revolucionarios en lugar de haberlos exterminado.

El ministro de Guerra había ordenado a Franco durante el levantamiento asturiano que se extremara la violencia contra los izquierdistas y la misma tónica general iba a ocurrir tras sofocar la insurrección. Resultaron presos entre 15.000 y 30.000 personas en toda España, sin contar con los que cruzaron la frontera francesa. Las cifras no pueden ser más detalladas dado el carácter secreto con el que se desarrolló la persecución de los implicados, siendo las regiones más castigadas, Asturias, Cataluña y País Vasco y con el agravante no sólo de los encarcelamientos masivos de trabajadores sino de los malos tratos recibidos, característica de la marca policial española. Los dirigentes asturianos que no fueron hechos prisioneros huyeron en todas direcciones y los centros obreros y casas de los revolucionarios fueron asaltados y destruidos.

La derecha se vería triunfante e impondría sus criterios políticos, llevando a cabo la entrada de la CEDA en el gobierno y aplicando sin ningún tipo de cortapisa las políticas derechistas. La actitud revanchista de esta derecha, no sería el comienzo de la Guerra Civil como defiende la propaganda franquista y el “revisionismo” sino que estaría plagada de enfrentamientos entre los republicanos y los cedistas. Se llegó a abrir un proceso contra Azaña que nada había tenido que ver con la organización y ejecución de la revolución así como a los principales dirigentes socialistas implicados en la revolución, Largo Caballero e Indalecio Prieto, siendo condenados de organizador y jefe de la revolución el primero y siendo absuelto en noviembre de 1935 por el Tribunal Supremo y de rebelión militar a Prieto. Así mismo fue condenado el Presidente de la Generalitat Lluys Companys por rebelión militar a 30 años de prisión conmutados por la pena de muerte y que finalmente se aprovecharía de la amnistía general que llevó a cabo el Frente Popular a todos los presos políticos de las huelgas del campo y la Revolución de Asturias.

En cualquier caso, la revolución de Asturias no puede considerarse ni es considerada por los investigadores el inicio de la Guerra Civil española aunque la consecuencia principal fuese la separación definitiva entre izquierda y derecha, eso sí, no sólo existirían esas dos vías, en España en ese momento también existían los reformistas, aunque evidentemente según los posteriores acontecimientos no fueron sus ideas las que triunfaron sino las de los radicales de izquierda y de derecha.



7.- DEBATE Y REVISIONISMO.

El revisionismo histórico debe ser tarea de todo investigador, sin embargo, la connotación negativa de esta acepción viene determinada por el hecho de iniciar una investigación partiendo de los resultados que se pretende obtener y a los que se quiere dar gran amplitud propagandística con el objetivo de influir en la política actual. Es el caso del libro publicado en 1999 por Pío Moa, “Los orígenes de la Guerra Civil española” en el que de una forma un tanto pretenciosa se afirma: “este libro afirma que la insurrección de octubre de 1934, constituye rigurosamente el comienzo de la guerra española…”, sin atender a los acontecimientos posteriores, la continuación del gobierno…..al punto de no comenzar la Guerra Civil española hasta casi dos años después de estos sucesos y sin analizar las causas reales que llevarán a la preparación del golpe militar de julio de 1936. La crítica que ha generado Moa dentro del mundo académico ha sido feroz y sólo comparable y aún se queda corta, con respecto a su implacable y a la vez subjetiva obra en general. Los investigadores que más han influido en el desenmascaramiento de Moa y toda su obra han sido Reig Tapias y Espinosa que incluso han llegado a publicar libros desmontando las tesis de Pío Moa.

En la misma línea y a propósito de éste, Stanley. G Payne ha mostrado su apoyo incondicional a Pío Moa entrando en una dinámica de crítica constante al PSOE y a la izquierda en general, haciendo una campaña destructiva del periodo republicano en general en el que se vislumbra la intencionalidad política actual a propósito de una historia manipulada. Payne había sido un hispanista, que como todos los anglosajones que se acercaron al estudio de la etapa republicana y el posterior franquismo había condenado vehementemente el franquismo en sus obras. El cambio producido desde la primera década del siglo XXI parece coincidir con un cambio de orientaciones políticas personales en Payne.

Es un hecho probado el de la organización de la revolución por parte de UGT y el PSOE, lo que no es un hecho objetivo es que fuera el comienzo de la Guerra Civil, es más, desde la izquierda por parte anarquista y por la derecha, especialmente por monárquicos, se habían producido intentos revolucionarios como el de Sanjurjo en agosto de 1932, etc. Sin ir más lejos, durante el mismo año 1934, el día 31 de marzo, Antonio Goicoechea, dirigente monárquico en las Cortes, se reunió con Mussolini el que prometió a los monárquicos españoles un millón y medio de pesetas, 20.000 fusiles, 200 ametralladoras y 20.000 granadas, para el alzamiento monárquico, mientras que a su vez, los carlistas se instruían militarmente, compraban armas y llevaban a cabo una campaña de propaganda.




8.- BIBLIOGRAFÍA

- Avilés, Juan (2008): Los socialistas y la insurrección de octubre de 1934. En Avilés, J., coord., “Violencia política en España, 1875-1936”. Espacio, Tiempo y Forma, serie 5, n. 20. 30 pp.

- Fuentes, J.F., Largo Caballero. El Lenin español. Síntesis, Madrid (2005).

-Gil Robles, J.M. No fue posible la paz. Ariel, Barcelona (1968)
- Juliá, S. Los socialistas y la revolución
- Largo Caballero, F., Mis recuerdos (cartas a un amigo) Ediciones Unidas, S.A. México DF 1976. (pág. 77-85).
- Moa, P., Los orígenes de la Guerra Civil española Madrid, 1999. Encuentro.
- Ruiz, D., Octubre de 1934: Revolución en la República española Editorial Síntesis 2008.
- Thomas, Hugh, La Guerra Civil Española.  Grijalbo Mondadari, (vol. I pág. 148-181) Barcelona (1976).
- Tusell, J., Manual de Historia de España Historia 16, Madrid, 1994.

ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS:
-          Diario “El Debate, martes 17 de octubre de 1934.
-          Diario ”El Socialista” 20 de enero de 1888.
-          Diario ABC, jueves 25 de octubre de 1934.

RECURSOS DIGITALES:
-          González Cuevas, P. C., ¿Revisionismo histórico en España? On-line, “El Cabopletas” nº 82, pag. 14, diciembre de 2008.    



                                                                                                                                                
c     Autor: José Luis Romero Carretero.










miércoles, 24 de septiembre de 2014

EL DISCURSO POLÍTICO DE ADOLFO SUÁREZ DURANTE LA TRANSICIÓN. APLICACIONES METODOLÓGICAS.

El presente artículo hace un análisis sobre la evolución y trayectoria de Adolfo Suárez en el periodo de la Transición, centrándose y a través del discurso político utilizado.

El proceso de transición hacia la democracia estuvo marcado por la personalidad de Suárez e hizo posible el entendimiento y el consenso entre las distintas fuerzas políticas. Fue capaz de llevar a cabo una reforma política y de diseñar un nuevo modelo de estado habiendo evolucionado ideológicamente desde la doctrina falangista donde se formó y trabajó.

Llevó a cabo una apuesta política opuesta al inmovilismo de una parte de los sectores del régimen, supo conseguir el apoyo de otras familias franquistas y logró atraerse a las fuerzas de izquierda emplazadas en la ilegalidad.

Su proyecto de Ley para la Reforma Política fue un éxito, así como la legalización de los partidos políticos y los acuerdos económicos, Pactos de la Moncloa.



Otro triunfo de Suárez fue la creación de un gran partido de centro, la UCD que aglutinaría a liberales, socialdemócratas y demócratas-cristianos aunque no tendría un ideario propio y estaría siempre rodeado de tensiones entre los diversos grupos. Realmente fue el partido del gobierno, escogido por la monarquía.

Fue nombrado presidente del gobierno por Juan Carlos en el verano de 1976 tras la dimisión de Arias Navarro y representó la nueva aspiración aperturista del monarca, la reforma y la política trazada por el rey. Era el político ideal por su flexibilidad y ambición para llevar a cabo las propuestas necesarias para que partiendo de la legalidad franquista se pudiera llegar a la democracia.

La elección de Suárez como presidente del gobierno sorprendió a todos ya que se trataba de un político de segunda fila y los que se creía llamados para el cargo eran políticos mejor situados como Fraga o Areilza pero Suárez representaba lo que la corona pretendía en esos momentos.

Su primera intervención a través de la televisión sería precisamente de reconocimiento para hacer cómplice del proyecto a toda la sociedad. La televisión iba a ser a partir de ahora su gran aliada, Suárez fue ante todo un político mediático que aprovechó este medio de comunicación a diferencia de sus adversarios como Fraga. De esa manera Suarez da a conocer en televisión el mensaje diseñado por la corona y se gana a la audiencia controlando perfectamente el medio.

El primer paso hacia la democratización sería la presentación de la Ley de Reforma Política y su posterior aprobación por mayoría de la cámara. A la vez, el proyecto diseñado por el rey llevado a cabo por el gobierno debió mantener contactos con líderes de la izquierda, todavía en la ilegalidad. Tras la aprobación de la Ley, el discurso ante las cámaras pretendía la complicidad de la sociedad.
Este empeño por involucrar al pueblo como parte del proyecto llevará a convocar un referéndum y a pedir su apoyo en las urnas.

De entre las tres posibilidades que se presentaban, continuismo franquista, ruptura democrática y reforma política, se decidió por el último como línea centrista tendente a la reconciliación.
Las elecciones de 1977 volvieron a afianzar el proyecto del centro aunque sin mayoría absoluta y seguido de cerca por el PSOE, teniendo a los extremos, a derecha e izquierda a AP y PCE. Suárez volvió a utilizar la televisión y su discurso moderado apelando a la madurez y seriedad del electorado para que votasen por su opción, la de centro que él representaba.

En estas nuevas cortes, con 165 escaños de UCD, 118 del PSOE, 20 PCE y 18 de AP se va a llevar a cabo el proyecto constitucional, van a ser unas cortes constituyentes. Se nombará una comisión constitucional con siete miembros que representan a los grupos parlamentarios, tres de UCD, uno del PSOE, uno del PCE, uno de AP y uno de CIU.

Finalmente, la Constitución sería aprobada por una mayoría de la sociedad española, casi el 90% de los votos, habiendo pedido el SÍ la mayoría de partidos, especialmente UCD y PSOE.

En la elaboración de la Constitución no se puso en duda la inclusión de la monarquía, aunque si que hubo un amplio consenso en todo lo demás, estableciendo la Constitución las diferentes ideologías del panorama político.

Suárez expresará los mejores calificativos a la corona, los partidos políticos y a la sociedad, como artífices de esa Constitución.

Sin embargo, el papel de director de la Transición se irá apagando dentro del normal juego político por dos factores. Primero la incongruencia de los grupos diferentes que forman la UCD y segundo el desgaste progresivo al que le va a someter a Suárez el PSOE que llegará a proponer una moción de censura y que acabará con la dimisión de Adolfo Suárez.






Autor: José Luis Romero Carretero.

EL ORIGEN DE ALIANZA POPULAR

1.- INTRODUCCIÓN.

Alianza Popular aparecía en el escenario político español en octubre de 1976 de la mano del indiscutible líder, Manuel Fraga Iribarne, para aglutinar a todos los grupos procedentes del franquismo.



Las figuras políticas de primer orden del franquismo, finalmente, no fueron los responsables de la Transición pero sí que llevaron a cabo una actividad política muy importante marcando los límites y sobre todo defendiendo sus criterios. Una personalidad tan autorizada como era Fernández de la Mora, señala tres razones poderosas para acabar con lo que él y el resto de la derecha creían un Estado perfecto, refiriéndose a la dictadura de Franco. Estás razones serían, primero, la intervención extranjera, según su criterio, el resto de naciones necesitarían una España debilitada. También condenaría el resentimiento de los perdedores en la guerra civil y por último, las rencillas, frustraciones y ambición de poder de muchos de estos políticos procedentes del franquismo que no habrían podido conseguir sus aspiraciones dentro de la dictadura.

Estos políticos, no tenían ningún interés en destruir las instituciones del  régimen franquista ya que formaban grupos de élites o partidos distintos con intereses comunes que pretendían constituir una gran alianza de derechas. Así nació Alianza Popular, de la unión de siete asociaciones políticas o grupos de notables con sus respectivos líderes: Federico Silva Muñoz, Laureano López Rodo, Gonzalo Fernández de la Mora, Cruz Martínez Esteruela, Enrique Tomás Carranza, Licinio de la Fuente y el indiscutible líder, Manuel Fraga Iribarne que sería el último en unirse a la coalición. De todos ellos diría el embajador de EEUU en España,  Wells Stabler, que no tenían valor alguno como políticos y que eran unos rencorosos, como ya advirtiera Fernández de la Mora: "La Alianza Popular es una relación antinatural entre personas que sólo tienen una cosa en común: el rencor". Stabler pensaba además y así se lo hizo saber a Fraga en una reunión el 21 de julio de 1976 que mantenían una posición demasiado a la derecha y que según su opinión, la democracia cristiana ya tenía otra alianza de centro derecha que competía con AP por el continuismo.

Este nuevo partido nunca sería rupturista, pretendía el continuismo político con pequeños cambios no estructurales, sin tocar el fondo de los principios del “Movimiento”.

Fraga, sin embargo, participaría en la elaboración de la Constitución de 1978, aunque llegara a ausentarse en algunas sesiones por no estar de acuerdo con algunas novedades que se pretendían incluir en ella. Finalmente su partido votaría a favor de dicha Constitución, aunque con un fuerte enfrentamiento interno entre sus líderes. Siete de ellos votaron con Fraga a favor y otros cinco lo harían en contra. En ese momento abandonarían el partido algunos de sus líderes más emblemáticos por considerar que se faltaba a los principios del movimiento, sobre todo por el reconocimiento de las nacionalidades, la descentralización política, la pérdida de poder de la monarquía y la aparición de los partidos políticos.

Por otra parte Fraga intentó parecer menos extremista, negándose a realizar ningún pacto con partidos de la extrema derecha, aunque en realidad, nunca acabó de dar la imagen de un político democrático. Su pasado como ministro de un régimen dictatorial le impedía aparecer como verdadero demócrata. No era el único, de los “siete magníficos” como los bautizó la prensa, seis de ellos lo habían sido, lo que les dejaba en muy mala situación ante la opinión pública democrática.

A él se le debe, sin embargo, la integración de toda la derecha española, la antidemocrática e incluso la extrema derecha en nuestro régimen democrático. Aún en la actualidad, cualquier partido que se declara a la derecha del PP no llega a tener ninguna posibilidad con lo que este partido tiene que conjugar multitud de sensibilidades políticas.

La Derecha Democrática Española de la mano de su presidente, Federico Silva Muñoz, ex ministro de Obras Públicas durante el franquismo planteaba una unión de toda la derecha española incluyendo a Fuerza Nueva y la realización de un régimen presidencialista paralelo a la monarquía y la inexistencia de partidos políticos. Silva Muñoz representante también del catolicismo social y vicepresidente de la Asociación Católica de Propagandistas fue uno de los miembros de la junta nacional de Alianza Popular que votó en contra de la Constitución y más tarde durante el golpe de estado del 23-f tuvo contacto con los sublevados aunque no se pudo demostrar nada. Desde el momento de dimitir como ministro franquista en 1970 será, como parece práctica común entre los políticos españoles, presidente de CAMPSA y vicepresidente de Butano además de otros cargos importantes en otras empresas y escribirá en el ultra derechista diario “El Alcázar” ya en los años ochenta. Tras el fracaso electoral de junio de 1977 fundaría junto a Fernández de la Mora, Silva Muñoz, Tomás Carranza y otros militantes de Alianza Popular, un nuevo partido a la derecha de éste llamado Derecha Democrática Española (DDE) que desaparecería poco después.



2.- Muerte del dictador y nacimiento de la monarquía.

La muerte del general Franco el 20 de noviembre de 1975 y la proclamación de Juan Carlos I como rey de España siguiendo el nombramiento hecho por el dictador en 1969 por el que además se saltaban los derechos dinásticos que aún conservaba el padre del rey, Juan de Borbón, va a suponer el inicio de ese periodo que se ha bautizado como “transición” y que tiene un final más indefinido que la mayoría de investigadores sitúan en octubre de 1982 tras la victoria electoral del PSOE en las elecciones generales que ganaría por mayoría absoluta.

La proclamación de Juan Carlos fue posible gracias a la Ley de Sucesión de 1947 y a la designación de éste a título de rey como sucesor por el mismo Franco. Se trataba de dar continuidad al franquismo y a sus instituciones y en ello estaban todos los jerarcas del régimen y gran parte de la clase media o “franquismo sociológico” que parece ser que fueron fundamentales para la consecución de la Ley Orgánica del Estado en 1967 y era hasta donde en principio estaban dispuestos a abrir el régimen franquista y  su “democracia orgánica” los partidos que se formaron para defender las instituciones franquistas que luego crearían Alianza Popular.

Sin embargo, la monarquía de Juan Carlos I que aceptó la legitimidad procedente del régimen que naciera tras el levantamiento militar del 17 de julio de 1936 avanzaría hasta conseguir una democracia que aunque dirigida por los resortes del poder llegaría a ser reconocida internacionalmente.



El 22 de noviembre era proclamado rey Juan Carlos I, aunque no recayesen en él todos los poderes que acumulaba el dictador. Aún así, con respecto a su país era el rey con más poder en Europa. Con la muerte de Franco entró en vigor la división de poderes prevista por el dictador y que a la postre era lo que él concebía como apertura del régimen. Estas instituciones mantenían un equilibrio de poderes que debía garantizar el mantenimiento del régimen aunque con cierto grado de aperturismo y desde luego ya desprovisto de la acumulación de poderes en la figura de un dictador. Las instituciones al cargo de la continuidad serían la monarquía con Juan Carlos I como jefe de estado, el Gobierno y su presidente, el Consejo del Reino y las Cortes. De esta manera el monarca no disponía de los mismos poderes que Franco y sus decisiones debían ser aprobadas por una de las otras instituciones. El mismo día 22, durante el primer mensaje de la Corona el rey daba esperanzas cuando decía que su intención era reinar para todos los españoles. Sin embargo, en un principio nada cambió y el nuevo gobierno que se formaba con Arias Navarro como presidente ratificado en el cargo, pretendía una continuidad del sistema vigente y no un cambio institucional, menos aún, iniciar un camino hacia la democracia como en la actualidad es visto por buena parte de la sociedad.

Las fuerzas de la derecha pretendían un continuismo del régimen con mínimas concesiones, mientras que la izquierda en ese momento era partidaria de una ruptura. Varios ministros y personajes de primera fila del gobierno Arias Navarro formarían las primeras asociaciones políticas de la derecha para defender sus intereses. Juan Carlos rechazó en este primer momento tanto la ruptura como abrir un periodo de transición aperturista. Mientras tanto, la sociedad pedía libertades y la policía actuaba de idéntica manera que durante la dictadura, así tuvieron lugar en marzo de 1976 los “sucesos de Vitoria” en los que en una jornada de huelga la policía asesinó a cinco huelguistas e hirió de bala a otros 150.


La incapacidad de Arias Navarro en el gobierno le llevaría a pedir su dimisión el 1 de julio de 1976. Inmediatamente, Juan Carlos nombraría como jefe de estado y contra todo pronóstico a Adolfo Suárez, un personaje de segunda fila dentro del franquismo, que fue escalando puestos bajo la protección de Herrero Tejedor. Los líderes mejor situados menospreciaron este ascenso a la jefatura del estado por razones arbitrarias puesto que ellos consideraban que había que escalar puestos dentro de las instituciones por razones meritorias. Así Fraga y Areilza eran las personas mejor situadas para haber obtenido ese puesto llevándose una gran decepción que en el caso de Fraga le acompañaría toda su vida. Sería lo que José María Velo de Antelo definiera muy gráficamente: “Era vergonzoso ver como consejeros nacionales, procuradores en Cortes y <franquistas de toda la vida>, corrían para no perder el tren de lo que suponían se avecinaba. La desfachatez con que se manifestaban daba lástima. No tenían vergüenza.”

La tan alabada transición hacia la democracia no fue un camino de rosas ni tampoco llegaron las libertades y la democracia de la noche a la mañana. Por el contrario, el gobierno Arias Navarro mantenía intactas las fuerzas represivas del régimen franquista mientras que muchos políticos que ocuparan primeros puestos dentro de la dictadura aparecían unos como reformistas y otros como aperturistas y “demócratas de toda la vida”. De hecho, no habría cambio alguno durante los primeros ocho meses de vida de la monarquía, sólo continuismo que parecía que iba a ser la tónica general  dado que Juan Carlos había jurado las Leyes Fundamentales del franquismo y había mostrado respeto y gratitud a la figura de Franco durante su proclamación como rey el día 22 de noviembre de 1975.

Las primeras elecciones democráticas llegarían un año y medio más tarde de la muerte de Franco, el 15 de junio de 1977, en las que saldría vencedor el partido oficial, el partido respaldado por el rey y por los reformistas que obtendría 6.310.391, siendo la fuerza más votada, seguida por el PSOE que obtuvo 5.371.866, el PCE 1.709.890 y Alianza Popular con un decepcionante cuarto puesto con 1.504.771 y 16 diputados. La opción continuista parecía haber fracasado ante la oficialista que había optado claramente por dar al régimen un aspecto democrático que convenciera a la comunidad internacional y definitivamente, España volviera a las instituciones internacionales.   Todavía habría que esperar más para dotarnos de una Constitución, hasta diciembre de 1978, tres años después de la muerte del dictador y con el voto en contra de algunos diputados de Alianza Popular que no querían una España con partidos políticos, menos aún la legalización del PCE que se había producido en la Semana Santa de 1977 después de los atentados de Atocha en los que un grupo de ultraderecha asesinaba a tiros el día 24 de enero del mismo año en un bufete de abogados laboralistas a cinco personas, dejando a otras cuatro heridas. La nueva monarquía parlamentaria sería posible gracias a los pactos realizados entre el PSOE y UCD y también en parte y en contra de sus propias convicciones de Alianza Popular y del PCE. El PSOE ya había sido desprovisto de parte de su ideología, incluido el marxismo, en el congreso de Suresnes y Felipe González, su nuevo líder tenía gran conexión con la socialdemocracia alemana, a la vez que era apoyado internacionalmente por esa opción política.

Existían tres tendencias claras dentro de la derecha española durante el tardofranquismo y la Transición, mientras que Fraga desarrollaba su “teoría del centro”.

Por un lado estaban los inmovilistas que pretendían que todo siguiera igual con la muerte del dictador, en este grupo estaban FET de las JONS y demás secciones del falangismo y más tarde se organizarían en Fuerza Nueva todos los que pretendían un continuismo político basado en los principios fundamentales del franquismo.

Los partidarios de una tímida apertura o una evolución lenta desde las Leyes Fundamentales se organizaron en asociaciones políticas que luego constituirían partidos políticos y que se unirían finalmente para crear Alianza Popular.

Por último, estaban los rupturistas, personalizados en el partido del gobierno, la UCD de Suárez y que tenían como objetivo la consecución de un régimen democrático de corte occidental para España y que a la postre, serán quienes tuvieran más éxito, superando la presión del “franquismo sociológico” y sobre todo del “ruido de sables” que amenazaba desde los cuarteles. Esta dirección fue elegida, principalmente por la presión internacional que obligaría al monarca y al gobierno hacia el rupturismo político con la dictadura y la creación de una Constitución democrática y un régimen que garantizase la libertad, el liberalismo y la democracia pero siempre dirigido desde el gobierno y aceptando las prerrogativas de los generales.



3.- Origen de los grupos políticos que formarían Alianza Popular.

La necesidad de dar continuidad a las instituciones franquistas y al propio régimen dictatorial sería lo que provocase el nacimiento de asociaciones políticas y más tarde partidos, con el objetivo de esa defensa. En resumidas cuentas, era la forma de asumir la nueva situación creada con la muerte de Franco por parte de dirigentes que representaban a esa clase media bien situada durante la dictadura.
Los primeros grupos políticos que aparecieron desde dentro del sistema lo harían ya en los años cincuenta. En realidad, eran grupos de notables sin conexión con la sociedad, así aparecería en 1956 Unión democrática Cristiana y en 1957, Unión Española.

Sin embargo, no sería hasta 1977 cuando se creará la “Ley de Asociaciones Políticas”, con esa denominación para no dar la impresión de multipartidismo y no irritar a los sectores más marcadamente conservadores.

Así aparecieron los grupos de notables pertenecientes a la derecha franquista que finalmente dieron origen al Partido Popular. Estos grupos estaban enfrentados entre sí, pero tenían en común la defensa de un cambio progresivo que no constituyese la ruptura con las Leyes Fundamentales del franquismo.
Aparte de esos grupos que dieron origen a Alianza Popular, también estaba el Partido Popular de Areilza, más tendente al aperturismo, y Fuerza Nueva que pretendía mantener intacto el edificio franquista.

Los partidos que finalmente dieron origen a la fundación de Alianza Popular fueron siete:

- Reforma Democrática, cuyo líder sería Manuel Fraga Iribarne, personaje con gran peso político. Fue ministro de Información y Turismo desde 1962 a 1969 y vicepresidente del gobierno y ministro de Gobernación entre 1975 y 1976. Sería la última formación en llegar a esta alianza de las derechas españolas.



- Acción Democrática Española de Federico Silva Muñoz, también ministro de Franco. En este caso de Planificación y Desarrollo en 1973-1974 y de Educación y Ciencia entre 1974 y 1976. Muy relacionado con los sectores católicos y compuesta por numerosos miembros del CEU San Pablo y de la Asociación Católica de Propagandistas.



- Unión Nacional Española, cuyo líder era Gonzalo Fernández de la Mora, ideólogo franquista, monárquico, diplomático y también ministro de Obras Públicas entre 1970 y 1974. Esta organización aparece cuando todavía vivía Franco e incluso Carrero Blanco. Nace por un grupo de tradicionalistas que proponen realizar un homenaje a Víctor Pradera y Ramiro de Maeztu en el que intervienen destacados tradicionalistas y falangistas.

- Democracia Social, dirigido por Licinio de la Fuente que también sería ministro franquista de Trabajo entre 1965 y 1970.

- Unión del Pueblo Español cuyo líder era Cruz Martínez Esteruelas.

- Acción Regional de Laureano López Rodó, también ministro en distintas carteras desde 1964 hasta 1974.


- Unión Social Popular de Enrique Thomas de Carranza. Nació como asociación política también antes de la muerte del dictador con el nombre de Asociación Nacional para el Estudio de los Problemas Actuales (ANEPA)

Las primeras reuniones de personalidades del franquismo en casas particulares tuvieron lugar ya antes de la muerte del dictador, durante el año 1973 y una vez asumido  su inminente fallecimiento y la necesidad de perpetuar en el tiempo el franquismo, sin Franco. Con esta idea comenzaron a celebrarse reuniones políticas con el objetivo claro de organizar una asociación política siempre dentro del régimen, no sin cierta reticencia por parte de muchos que veían que estas asociaciones iban en contra de todos los principios del Movimiento Nacional.

Durante 1974 aparecieron todas estas asociaciones políticas dirigidas por personajes de relevancia dentro del franquismo y compuestas por una militancia procedente del franquismo sociológico. Sin embargo, a la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975 y antes aún, durante el verano de ese mismo año en el que Juan Carlos I asume los poderes de Jefe del Estado todos esos líderes van a comenzar a situarse para afrontar la nueva situación, acercándose a Juan Carlos y desprendiéndose de su pasado franquista.

Con el primer nombramiento de Arias Navarro y la evolución de los acontecimientos, especialmente por el miedo que tenían a la llegada de una posible democracia, los líderes derechistas llegaron a la conclusión de crear una asociación política al margen o paralela al régimen. Así, en mayo de 1974 tenía lugar en el domicilio de José María Velo de Antelo una reunión compuesta por importantes miembros de Falange, tradicionalistas y tecnócratas católicos con el objetivo de la reunificación de fuerzas o de las familias que sostenían el régimen franquista, llegando a la conclusión de crear una sólida asociación política. De esta manera tuvieron lugar varias reuniones más, teniendo como capítulo más importante al margen del nacimiento de la asociación, el hecho de que finalmente los falangistas no estuvieron de acuerdo en formar parte de ella. 

En resumidas cuentas, se trataría de multitud de partidos que se encontraban dentro del Movimiento Nacional y que de ningún modo pretendían su apertura a otros, ni de centro, ni mucho menos de izquierda.

Por otra parte, dentro de los que no habían estado de acuerdo en el proceso aperturista-continuista que pretendían estas asociaciones políticas, nació Fuerza Nueva, un partido que pretendía mantener intactos los principios ideológicos del Movimiento Nacional.


4.-  Nacimiento y evolución de AP.

La transformación de simples asociaciones políticas en un verdadero partido político se materializó en octubre de 1976 con el objetivo claro y conciso de defender las instituciones franquistas. Este hecho reflejaba la necesidad que habían expresado reiteradamente los líderes conservadores de contar con un partido político único que uniera a todas las familias que sostuvieron el franquismo. Durante los días 5, 6 y 7 de marzo, Alianza Popular celebró su Congreso Constituyente como federación de partidos, siendo la fecha de fundación legal del partido según el Registro de Partidos Políticos del Ministerio del Interior el día 4 de mayo de 1977.



Aunque en el apartado “historia” de la web del PP, por cierto, muy escueta, aparece lo siguiente:  “1976: Manuel Fraga funda Alianza Popular.”, lo cierto es que Manuel Fraga llegaría tarde a esta federación de siete partidos que el día 9 de octubre de 1976 se inscribiría para defender la ideología conservadora y continuista dentro del nuevo escenario político.

En su Congreso Constituyente fue presidente el padre del actual ministro de justicia, José María Ruiz Gallardón y vicepresidente José María Velo de Antelo, siendo elegidos finalmente como presidente del partido a Federico Silva Muñoz y como secretario general a Manuel Fraga Iribarne.

Hasta el último momento, Fraga, mantuvo la esperanza de ser nombrado Presidente del Gobierno pero el nombramiento de Suárez en julio, tras la dimisión de Arias Navarro, cogió a todo el mundo por sorpresa dejando a Fraga y su Reforma Democrática sin muchas alternativas, produciéndose el acercamiento a las otras seis asociaciones políticas que representaban el continuismo político. Se completaba, así, el número de asociaciones políticas que formarían Alianza Popular después de un largo proceso de acercamiento, reuniones y pactos entre las distintas secciones y familias que mantenían la dictadura. La verdad es que Fraga carecía de la simpatía del rey Juan Carlos y lo demostraría en numerosas ocasiones, al igual que la nueva formación política y todos sus miembros. En noviembre de 1976, declaraba al diario El País que  "Lo que estamos haciendo en AP es aislar a la extrema derecha y traer las fuerzas conservadoras hacia el centro". No era cierto, los falangistas no llegaron a un acuerdo con ellos por miedo al alejamiento de sus bases, no por diferencias ideológicas con “los siete magníficos”, además, la mayoría de éstos seguían defendiendo las Leyes Fundamentales y criticaban abiertamente el modelo democrático occidental al que se oponían. Es significativo el hecho de que el rey dijera al histórico diputado de AP, Rogelio Baon lo siguiente "¡Pero, hombre, cómo te has aliado con Fraga, que ni en Londres le han quitado el pelo de la dehesa!"  en clara alusión a su disconformidad con estas formaciones políticas y con sus líderes que hubiera preferido que apoyaran el cambio diseñado por el mismo y representado en la Unión de Centro Democrático.

En estos momentos crecía de forma espectacular el prestigio de Blas Piñar y su nueva formación política Fuerza Nueva, aunque no sería hasta 1978 cuando alcanzase su momento álgido. En realidad, los comienzos no fueron sencillos ya que tenían una dura competencia dentro del espacio político que deseaban ocupar. Por un lado estaba Fuerza Nueva y por otro Unión de Centro Democrático.

Fuerza Nueva no sentía ningún escrúpulo ni arrepentimiento por los crímenes del franquismo y recogió un ideario bastante simple y uniría a la extrema derecha siguiendo las distintas tradiciones, Falange Española, Falange Española de las JONS, etc., pero el grupo más fuerte va a ser el fundado por Blas Piñar en 1976 y finalmente aglutinaría a las distintas falanges. Su ideario, como el de la dictadura franquista, era bastante simple, continuar en el inmovilismo político y respeto a los principios surgidos del alzamiento contra la II República así como la implantación de una nueva dictadura. Se trataría de una mezcla de catolicismo integrista, falangismo y tradicionalismo.

Sin embargo, AP pretendía el continuismo político con un mínimo de concesiones aunque lo que sí que hicieron fue maquillar sus discursos intentando parecer un partido demócrata y de centro. José María Velo de Antelo, vicepresidente de Unión Nacional Española,  miembro de la primera Junta Directiva de Alianza Popular y Vicepresidente del primer Congreso de AP les llama directamente traidores cuyo único objetivo es encontrar un lugar dentro de la nueva situación política española a muchos de sus compañeros de partido. Estas críticas llegan al extremo con respecto a los dirigentes de la UCD.

Por otro lado, las Fuerzas Armadas fueron una amenaza constante durante todo el periodo además de constituir una ayuda constante al gobierno en el campo de la seguridad pública. Los militares conspiraban abiertamente contra el proceso aperturista, contra la democracia y contra los partidos de izquierda y nacionalistas periféricos.

La cúpula militar y toda su estructura eran íntegramente franquistas y absolutamente reaccionarios, agitados por el creciente terrorismo etarra y del grapo que atentaban abiertamente contra el estamento militar y muy incómodos con la creciente presencia de partidos políticos y la tolerancia con la izquierda política. El 21 de septiembre de 1976 Adolfo Suárez había nombrado como vicepresidente primero del Gobierno a un militar, Manuel Gutiérrez Mellado que a la postre sería el responsable, no tanto de modernizar y reformar las estructuras de todos los Ejércitos, sino de mantenerlos disciplinados y a las órdenes del poder civil para poder llevar a cabo el proceso de la Transición. En realidad, la Unión Militar Democrática era más bien anecdótica que una asociación militar con poder alguno, quienes tenían un poder real y la mayoría aplastante eran los que estaban próximos a los círculos ultraderechistas y defensores a toda costa del régimen franquista. De esta forma, tras haber sido perseguidos, juzgados, condenados y expulsados del ejército algunos militares de la UME, esta asociación se disolvió al día siguiente de las elecciones de 1977, mientras que un grupo de militares pasaron de la simple conspiración cuartelaría a la acción, llevando a cabo un plan de acción previsto para el 17 de noviembre de 1978 en el que pretendían asaltar el Palacio de la Moncloa con 200 policías nacionales y secuestrar al gobierno. Es lo que se llamó “Operación Galaxia” que fue desactivada por el gobierno, siendo detenidos Ricardo Sáenz de Ynestrillas y Antonio Tejero condenados a seis meses de prisión sin suspensión de empleo. En resumen, Gutiérrez Mellado fue el hombre llamado a mantener la calma dentro del ejército íntegramente franquista, y viendo la posterior evolución, lo consiguió.

Atendiendo a las relaciones personales entre políticos provenientes del régimen franquista, con la élite militar y con las más altas instituciones jurídicas, financieras, periodísticas, en resumidas cuentas, todas las instancias de poder, el  ideario de AP detallaba su adscripción al catolicismo, la Patria y la Monarquía, así como la defensa de las Leyes Fundamentales. Eran contrarios a la legalización del PCE, defensores del libre mercado y en principio, contrarios a la Constitución. Todo ello les hacía estar mucho más cerca de la dictadura franquista que de ningún tipo de evolución hacia ninguna democracia. Sin embargo, todo el empeño, no sólo de Fraga, sino de buena parte del partido era de crear una imagen distinta para llegar a tener unas bases sólidas.

En las elecciones de junio de 1977, Alianza Popular vio frustradas sus aspiraciones como partido continuista del franquismo sociológico y fue superada ampliamente por la UCD de Suárez y por el PSOE de Felipe González, quedando a una distancia bastante menor del PCE. El perfil de los candidatos aliancistas era básicamente continuista, casi el 30% de los candidatos tenían experiencia política dentro del franquismo, poco más del 50% eran licenciados universitarios y todos sus miembros pertenecían a la clase media-alta, siendo mayoría los abogados.



El partido ganador de las elecciones fue UCD, con 6.310.391 votos era partido fundado por el elegido por el rey para llevar a España hacia una democracia dirigida de corte occidental tras el fracaso político de los primeros momentos de la monarquía, seguido del PSOE con 5.371.866 con su nuevo líder, Felipe González que previamente había sido elegido secretario General del Partido en Suresnes en el XXVI Congreso del partido que abandonaría el marxismo tradicional para seguir las nuevas líneas de la socialdemocracia defendidas por el grupo de los “sevillanos”.  

Las contradicciones internas de este grupo político llegaron finalmente en el momento de votar a favor o en contra en las sesiones del Congreso y el Senado. El procedimiento seguido para llevar a cabo el proceso de “Transición” fue el que indicaban las Leyes Fundamentales. La Ley para la Reforma Política había sido el primer paso, aprobada por las Cortes en noviembre de 1976 y sometida a referéndum el día 15 de diciembre. Las elecciones de 1977 eran las primeras democráticas desde febrero de 1936 y AP tuvo que buscar el voto como un partido más dentro del amplio panorama político. De todas formas, los verdaderos problemas no llegaron con el revolcón electoral sino poco después. Las Cortes elegidas en junio de 1977 tendrían la importante tarea de elaborar una Constitución mientras que la fórmula elegida para realizar el anteproyecto constitucional fue encargárselo al Congreso de los Diputados en lugar de al Gobierno. En ese contexto se nombró una Ponencia compuesta por siete diputados, tres por el partido que había ganado las elecciones, UCD, Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez-Llorca y Miguel Herrero de Miñón, uno más del PSOE, Gregorio Peces Barba; otro del PSUC, Jordi Solé Tura; uno por parte de  Pacte Democràtic per Catalunya, Miquel Roca y uno más por parte de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne.

Los trabajos de la ponencia y las sesiones comenzaron de inmediato, en el mes de agosto y las negociaciones fueron duras llegando Fraga a ausentarse de varias de estas sesiones por incompatibilidad con el resto de “padres de la Constitución”. El líder de Alianza Popular llegaría a elaborar su propio modelo de Constitución completo con la ayuda de Laureano López Rodó.

El anteproyecto se discutió por separado en el Congreso y en las Cortes llegando a tener discrepancias entre uno y otro por lo que fue necesaria la intervención mixta para elaborar el texto definitivo que sería aprobado el 31 de octubre de 1978 con 325 votos a favor en el Congreso, 14 abstenciones y tan sólo 6 votos en contra de los que 5 de ellos pertenecían a diputados de Alianza Popular. Votaron en contra, Silva Muñoz, Fernández de la Mora, Jarabo Payá, Martínez Emperador y Pedro de Mendizábal, mientras que otros tres se abstuvieron, Licinio de la Fuente, Álvaro Lapuerta y Modesto Piñeiro. Esta situación dejaba bien a las claras las diferencias dentro del partido que llevaría a que abandonaran la federación la Unión Nacional Española y Acción democrática española, tres de los “siete magníficos”, Gonzalo Fernández de la Mora, Federico Silva Muñoz y Thomás de Carranza más otro diputado, Martínez Emperador. Finalmente, Federico Silva Muñoz crearía un partido formado por una coalición de partidos en 1979 a la derecha de Alianza Popular con el nombre de Derecha Democrática Española.

De esta forma, en las elecciones generales de marzo de 1979, Alianza Popular recibiría un importante varapalo presentándose bajo las siglas de CD, Coalición Democrática y obteniendo poco más de un millón de votos constituyéndose así como la cuarta fuerza política del país, por debajo del Partido Comunista de España que obtuvo casi dos millones de votos, el PSOE muy cerca ya de UCD con cinco millones y medio de votos y la Unión de Centro Democrático todavía ganador con más de seis millones doscientos mil votantes. Desde diciembre de 1979 cuando se celebra el III Congreso Nacional, se va a definir al partido como liberal y conservador, con pretensiones de llegar a ser un partido de masas con posibilidad de ganar unas elecciones democráticas, tras aceptar finalmente, también este último término.

Será en ese congreso en el que dimiten el presidente, Félix Pastor y los dos vicepresidentes donde el partido asuma realmente un carácter plenamente democrático  y la modificación de sus estatutos. Manuel Fraga asumirá en este momento de crisis la presidencia del partido de forma interina y será el momento en que se acepte el carácter marcadamente presidencialista que conserva el partido hasta la actualidad. La frustración de los primeros años en los que se vieron superados electoralmente, tanto por UCD como por el PSOE, hizo que Fraga intentase maquillar el partido sin hacer cambios estructurales. De la misma forma, Manuel Fraga había visto en la crisis de UCD el “peligro socialista” y comenzaba a propugnar la unión de todas las derechas obteniendo la negativa de Adolfo Suárez.


5. Conclusión.

Tras un largo periodo de dictadura militar en el que las derechas españolas se habían sentido muy cómodas, poco tiempo antes de la muerte del dictador es cuando comienzan los movimientos dirigidos a mantenerse dentro de lo que presentían un nuevo orden más o menos democrático en el que tendrían que asociarse y constituirse como formaciones políticas. Después de la muerte de  Franco las distintas derechas que conformaban el régimen se escindieron en un amplio amasijo de grupos y personalidades cuyo pensamiento iba desde la reforma progresiva hasta una minoría que creía en la ruptura y lo que a mi juicio llegó a implantarse con el tiempo, que fue ni más ni menos que la reinvención de unas derechas democráticas y liberales que en un primer momento no tenían apenas seguidores ni tampoco un pasado reciente en el que mirarse ya que habían aprovechado la dictadura para imponer sus ideas y prevalecer dentro de los círculos del poder. Parte del franquismo sociológico, desde luego, no la totalidad, ni mucho menos, se sentía avergonzado de la aceptación y sostenimiento de la dictadura franquista. Las élites de las distintas familias que mantuvieron a Franco en el poder, van a ser los que encabezarán esta tendencia asociacionista que comenzaría, como mínimo a partir de la aprobación de la Ley Orgánica del Estado en 1967 y era hasta donde en principio estaban dispuestos a abrir el régimen franquista y  su “democracia orgánica”.

Las primeras conversaciones fueron duras y encontradas, con unos líderes que se encontraban enfrentados entre sí por sus egos, sus distintas percepciones del régimen, sus propios beneficios y por haber sido todos ellos ministros y grandes jerarcas del franquismo. Aún así, estaban condenados al entendimiento que se consolidaría en la creación de la asociación de partidos que formarán la Alianza Popular dejando fuera por la derecha a las distintas falanges y a la parte más íntegra del franquismo que formaría el partido político Fuerza Nueva y grandes espacios de la sociedad en los que se encontraban altos y medios funcionarios, desde la Justicia hasta sobre todo la Defensa y la policía. Más “progresistas” serán los que junto a Adolfo Suárez, abandonaran sus viejas ideas para creer en una democracia real y pasarán a formar parte de la Unión de Centro Democrático (UCD).

En octubre de 1976 nacía Alianza Popular con el objetivo de reunir a todos los grupos herederos de la derecha franquista en una coalición, más que de partidos, de grupos de notables cuyos jefes estaban enfrentados entre sí, como hemos visto, pero que en el fondo lo que les unía era más que lo que les separaba.

Todos esos grupos pretendían una reforma limitada, no eran rupturistas, sino que pretendían dar continuidad a las instituciones franquistas con la menor pérdida posible de privilegios y sin salirse de las Leyes Fundamentales.

Desde el primer momento, los acuerdos llegaron a algunas conclusiones que manifestaban en su ideario y detallaba su adscripción al catolicismo, la Patria y la Monarquía, así como la defensa de las Leyes Fundamentales. Eran contrarios a la legalización del PCE, defensores del libre mercado y en principio, contrarios a la Constitución.

En las elecciones de junio de 1977, Alianza Popular vio frustradas sus aspiraciones como partido continuista del franquismo sociológico y fue superada ampliamente por la UCD de Suárez, por el PSOE de Felipe González, e incluso por el PCE.

Como partido también tuvo la importante tarea de colaborar en la elaboración de la Constitución de 1978, aunque, en principio no fueran favorables a la aceptación de una Constitución y que a la larga llevaría nuevamente al enfrentamiento entre sus líderes y la huida de algunos de los más característicos que además habían votado en contra de la Constitución y crearían su propio partido.
La derrota en las elecciones de marzo de 1979 era otra más de tantas desde que se iniciara este nuevo periodo democrático de la vida de España que llevó a la celebración del III Congreso Nacional de Alianza Popular con una crisis pronunciada y a plantear y llevar a cabo una primera refundación del partido y el convencimiento de su líder, Manuel Fraga Iribarne, de la necesidad de la unión de la derecha española ante el inminente avance del PSOE.

En resumidas cuentas, los comienzos del partido fueron duros en cuanto a la competencia con otros partidos y también con respecto a las contradicciones internas y las distintas tendencias que debía aunar Alianza Popular. En el lado positivo está el hecho de que Alianza Popular haya conservado en su seno una masa social más inclinada hacia la ultraderecha y por aquello del voto útil, no hayan prosperado mucho los partidos a su derecha y de esta forma no exista en España una ultraderecha fuerte como ocurre en el resto de países europeos.

Autor: José Luis Romero Carretero.