sábado, 5 de diciembre de 2015

EL DINERO DEL EXILIO

ÍNDICE:
1.- Introducción.
2.- Breve resumen del periodo.
3.- Análisis de la situación.

1.- Introducción.
El reparto y la utilización del dinero republicano sacado de España durante la huida desesperada anta la victoria franquista en la Guerra Civil han sido muy polémicos, haciendo gala los perdedores en la Guerra Civil de la misma desunión que había caracterizado el periodo bélico contra los rebeldes, durante el exilio.
Mientras los miembros del PSOE se enredaban en luchas fraticidas por el poder y por el control de los bienes económicos sacados de España, los cientos de miles de exiliados que abarrotaban los campos de concentración franceses, morían de hambre, frío y afectados por todo tipo de enfermedades.
Mientras estos políticos vivían en el lujo y la suntuosidad, los milicianos y sus familias no disponían de un mínimo de comida y ropas, además, los partidos políticos y sindicatos favorecieron los embarques hacia Suramérica de sus propios afiliados, en contra de anarquistas, comunistas y otros republicanos sin adscripción política. Los beneficiados fueron los socialistas, principalmente, republicanos y nacionalistas catalanes.
Las organizaciones creadas para la ayudad de los exiliados desde el primer momento de la derrota, como la SERE, en teoría estaban destinadas al auxilio y evacuación de los republicanos, como más tarde la JARE, una vez que el SERE adelantó que se había quedado sin fondos.
La JARE sería dominada por la sección de Indalecio Prieto y por los principales partidos, burocratizado con personas cercanas a estos partidos políticos republicanos, etc., con elevados sueldos que contrastaban con la miseria del resto de exiliados.
Una vez terminada la Guerra Civil y reconocido el régimen de Franco por Francia y Gran Bretaña, dimitió el presidente Manuel Azaña y el presidente de las cortes, Martínez Barrio se negó también a asumir la responsabilidad. De esta forma, sería Negrín quien asumiera el poder con el apoyo de parte de su partido y del PCE, respondiendo a esta autoridad y desafiándola Indalecio Prieto.
El final de la JARE llegará con la incautación de los bienes del exilio español por parte del gobierno mejicano en 1942 por sentirse traicionado y engañado por Indalecio Prieto.


2.- Breve resumen del periodo.
Varios eran los tesoros de los que va a disponer la élite republicana en el exilio, por un lado, los bienes embarcados en el Vita, sacados por el gobierno de Negrín y por otro, valores americanos y material aeronáutico adquirido en los últimos momentos de la República.
Estos bienes van a ser la causa del enfrentamiento directo entre los socialistas Negrín e Indalecio Prieto, principalmente porque este último se hizo cargo de esos bienes con la complicidad del gobierno mejicano. A partir de este momento, el liderazgo va a ser de Prieto que niega la existencia de los restos del gobierno republicano y creará un organismo para administrar los bienes transportados por el Vita, así nacía la JARE en julio de 1939 sin representación comunista. La Delegación de la JARE señalaba que su principal misión eran los cientos de miles de refugiados en el sur de Francia.
Por otra parte existieron muchos inconvenientes para hacer dinero efectivo todos esos tesoros perdiendo mucho valor en esta conversión. Tampoco se conoce el valor exacto, calculándose el valor de los bienes del Vita entre los 10 y los 50 millones de dólares, unos 2.000 millones de dólares en material aeronáutico y otros 429.000 dólares en valores iberoamericanos.
De todas formas hay que tener en cuenta los problemas para hacer dinero efectivo a esos bienes, desde los impedimentos internacionales que pone en marcha la dictadura franquista, pasando por los hombres de negocios sin escrúpulos que pretenden aprovecharse de la situación, la II Guerra Mundial, el deterioro físico del material almacenado y la necesidad apremiante de convertirlo en dinero en efectivo, etc.
Finalmente, con los millones obtenidos por los bienes del Vita, los casi 700.000 dólares de material aeronáutico y otros miles por la liquidación de valores, se ponía en marcha la Delegación de la JARE en Méjico.
El destino de estos bienes, como se ha dicho, tuvo un reparto tremendamente injusto, dominado totalmente por Indalecio Prieto, sin realizar inverntario alguno, manejado con total opacidad y sin ofrecer cuentas a nadie.
La Delegación llevó a cabo criterios elitistas en la contratación de su personal y en el reparto de fondos. El contraste entre los más desfavorecidos que vivían en la auténtica miseria y personajes relevantes de la política republicana como Martínez Barrio, José Miaja o la viuda de Azaña que disfrutaban de pensiones entre los 400 y los 680 pesos al mes.
Se atendía a mutilados, viudas, ancianos, etc., con subsidios a los refugiados que llegaban a Méjico. En septiembre de 1941 el balance del primer año en ayudas ascendía a 964.697,70 pesos.
Las pensiones anteriormente citadas y las altas retribuciones a personajes como Álbaro de Albornoz, Oteyza, etc., destacaban ante la falta de la más mínima sensibilidad con el resto de exiliados que recibían una aportación de 100 pesos por una sola vez y especialmente con exiliados en el sur de Francia.
Para la educación de los niños y la atención en comedores se creo el Comité Femenino y para la atención de los enfermos el servicio médico farmacéutico en 1940, además, las autoridades mejicanas pretendían que no se quedasen estos exiliados en la capital para lo que había que asentarlos en el medio rural por lo que se creo el HISME para promover empresas industriales que ayudasen a los exiliados y contribuyesen a mejorar la economía mejicana.
Aunque en teoría la ayuda republicana debía haberse centrado en los exiliados en Francia, la situación de los refugiados españoles en ese país era lamentable por las duras condiciones de vida a las que estaban sometidos. La rápida ocupación de Francia en la II Guerra Mundial agravó la situación al ser prohibidas las agrupaciones de ayuda a los españoles refugiados y la persecución de cargos políticos y militares republicanos para ser deportados a España donde serían juzgados y en su mayoría ejecutados.
A principios de marzo de 1939 había medio millón de refugiados españoles en el sur de Francia mientras que el gobierno mejicano declaraba su intención de acoger a todos estos españoles y facilitarles el pasaje hacia México, para ello contaría además con el apoyo y la ayuda de Cruz Roja.
Sin embargo, la realidad era mucho más cruel que estas declaraciones de buenas intenciones y los medios con que contaba el gobierno mejicano no hacía posible el embarque de semejante cantidad de personas y su alojamiento en el país de acogida. En principio, Prieto, creía que lo mejor sería para conseguir un pasaje facilitárselos a mutilados, enfermos, etc., personas que se encontraran en situaciones precarias mientras que los criterios de la legación mejicana eran profesionales, se debía dar prioridad a los que tuviesen oficios fáciles de integrar en el país de acogida. Estos criterios fueron cambiando, especialmente cuando Francia fue ocupada y los alemanes persiguieron a los responsables políticos y militares republicanos para entregarlos a Franco.
Desde la ocupación nazi de Francia, México se hacía responsable de todos los refugiados españoles, mientras que la Delegación cambia las prioridades para conseguir un embarque, siendo ahora los primeros los que hubieran tenido responsabilidades políticas en los gobiernos republicanos. Este fue uno de los principales puntos de discrepancia entre le gobierno mexicano y la JARE ya que Cárdenas era favorable a embarcar primero a quienes tuvieran oficios fácilmente asimilables en su país. Aún así, la contatación, así como la navegación oceánica fue muy complicado debido a la Segunda Guerra Mundial.
El cambio de gobierno y de personal también planteó dudas, mientras que todo seguía igual, las críticas a la JARE venían sobre todo de la CNT contra la actuación partidista de los embarques. En realidad, la confección de estas listas era alarmante, beneficiando principalmente a socialistas, nacionalistas vascos y catalanes, así como republicanos, discriminando a comunistas y anarquistas.
Hay que tener en cuenta que los embarcados eran minoritarios y la situación en el sur de Francia era penosa. El número total de pasajeros que financió el viaje la JARE, fueron 2.350 personas, además, era responsable de cubrir las primeras necesidades de los refugiados en Francia para lo que contaba con dos castillos, refugios y delegaciones en varias ciudades. El dinero gastado en Francia ascendía a cuatro millones de francos mensuales, cantidad insuficiente a todas luces, teniendo en cuenta además que más de 1.500.000 francos iba a parar a las altas jerarquías de la República y a subvenciones para éstos, así como para el pago de instituciones como el Parlamento de la República y las administraciones vasca y catalana.
El reparto del dinero fue, evidentemente, elitista y favoreció a personas y organizaciones políticas e instituciones que apoyaban al líder socialista Indalecio Prieto.
La JARE también ayudó a personas exiliadas en otros países, aunque eran menos numerosas, así hubo españoles en el Norte de África, en Portugal, aunque era más bien de paso, para viajar a otros lugares porque la dictadura de Salazar devolvía a los españoles a Franco. En Inglaterra, aunque su número era muy bajo, el nivel intelectual de los refugiados en este país era elevado. También había exiliados republicanos en Chile, Venezuela, Argentina, Cuba, Ecuador y en República Dominicana, dónde a pesar de su bajo número presentaron muchos problemas debido principalmente a la pobreza de la isla y al deseo de los españoles de viajar a México.
Después de todos los desmanes producidos en la gestión de Indalecio Prieto, la traición de la que se sintió víctima el gobierno mexicano con la aparición en noviembre de 1942 de fondos en EEUU, provocó la intervención de México y el fin de la Delegación hasta 1945 con la creación del gobierno republicano en el exilio.
La JARE siempre había sido una institución opaca que siempre rechazó toda solicictud de participación. En última instancia, quien controlaba las decisiones, y sobre todo, los fondos de la organización, era el socialista Indalecio Prieto, que en ningún momento estuvo dispuesto a aceptar control alguno, ni a jusrificar los gastos o las actuaciones realizadas en su gestión.
El descubrimiento por parte de Ávila Camacho de un importante capital, 2.300.000 dólares que manejaba la JARE sin su conocimiento provocó la crisis de confianza que llevó a declarar al gobierno mexicano el decreto de noviembre de 1942 en el que ponía fin a la JARE y se hacía responsable directo de todos los exiliados españoles. La posterior investigación de las actuaciones de Prieto y la JARE no pudieron esclarecer los gastos llevados a cabo por esa administración y que a la postre, pertenecían a todos los exiliados españoles. Indalecio Prieto haciendo gala de una gran opacidad en su administración, nunca ridió cuentas de su actuación, ni tampoco la COFARE fue capaz de esclarecer el asunto hasta que volvieran a entregar los bienes en 1945 a Martínez Barrio como presidente de la República y a Giral como presidente del gobierno en el exilio.
La CAFARE entregó todos los bienes administrados en septiembre de 1945, una vez reorganizadas las instituciones republicanas en el exilio, aunque no todos los grupos políticos entendían el porqué de unas instituciones sin un estado que gobernar. Se trataría de unos 12.784.042 pesos. El nuevo gobierno pediría cuentas de la actuación de la JARE y el SERE sin obtener ningún resultado positivo, Prieto seguía justificando la falta de inventario alguno y la opacidad de su siniestra gestión. De hecho, el nuevo gobierno republicano estaba convencido de que Prieto guardaba y atesoraba bienes que nunca declaró. En definitiva, ni Negrín ni Prieto presentaron jamás documento alguno para rendir cuentas de sus respectivas gestiones, lo que viene a confirmar las irregularidades manifiestas. Aún así, Prieto se enfrentaría ahora a Giral y volvería a liderar la vida política del exilio, aunque las críticas y el desprecio de los que se vieron desfavorecidos por su gestión sería importante.
Las conclusiones que pueden extraerse de “El dinero del exilio” son claras y concluyentes. Los cientos de miles de exiliados españoles sufrieron la miseria en su gran mayoría, exceptuando a personajes políticos relacionados con la República, que vivieron un exilio rodeados de lujo y abundancia y que el dinero republicano fue repartido de forma muy poco equitativa, ofreciendo privilegios a sus propios correligionarios políticos, especialmente a socialistas y republicanos de los distintos partidos.

3.- Análisis de la situación.
La SERE de Negrín quedaba desactivada, según éste por la falta de fondos en agosto de 1939 pocos meses después de finalizada la Guerra Civil Española y habiendo fracasado estrepitosamente en sus fines de evacuación y ayuda a los exiliados. A partir de ese momento se crea la JARE con sede en la capital francesa y con unos elevados emolumentos para los componentes de la Junta, de la cual se nombró presidente a Indalecio Prieto. Sería la llegada de los tesoros del Vita al puerto de Veracruz lo que le concedería a Prieto el cambio de poder real al hacerse cargo éste de sus bienes y erigirse en responsable de su gestión. Así, quedaría formada la JARE hasta 1942 en que el gobierno mexicano pasase a controlar las cuentas del exilio republicano.
La ocupación alemana de Francia supuso el cambio de residencia de la Junta a México, dónde sus miembros seguirían recibiendo importantes retribuciones de la misma forma que personajes influyentes en la extinta república recibían importantes subvenciones y pensiones.
El documento enviado por las asociaciones de refugiados españoles en México ofrece una visión gráfica de lo que estaba ocurriendo:
“Los que suscriben, refugiados políticos españoles y como tales titulares del patrimonio que usted como presidente de la JARE tiene en su poder (…) Lejos de cumplir con aquellos deberes, la JARE, así como el Comité Técnico, han prostituido su función, distribuyendo el dinero común de modo ilícito entre los amigos y partidarios de los gestores del mismo, obligando a la masa a vivir en la más paupérrima de las miserias (…) Entre tanto, usted y sus parientes y amigos, viven en casas suntuosas como la que usted posee en Nuevo León 103, y dilapidan  crapulosamente el dinero colectivo (…) A cuenta del patrimonio de los refugiados, ustedes, llevan una conducta en este país, que hace honor a los plutócratas y terratenientes españoles contra quienes el pueblo vertió su sangre en la guerra civil.”

El contraste con los cientos de miles de refugiados republicanos y la miseria que padecieron es digna de recriminación tanto a Negrín como a Indalecio Prieto, a sus luchas e intrigas por el poder, la apropiación indebida de bienes y la gestión partidista que se hizo de éstos. Su falta de sensibilidad con respecto a los combatientes republicanos, los mutilados, las viudas, los niños, etc., serán con seguridad expuestos en futuras publicaciones para sacar a la luz la obra de estos siniestros personajes que en la actualidad gozan del beneplácito, no sólo de la memoria popular, por haber sido víctimas del alzamiento de parte del ejército, con la ayuda de todas las derechas españolas, sino también de muchos investigadores que han tratado el tema con demasiada benevolencia, sin atender el desprecio realizado a las clases más desfavorecidas, la falta de asistencia a éstas y la apropiación de estos bienes con todas las consecuencias para su propio beneficio y el de sus partidarios políticos.

La gota que colmó el vaso para que las autoridades mexicanas interviniesen ante el despropósito de la gestión de los líderes republicanos en el exilio fue el descubrimiento por parte de Ávila Camacho de un importante capital, 2.300.000 dólares que manejaba la JARE sin su conocimiento y que a la postre, provocó una crisis de confianza que llevó a declarar al gobierno mexicano el decreto de noviembre de 1942 en el que ponía fin a la JARE y se hacía responsable directo de todos los exiliados españoles hasta hasta que volvieran a entregar los bienes en 1945 a Martínez Barrio como presidente de la República y a Giral como presidente del gobierno en el exilio, eso sí, sin conseguir que Prieto diera explicación alguna sobre su gestión, ni en ese momento ni posteriormente, lo que le convierte directamente en un traidor a los intereses republicanos.







José Luis Romero Carretero.

viernes, 4 de diciembre de 2015

EL TREN DE LA MEMORIA



Durante los años 50 del siglo XX se va a iniciar en España una emigración económica hacia los países más industrializados de Europa, intensificándose a partir del Plan de Estabilización de 1959 y durante toda la década de los sesenta hasta la crisis del petróleo en 1973. En total, van a ser más de 2.000.000 de personas las que van a abandonar nuestro país para buscar un mayor nivel de vida en la Europa rica.

Las causas señaladas por los investigadores para explicar este fenómeno migratorio tienen origen interno, como la elevada natalidad, la pobreza de buena parte del campo español y los bajos beneficios de la agricultura así como el débil desarrollo de la industria en España. De la misma forma, se señala también un origen externo basado sobre todo en el fuerte desarrollo industrial y la necesidad de reconstrucción de la Europa de posguerra, así como la necesidad de abundante mano de obra.

Atendiendo al número de emigrantes por comunidades autónomas, destacan por encima de las demás Andalucía y Galicia concentrando casi el 50% de las salidas, seguidas a gran distancia por Castilla y León, Madrid y la Comunidad Valenciana. Sobre las dos últimas cabe destacar que muchos de esos emigrantes procedían del campo español que ya habían realizado una primera migración campo-ciudad.

En cualquier caso, el perfil del emigrante español siempre era el mismo, personas procedentes del campo español, sumidos en la miseria radical, con pocos o nulos estudios ni capacitación profesional alguna cuya única esperanza para sobrevivir ellos mismos y los familiares que quedaban en España era esa humillante emigración a Europa, especialmente a Alemania.

El documental “El tren de la memoria” cuenta el regreso de una persona que recuerda el momento en el que cientos de miles de españoles emigraban a Alemania durante los años sesenta y el reencuentro con una compañera suya que decidió quedarse en Alemania como trabajadora social en Cáritas y la comunidad de emigrantes que aún quedan en ese país.

Expresa perfectamente las miserias de la España rural y la necesidad de emigrar, así como el momento histórico y la masiva emigración de personas sin formación y proveniente del campo español, llenando trenes de desheredados hacia el corazón de Europa. Las imágenes sobre el trabajo en el campo y su pobreza impactan tanto o más que esos trenes cargados de emigrantes.

Una vez llegados a Alemania, se les hacía saber que eran diferentes e inferiores. Los emigrantes españoles eran tratados como si fuesen presos sin ningún tipo de derechos, en algún momento del documental me recuerda el trato ofrecido y la organización de los campos de concentración nazis. Se les hacía perder su dignidad y eran apartados del resto de la población, viviendo en barracones cercanos a sus puestos de trabajo, sin ningún tipo de servicios básicos y con estrictas normas de convivencia, separando a hombres y mujeres, incluso a los casados. En definitiva, los trabajadores españoles fueron entregados a Alemania para que las autoridades y las empresas les manejasen a su antojo y fueran tratados casi como esclavos.

El choque cultural también era muy importante, teniendo en cuenta que Alemania disfrutaba de un nivel económico y social muy avanzado, especialmente en esta época después de la reconstrucción alemana, contrastando fuertemente tanto con la miseria de los emigrantes españoles, como con su baja formación, en la mayoría de los casos se trataba de analfabetos y también el contraste de culturas, los españoles muy apegados a su tradición católica y a sus costumbres.

Los dos millones de españoles emigrados fueron a parar a las fábricas alemanas convirtiéndose en obreros, separados de los alemanes que obviamente ascendieron en sus puestos al llegar esta inmensa cantidad de mano de obra barata. Fueron a parar a todos los sectores, desde el textil hasta la mensajería.

El documental también habla de sentimientos, expresa la dureza del exilio, la melancolía, los recuerdos de sus familiares y seres queridos, las largas horas en los barracones pasando frío y necesidades, el intercambio de experiencias, etc.

Nos enseñan las barracas en las que vivieron estos emigrantes, sin ningún tipo de comodidad, de hecho, habían sido construidas y utilizadas con anterioridad como caballerizas. Este punto, nos señala claramente lo que representaban los emigrantes españoles para las autoridades y empresarios alemanes, mano de obra barata que no generaría conflictividad social y que haría funcionar sus prósperas fábricas y empresas que a la postre harían realidad el gran desarrollo económico alemán y el despuntar como uno de los países más desarrollados del mundo y líder y motor de la actual Unión Europea.

Los protagonistas del documental nos cuentan como también la sociedad alemana les humillaba, les hacían sentir distintos e inferiores. Posteriormente vino el hacinamiento en barrios muy pobres donde vivían varias familias en un mismo apartamento, trabajando a doble turno y sin poder verse las familias en toda la semana, incluso teniendo que mandar a los hijos a España para que los cuidasen los abuelos y otros familiares.

Por otra parte, los alemanes necesitaban esa mano de obra y su baja conflictividad pero a su vez, debían esconderla y mantenerla apartada de una sociedad avanzada con costumbres cosmopolitas y acostumbrados a pensar como había dicho el nazismo unos décadas antes “una raza superior”, y eso realmente es lo que parecía y como se mantenían las diferencias con los emigrantes españoles. El documental muestra también la frialdad y la dureza del capitalismo, el lado más oscuro de la revolución industrial, miles de obreros trabajando a ritmo frenético para abastecer a unas máquinas que nunca paran, nuestra protagonista cuenta como le parece imposible en un primer momento llegar a poder asimilar aquella velocidad a la que funcionaban las máquinas.

El momento histórico y el fenómeno migratorio plasmado en el documental destruye el mito que la propaganda franquista se encargo de publicitar y desmiente las versiones oficiales, mostrando con toda crudeza la realidad que vivieron los emigrantes españoles, la vergüenza que sintieron en tantas ocasiones, la humillación continua a la que estuvieron expuestos, el rechazo cultural y humano, mientras que mantenían a sus familias en España. Fueron maltratados doblemente a su vuelta cuando se encontraron que sus familiares habían encontrado buenos trabajos en España mientras ellos mantenían esas familias desde el extranjero y a su llegada se encontraron con que tampoco tenían trabajo en España porque quienes se habían quedado los habían ocupado.

El responsable de emigración en ese momento lo describe como una operación ejemplar, con todos los movimientos estudiados y organizados desde el gobierno español junto con el alemán. La dictadura franquista se encargaba de difundir su propaganda de orden, alegando que todos los españoles llegaban con contrato de trabajo y eran alojados en hoteles cuando la realidad que presenta el documental es en todo contraria a esa propaganda, incluyendo esa tan aireada falacia que se repite hasta la actualidad de que los españoles emigrantes salían de España con contrato de trabajo. El documental desmonta también esa mentira señalando que la mitad de esos dos millones de españoles emigraron sin contrato laboral.

Otro aspecto ofrecido por el franquismo era el de la superación y la mejora económica, la supremacía de la cultura española y las buenas y cordiales relaciones entre españoles y alemanes, así como el intercambio cultural y el hermanamiento. El documental ofrece la cruda realidad y las mentiras del régimen franquista. Los protagonistas nos cuentan directamente, la vergüenza y la humillación a la que se vieron sometidos, separados de la población alemana con la que tenían el mínimo contacto en los centros de trabajo, sometidos a normas estrictas que recuerdan los campos de concentración nazis.

Los españoles que venían a España de vacaciones echaban el resto en presumir sobre el bienestar económico del que disfrutaban en Alemania y hasta el cine llevó a sus pantallas este hecho que también niegan los protagonistas de este documental, aclarando que incluso muchos de estos emigrantes decidieron no volver a España por la vergüenza que les causaba el no haber conseguido prosperar tal y como la propaganda franquista había conseguido transmitir a la sociedad española.

La propaganda ofrecida por el régimen franquista, especialmente en el NO-DO, ofrece una imagen totalmente tergiversada de la integración de los emigrantes españoles y de su acogida, del cariño y la hospitalidad alemanes y del intercambio cultural. La postura oficial sobre este momento histórico fue otra forma de engaño general a la sociedad española, difundida por todos los medios de comunicación y asimilada por una sociedad sin posibilidad de contrastar información.

El objetivo había sido marcado en el Plan de Estabilización y las remesas de los emigrantes fueron decisivas en el desarrollo español, por ese motivo se hacia esa propaganda.

Finalmente, algunos emigrantes, junto a la izquierda alemana y alentados por ella llegaron a tener una conciencia de clase y descubrieron que habían estado sometidos durante años. En ese momento comenzó una nueva fase en la que la conflictividad social comenzó a ser un problema para los empresarios, se había acabado en buena parte ese sometimiento y habían descubierto su fuerza gracias a la gente comprometida, aunque minoritaria y comenzaron las huelgas para pedir derechos, para pedir unas condiciones mínimas de vida e incluso se comenzó una lucha contra la dictadura franquista con la que la clase obrera alemana llega a solidarizarse. Tanto es así, que el régimen franquista empieza a vigilar de cerca a la comunidad emigrante por su deriva obrerista e incluso hacia el PCE. Las casas de España y las campañas dirigidas desde nuestro país estaban dirigidas a que los emigrantes pensaran y estudiaran lo menos posible y recibieran solo la información y sobre todo las fiestas y la cultura española. Esa era la forma de combatir del régimen al nuevo pensamiento de una buena parte de los emigrantes españoles. De hecho, el régimen franquista ofrecía la “operación patria” para contrarrestar cualquier forma de desvinculación del franquismo por parte de los emigrantes. Nuestros protagonistas cuentan como se trataba de una nueva forma de humillación hacia sus compatriotas en el extranjero.

El documental me interesa como posible fuente de investigación para estudiar el fenómeno racista y xenófobo del nazismo alemán y la posterior evolución en el comportamiento de la sociedad alemana con respecto a los emigrantes, primero aceptándoles como mano de obra barata que solucionaba su necesidad de falta de mano de obra y posteriormente su desprecio, a partir del inicio de la crisis en 1973 y la acusación dirigida a estos inmigrantes de ser culpables del paro entre la población germana y el odio a los extranjeros. El estudio entraría a considerar este fenómeno en la actualidad y ampliado al resto de Europa pero centrado en nuestro país y esa peculiar visión que una parte importante de la sociedad tiene con respecto a la inmigración y el trato al que son sometidos. En resumidas cuentas, el trabajo sería sobre la inmigración extranjera en España desde los años noventa hasta 2015, incluyendo la actual crisis de refugiados procedentes de la guerra civil siria en la que han abandonado ese país más de cuatro millones de personas convertidas en refugiados y casi ocho millones de desplazados internos.

En dicho trabajo debo reflejar el comienzo de una tibia inmigración a mediados de los noventa y que comienza a crecer mucho más deprisa a partir del año 2000, me interesan mucho todos los datos objetivos, todos los números, datos y tablas, pero el objetivo básico de ese trabajo ha de centrarse en la sociedad española, en la forma de acoger a esos inmigrantes, como ha calado buena parte de la propaganda ultraderechista, “los españoles primero”, en buena parte de la sociedad, el ¿por qué se tiene la sensación de que los extranjeros obtienen mayores beneficios sociales que los españoles?, el desprecio a éstos en tiempos de crisis por la competencia por los trabajos menos cualificados y en resumidas cuentas, el miedo al distinto, el miedo a su cultura y en muchos casos el desprecio y el odio hacia los inmigrantes. Pretendo realizar una comparativa entre lo que fue el nazismo y los distintos fascismos en los años treinta del siglo XX, sus reminiscencias dentro de la próspera Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial y el mantenimiento de las ideas xenófobas y racistas, especialmente dentro de la dictadura franquista y sobre todo, la comparativa con el momento actual, todo el proceso de inmigración que ha ocurrido en nuestro país y la evolución de nuestra concepción de los inmigrantes, así como la mayor, menor o nula aceptación de los extranjeros, dependiendo de su cultura o su procedencia. Todo ello, debe ser observado, teniendo en cuenta el tema central del documental “El tren de la memoria”, el trato ofrecido a los emigrantes españoles en Alemania, su evolución durante los años sesenta y el momento en el que llega la crisis en 1973 y la reaparición de los neofascismos o neonazismo, así como la continuación en España del pensamiento ultraderechista avalado por una dictadura que inició su andadura de la mano del fascismo italiano y el nazismo alemán y que se consolidó en el tiempo hasta la muerte del dictador en el año 1975.

Las conclusiones más importantes a las que se puede llegar después de ver este documental es la manipulación mediática que pretende justificar tanto la explotación alemana de la clase obrera, en este caso, de los inmigrantes españoles, así como la vergüenza de la dictadura franquista y la miseria de un país, España, del que tienen que emigrar más de 2.000.000 de personas procedentes del campo. 

José Luis Romero Carretero. 








jueves, 3 de diciembre de 2015

Movimientos migratorios en España desde mediados del siglo XX.

El cambio de gobierno llevado a cabo en febrero de 1957 y la entrada en éste de nuevos ministros tecnócratas, procedentes del Opus Dei, llevaron a cabo una nueva política de liberalismo económico. Se va a aprobar el Plan de Estabilización en 1959 y se abandonará la autarquía llevada a cabo desde el final de la Guerra Civil, además de abrir las fronteras para dar salida a casi un millón y medio de españoles consumidos en la miseria, y a su vez, contribuir a la reconstrucción de Europa, a la que se dirigieron más de un millón de emigrantes españoles, ya que se encontraba inmersa en un acelerado proceso de desarrollo y con gran necesidad de mano de obra no cualificada para ocupar los puestos de trabajo menos atractivos y peor remunerados.


La situación que padecía España era completamente distinta a la del resto de países europeos occidentales. Mientras que nuestro país se encontraba estancado económicamente, sujeto a una autarquía impuesta tras la Guerra Civil, por causas ideológicas y en parte también por las malas relaciones internacionales de una dictadura de corte fascista que había sido impuesta en parte por la ayuda de los perdedores en la II Guerra Mundial, el desarrollo económico y el progreso que se estaba llevando a cabo en el resto de Europa Occidental, gracias al Plan Marshall primero y a la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, eran enormes y la necesidad de mano de obra no era cubierta por su propia población, necesitando remesas de emigrantes de los países del sur y de Turquía que ocupasen los puestos que requerían menor especialización.

En realidad, la emigración hacia Europa había comenzado antes de mediados de los años cincuenta, exactamente, desde 1945, en el momento de finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero se trataría de un fenómeno limitado que llegaría a sus máximos entre los años 1960 y 1973. El total de emigrados españoles en esos años es difícil de precisar ya que existía una emigración asistida y otra no regulada, por lo que los datos finales distan mucho entre unos autores y otros. En cualquier caso, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis de 1973, habrían salido de España alrededor de 2.600.000 españoles. El perfil de estos emigrantes era el de jóvenes varones entre 20 y 40 años, escasamente cualificados, siendo las provincias andaluzas, Galicia, Madrid (la capital había sido destino de emigrantes del interior peninsular) y Valencia las zonas más afectadas por esa emigración y Alemania (país de emigrantes tradicionalmente), Suiza y Francia los destinos mayoritarios de los españoles. 


Paralelamente, se estaba produciendo una emigración o “éxodo rural”, primero hacia las capitales de provincia y más tarde hacia las zonas más desarrolladas y dinámicas del país como son Madrid, Cataluña y País Vasco. Las zonas del interior, ambas mesetas, quedaron despobladas debido a la gran miseria que existía en el campo español, contando las estimaciones más tímidas, más de 3,7 millones de personas que al final del periodo, a mediados de los años setenta habrán dejado despoblado el interior de la Península con la excepción de Madrid, a favor de las zonas costeras y las islas.

La diferencia entre esta emigración interior y la exterior es que la primera era mayoritariamente definitiva, mientras que la segunda era adoptada como temporal. En el caso de la inmigración de los pasados años a España estos movimientos migratorios son también enfocados como definitivos a diferencia también de la emigración española actual que también es planteada mayoritariamente como temporal.

Esta emigración española se vio estimulada también por causas internas desde el Plan de Estabilización en 1959, principalmente, por un fuerte crecimiento demográfico, el crecimiento del paro, miseria en el campo español, excedente de población agraria sin capacidad de absorción en la débil industria española, etc. Algunas de esas causas las vemos en la actualidad en muchos países de los que proceden los inmigrantes llegados a España.

Las causas externas son más conocidas y  ya han sido apuntadas anteriormente, básicamente sería la rápida reconstrucción europea tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al capital estadounidense que favoreció una amplia oferta de empleo en los trabajos más duros, haciendo a la vez subir en el escalafón a los trabajadores propios de cada país.

La diferencia principal entre la emigración española de los años setenta y la actual, está en el grado de especialización de los trabajadores. Mientras que en la actualidad, la mayoría de los emigrantes españoles son jóvenes con formación universitaria, durante los años setenta, también se trataba de jóvenes pero en aquel caso se trataba de mano de obra sin cualificación, principalmente provenientes de las zonas rurales. Ha cambiado mucho la formación de los emigrantes, pero existen también coincidencias, como la edad, jóvenes entre 20 y 35 años, atrapados en un porcentaje de paro juvenil difícil de asumir para cualquier país, tanto en la década de los sesenta como en la actualidad.

La crisis económica actual, iniciada en 2008, ha hecho que se reduzca drásticamente la inmigración extranjera que llegaba a nuestro país, tanto por las nuevas leyes antiinmigración como la última Ley Orgánica de Seguridad Ciudadana, como por el recorte de derechos como la sanidad, que afectan a los inmigrantes que han hecho que España no sea un país de atracción, especialmente por la falta de objetivos laborales y que ha hecho también que cientos de miles de extranjeros que han perdido sus puestos de trabajo, hayan regresado a sus países de origen. Ahora bien, los conflictos bélicos en los que están inmersos en buena parte de África y Oriente Próximo, especialmente en Siria, están provocando movimientos de personas que están haciendo que miles de inmigrantes se agolpen en las fronteras del sur y sigan llegando a las costas europeas huyendo de la desesperación, de la guerra y de persecuciones políticas y religiosas.

El inicio de la inmigración en España comienza a ser un fenómeno de importancia demográfica y económica a partir de los años noventa del siglo XX. Sus causas son el desarrollo económico español, basado en la construcción y en el turismo, además de haberse convertido nuestro país, en residencia permanente o de buena parte del año de jubilados de países de Europa Occidental que buscan regiones con climas más cálidos.

Lo cierto es que el espectacular aumento de población que había experimentado España en los últimos años se ha visto frenado y está decreciendo precisamente por el abandono de nuestro país, tanto de extranjeros que han perdido sus trabajos, como de jóvenes españoles que no pueden acceder a él.

Durante el 2014 la emigración ha sido algo menor que en 2013 según los datos del INE, donde se hace diferenciación entre extranjeros que han abandonado el país en número de 330.559 personas y no veían un futuro laboral próximo y los inmigrantes que han llegado, como digo, no siendo en su mayoría el destino final sino como lugar de paso a Europa obligado, buscando otros destinos que presentan mayores oportunidades laborales, estos serían 265.757 inmigrantes, lo que daría un saldo negativo de 64.802 personas.

El número de españoles que abandonaron el país en 2014 también fue menor que en 2013 y asciende a 78.785 españoles, dentro de los cuales se hace otra diferenciación, que es la de españoles nacidos o no en España y de los cuales 50.249 si lo eran. La diferencia entre los españoles que emigraron y los que volvieron a España deja un balance negativo de 37.507 personas.

En resumidas cuentas, la emigración en España decreció en 2014 con respecto al año anterior en un 23%, siendo 409.343 las personas que abandonan el país mientras que van a ser 307.034 las que se establezcan en nuestro suelo, dando un saldo negativo de 102.309 durante el año 2014.

Existe una lucha entre partidos políticos, el PP en el poder, empeñado en minimizar el porcentaje de españoles emigrados por cuestiones económicas y la oposición por mostrar los datos más catastróficos posibles para denostar la acción del gobierno.

Sin embargo y pese a toda la información que muestran tanto el INE como el PERE, los distintos partidos políticos y muchos investigadores, la marea granate con el apoyo de sociólogos y demógrafos, han constatado que las cifras oficiales están manipuladas y el número de emigrantes españoles es muy superior al que desde el gobierno nos indican. Aún así, aunque se han realizado estudios demostrativos en varios países, en los que se demuestra que los datos que arroja el PERE o el INE no coinciden con la realidad, dan varios motivos por los que fallan esos estudios, uno de ellos el simple dato de que los emigrantes españoles en su mayoría no se dan de alta en las embajadas de destino, lo que queda demostrado en varios países. También ofrecen datos de regreso de emigrantes españoles que serían jubilados españoles que vuelven a nuestro país mientras que los jóvenes que necesitan un trabajo deben permanecer en el extranjero. La conclusión puede ser, la dificultad de cuantificar el análisis y los datos correctos de esta emigración de jóvenes españoles en el contexto de una crisis profunda en la que el paro juvenil tiene niveles cercanos al 60%.

La cifra de extranjeros en España en 1986 era insignificante,  241.971 personas, aún así, la tónica general del principio será la de crecimiento, aunque en principio un poco más lento, hasta mediados de los noventa que comienza a crecer más rápido, convirtiéndose en un fenómeno migratorio muy pronunciado desde el año 2000 hasta el año 2010 a partir del cual comienza el descenso, perdiendo más de 700.000 habitantes hasta enero de 2014. Sólo en ese último año se fueron de España 304.623 inmigrantes. En la actualidad, España cuenta con 4.747.734 extranjeros de dónde podemos hacer una diferenciación más entre extranjeros comunitarios con casi dos millones de personas y extracomunitarios con algo más de dos millones setecientas mil personas.

Este hecho ha influido también en la reducción de habitantes en nuestro país, por tercer año consecutivo, pasando de 46.818.216, hasta los 46.438.442 habitantes que tiene España a 1 de enero de 2016. Estos datos hay que atenderlos teniendo en cuenta que el saldo entre nacimientos y defunciones es positivo por lo que el crecimiento vegetativo también lo es, dejando claro que la pérdida de habitantes sólo puede ser por movimientos migratorios con saldo negativo. Esa es la forma en la que nuestro país pierde población desde el año 2011, tanto población extranjera establecida en España como población nacional joven en busca de empleo. 

En relación a la procedencia de la inmigración en España, la inmensa mayoría procede de nuestras antiguas colonias en Suramérica con más de un millón y medio de personas, seguido a distancia, con casi 900.000 personas procedentes de los países ricos de Europa Occidental y algo más de 700.000 procedentes de la Europa del Este y poco más de 600.000 de África del Norte. A pesar de la notoriedad y el drama que supone el hecho de la llegada de pateras a nuestras costas cargadas de subsaharianos en pésimas condiciones y los que mueren trágicamente en el trayecto o las últimas acumulaciones de inmigrantes en las vallas de Ceuta y Melilla esperando el momento de saltarlas y acceder así a nuestro país, el número de subsaharianos asciende a 170.000 y los procedentes de Oriente Próximo unos 18.000.

Por nacionalidades, los más numerosos son los rumanos con casi 800.000 inmigrantes de esa nacionalidad, seguidos de cerca por los marroquís con 774.000 y ya a gran distancia por británicos con 300.000 personas.

La población española ha continuado creciendo hasta diciembre de 2011. Las cifras de población de 1 de enero de 2012 es la más alta de la historia de España, 46.818.216 habitantes. En la década de los noventa, la población española aumentó alrededor de un millón de personas, básicamente gracias al crecimiento vegetativo de la sociedad y en los últimos años, gracias a la inmigración. A partir, del año 2000 en el que España alcanza la cifra de 40.499.791 habitantes va a comenzar el crecimiento espectacular de la población española, gracias al fenómeno de la inmigración. En esa fecha España no llegaba al millón de extranjeros, mientras que a lo largo de la década va a llegar a casi los siete millones de extranjeros hasta que en el 2011 se alcanzara su cenit y comenzara el descenso.
Del mismo modo que la crisis de 1973 afectó a los emigrantes españoles dando por terminado un ciclo económico expansivo en Europa y por ende, el fin de la emigración española en el periodo; la crisis económica actual, a estas alturas ya bastante persistente, ha hecho que finalice la inmigración en nuestro país y que incluso se haya iniciado un nuevo proceso migratorio que afecta a los inmigrantes que abandonan nuestro país y a los jóvenes nacionales que por falta de expectativas laborales deben abandonar España en busca de trabajo.

Por comunidades autónomas, las que pierden más habitantes con destino a otros países durante el año 2014 han sido la Comunidad de Madrid con 37.789 emigrantes, seguido muy de cerca por Cataluña con 37.669 emigrantes y Comunidad Valenciana con 18.849 emigrantes. Son datos que se vienen repitiendo, durante el año 2013 Madrid perdía 83.835 y Cataluña 77.873. En la actualidad además de personas con cualificación profesional y universitarios, los emigrantes españoles actuales son mayoritariamente de las zonas más desarrolladas económicamente del país. Además, es en estas zonas donde también se habían instalado principalmente los inmigrantes que acudían en busca de empleo y que ahora vuelven a sus países de origen o se desplazan a lugares con mayor dinamismo económico y posibilidades laborales.

En el periodo emigratorio español de los cincuenta hasta mediados de los setenta las zonas emisoras principales eran Andalucía con 356.885 emigrantes en todo el periodo, y Galicia con 386.695 que alcanzan casi el 50% del total, seguidos a gran distancia por Castilla y León, Madrid y Comunidad Valenciana, mientras que los principales destinos eran Alemania y Suiza. (datos Tomás Franco).

Como hemos podido ver, son importantes las diferencias tanto internas como externas que se pueden observar en ambos periodos, aunque también hay coincidencias entre los dos tipos de movimientos migratorios, en ambos casos, son mayoritariamente por motivos económicos. Los inmigrantes que llegaron a España en masa desde el año 2000 lo hicieron por las expectativas laborales en la construcción y el turismo de la misma forma que los españoles que emigraron a Europa a partir de los años cincuenta lo hicieron atraídos por el desarrollo económico europeo tras la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos, las causas internas son la pobreza, la falta de expectativas laborales, etc.

Los países emisores de los años 2000 a 2011 eran países pobres con población joven que buscaba un futuro laboral y social más favorable, de la misma forma que lo hicieron los españoles a partir de los años cincuenta hasta la crisis de 1973. En el caso de España y la inmigración masiva de esos años, existe también una inmigración de países ricos, esta si que sería algo muy diferenciado de la emigración española a Europa, especialmente del norte y centro de Europa buscando el clima cálido de nuestras costas, especialmente del Levante y los dos archipiélagos.

INE

José Luis Romero Carretero.


miércoles, 11 de febrero de 2015

A vueltas con la Transición.

Algunas cuestiones sobre un libro que he leído recientemente:

“MEMORIA Y OLVIDO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA” 
de Paloma Aguilar Fernández.



La autora cree que el pasado no es inmutable y puede ser creado y recreado, siendo la actualidad la que hace a la sociedad fijarse en un momento u otro de la Historia. El control del pasado es crucial para conseguir la legitimidad del presente.

En la transición se llega al acuerdo de la responsabilidad compartida en la Guerra Civil y sus atrocidades, “locura colectiva”. Nunca más un drama semejante y a eso deben contribuir partidos políticos, sindicatos, empresarios y banqueros, “reconciliación nacional”.

El libro señala un “silencio deliberado sobre el pasado reciente y una obsesión sin límites por la paz y la estabilidad. Se trata de un recuerdo dramático, aunque la mayoría no vivió la Guerra Civil, se trataría de una memoria heredada. El libro hace también un análisis del discurso político acerca de la Guerra Civil.

En la transición se llegó a un acuerdo tácito entre las élites para silenciar el pasado que provocaba inseguridad en los ciudadanos y se temía por los viejos rencores todavía muy vivos. Cada persona tiene sus propios recuerdos (propios o de familia) y su propia versión de la historia y esto podría ser utilizado como arma arrojadiza por unos y otros.

Durante el primer capítulo, se analizan de forma general, colectiva, heredada, las memorias de la sociedad y las memorias oficiales por contraposición a la historia que da cuenta del pasado a través de la investigación profesional en las fuentes.

Aún así, la memoria cumple su función, acercando así a los miembros de cada generación que han compartido espacio y tiempo. Las memorias ajenas ayudan a completar la memoria individual.

El libro también analiza el presentismo o la reconstrucción del pasado en función de los intereses políticos del presente, el taxidermismo y finalmente el olvido que en el caso concreto que nos ocupa fue suscrito sin el perdón ni la conciliación sino por la amnesia y el deseo de paz, siguiendo fielmente la tesis defendida por Nietzche.

También nos dice en este primer capítulo que el aprendizaje político y la modificación de los ideales son posibles, así como que ciertas ceremonias y monumentos influyen en la creación de la memoria colectiva, la cual queda completamente impresa por la transmisión de instituciones como la familia, el colegio, el Estado y la Iglesia.

El régimen franquista se preocupó de transmitir el miedo a una nueva contienda y pretendió dar legitimidad a su existencia, más que por el hecho en sí de su origen, por la propia gestión, aunque como dijera Tusell, no se tratará de un régimen totalitarios, entendido éste como un estado omnipresente, aunque si que fueron sus pretensiones iniciales, los acontecimientos internacionales posteriores, aunque los acontecimientos internacionales posteriores, la derrota del eje en la II Guerra Mundial, lo convirtiesen en un régimen autoritario, con una fractura en principio débil pero que se fue acentuando, especialmente a partir de los años sesenta en que el control sobre la producción cultural y en la Universidad se irá reduciendo y aparecerá una brecha. De tal forma que en el momento de la transición, además de la memoria oficial de la Guerra Civil, también existía otra memoria tangencialmente contraria, por lo que en los primeros momentos se temió por el enfrentamiento.

Lo cierto es que finalmente, la paz y la prosperidad se convirtieron en el principal elemento legitimador del régimen franquista, siendo sus fuentes principales de propaganda el NO-DO y los libros de texto en las escuelas, realizando la autora un estudio exhaustivo de ambos para constatar la certificación de la evolución de la visión heroica de la Guerra Civil y la legitimidad de origen, hasta la nueva versión oficial de la legitimidad por la gestión.

Los edificios simbólicos del franquismo como el Valle de los Caídos o el Arco de Triunfo, tampoco sirvieron como elementos para la unión sino para la glorificación del régimen, aunque éste debió modificar su simbología fascista al terminar la II Guerra Mundial.

La dura represión que siguió a la Guerra Civil se fue moderando con el paso del tiempo aunque el recuerdo de la contienda siempre estaría en la mente de los vencedores y no permitirían la menor desviación política ni social. Aún así el régimen mostraba cierta moderación, obligada por los acontecimientos internacionales y más tarde, pasadas dos décadas del inicio del franquismo, aparecerá una tendencia reconciliadora aunque no fuera muy convincente, ni tampoco muy sincera. El mismo Fraga lo refleja a la altura de 1973, argumentando la legitimidad del régimen en la paz, una paz que a su juicio llegó por la victoria merecida de los sublevados en la Guerra Civil y la justificación de ésta y del origen del régimen franquista. Algunos personajes influyentes del falangismo, como Ridruejo si que evolucionaron hacia posiciones democráticas y claramente antifranquistas. En cualquier caso, el régimen franquista estuvo muy lejos de reintegrar a los perdedores en la Guerra Civil lo que habría permitido el pluralismo político y se hubiera corrido el riesgo de volver a un sistema democrático que estaba precisamente en el origen del alzamiento militar de junio de 1936.

Paloma Aguilar defiende que las transformaciones sociales, la paz y la estabilidad, además del crecimiento de las clases medias nacidas gracias al franquismo, será de suma importancia para llevar a cabo el proceso de transición lo que va a dejar sin protagonismo alguno a los vencidos en la Guerra Civil Española.

Las transformaciones sociales que se produjeron en el franquismo, aunque de forma demasiado lenta, fueron decisivas para realizar una transición pacífica. Los años sesenta fueron decisivos en la transformación definitiva de España que pasó a ser, de un país agrícola, a ser un país industrializado y urbanizado en el que los tecnócratas impusieron el capitalismo y el liberalismo económico de una forma progresiva. De esta forma, la España de 1975 no es la de los años treinta, el éxodo rural y los cambios producidos hacen que los pequeños y medianos agricultores no sean movilizables a las viejas consignas conservadoras e incluso la Iglesia está con el cambio y tiene una actitud favorable, contrariamente a lo ocurrido durante la II República.

De la misma forma, el movimiento obrero había cambiado mucho, la CNT perdió el protagonismo que había tenido en el mundo obrero desde finales del siglo XIX, manteniéndose en la clandestinidad y reducido al mínimo el sindicato UGT.

La OSE fue el único sindicato legal en España desde el final de la contienda civil hasta 1976. Toda la acción sindical va a estar desarrollada por "el movimiento" desde la aplicación de la Ley de Unión Sindical de 1940.

Así, trabajadores y empresarios se mantenían en una unión que estaba en sintonía con la negación de la lucha de clases y apoyo mutuo entre todas ellas, desapareciendo las antiguas organizaciones sindicales como UGT y CNT que pasaban a la clandestinidad. Aún así, el régimen iba a permitir un mínimo de actuación a los antiguos sindicalistas y a otros pertenecientes a las distintas familias del régimen dentro de los sindicatos oficiales.

De este modo iba a existir cierto margen a la disidencia desde el principio, especialmente los relacionados con el catolicismo social, como los sindicatos agrarios católicos, etc. Dentro de ese entramado van a aparecer los primeros "antiguos sindicalistas" actuando dentro del Sindicato Vertical aunque su posición era precaria y sus peticiones nulas.

A comienzos de los sesenta también aparecieron grupos de oposición sindical basada en el obrerismo católico y desde donde pudieron trabajar antiguos miembros de la CNT y de la UGT a la vez que aparecían algunos grupos aconfesionales como USO o La JOC que tenía implantación obrera internacional y ahora España pertenecía desde mediados de los cincuenta a organizaciones internacionales como la OIT como consecuencia de la
aparición de la Guerra Fría y la parcial aceptación del franquismo en organismos internacionales.

Por otra parte, algunos partidos comunistas de la Europa Occidental dieron origen a lo que llamarían “eurocomunismo” que aceptaba la democracia liberal y se alejaba de la III Internacional Socialista, lo que sin duda sería favorable para que posteriormente, en la semana santa de 1978, Adolfo Suárez legalizara el PCE con la opinión contraria del Ejército y del franquismo sociológico.

El  caso de los nacionalismos había sido igualmente reprimido con dureza en favor de un estado unitario, destruyendo la concepción autonomista del periodo republicano.

El nacimiento del nacionalismo radical vasco y el grupo terrorista ETA durante los sesenta luchará contra el Estado y serán a su vez reprimidos por éste.

Durante la transición, la banda terrorista ETA llevará a cabo algunos de sus atentados más sangriento. Las muertes producidas por estos atentados y las que provocaban los grupos de ultraderecha y la policía era lo más parecido que podía verse con respecto a los momentos de más violencia durante el periodo republicano.

También era completamente distinta la situación internacional con respecto a los años treinta. La democracia republicana llegó justo en el momento de crisis económica posterior al Krack de la bolsa de Nueva York en 1929 y el auge de los totalitarismos fascista y comunista.

La situación era bien distinta, el escenario era el de la “guerra fría” que era el que finalmente había dado alas y había confirmado la dictadura franquista por su anticomunismo manifiesto. Tanto EEUU con las bases militares desde los cincuenta con la Europa Occidental van a apoyar y fomentar la restitución democrática en España.

Muchos habían sido los cambios que se habían producido con respecto a los años treinta, pero principalmente dos van a jugar un papel determinante para que no se reprodujera una guerra civil. El primer motivo es el contexto económico, político y social completamente diferentes como ya se ha expuesto y proclive a algunos cambios, de la misma forma que una postura individualista dominante de nuestra sociedad y el miedo a que se repitiesen los mismos supuestos errores que en la década de los treinta, llevó a evitar por todos los medios que se pudiera actuar de forma parecida, lo cual no dejaba de legitimar en cierta medida el régimen franquista. Esta memoria histórica va a ser la que va a predominar en el pensamiento de los españoles.

Dentro del nuevo diseño institucional se tuvo muy en cuenta que no se asociase el nuevo periodo democrático con el periodo democrático republicano. Para ello, se tuvo en cuenta la inclusión de una monarquía moderadora, cosa que parecía fácil ya que el mismo Franco había señalado como sucesor a título de rey a Juan Carlos desde 1969 y así fue como ocurrió tras la muerte del dictador. Sin embargo, Juan Carlos, aunque de forma lenta, emprendió un camino hacia la democracia que inició con la Ley de Reforma Política.

Todos tuvieron que renunciar a parte de sus peticiones en favor del consenso, mientras que la prensa suavizaba todo recuerdo de la Guerra Civil. En cualquier caso, el miedo a la repetición de la guerra y el deseo de paz estaba en todos los actores políticos y en la propia sociedad española.

La autora tiene una visión oficialista sobre el periodo de la transición justificado por la voluntad de consenso y paz, ofreciendo a la Corona como un actor principal del escenario, junto con las instituciones del Estado y el llamado “franquismo sociológico”.

Por otra parte, el libro realiza un acertado estudio sobre la memoria y el aprendizaje, la influencia que los estados totalitarios y autoritarios pretenden realizar sobre éstos y obtiene como conclusión, que finalmente, gracias a la democracia, las memorias de los pueblos renacen. En este último caso, no estoy convencido de esa afirmación, la democracia como sistema político defiende sus propias ideas y su propia existencia, manipulando igualmente el aprendizaje a través de la educación, los medios de comunicación, etc., y creando su propia memoria. Es posible que sus métodos sean menos groseros pero lo que es seguro es que sus resultados son más satisfactorios.

Las figuras políticas de primer orden del franquismo, no fueron los responsables de la Transición pero sí que llevaron a cabo una actividad política muy importante marcando los límites y sobre todo defendiendo sus criterios, como afirma Paloma Aguilar, una parte importante del franquismo no estaba dispuesta a renunciar al franquismo y a la victoria en la Guerra Civil.

Con respecto a los cambios producidos durante los setenta, una personalidad tan autorizada como era Fernández de la Mora, señala tres razones poderosas para acabar con lo que él y el resto de la derecha creían un Estado perfecto, refiriéndose a la dictadura de Franco. Estás razones serían, primero, la intervención extranjera, según su criterio, el resto de naciones necesitarían una España debilitada. También condenaría el resentimiento de los perdedores en la guerra civil y por último, las rencillas, frustraciones y ambición de poder de muchos de estos políticos procedentes del franquismo que no habrían podido conseguir sus aspiraciones dentro de la dictadura.

Estos políticos, no tenían ningún interés en destruir las instituciones del  régimen franquista ya que formaban grupos de élites o partidos distintos con intereses comunes que pretendían constituir una gran alianza de derechas. Nunca serían rupturistas, pretendían el continuismo político con pequeños cambios no estructurales, sin tocar el fondo de los principios del “Movimiento”. Sin embargo, forzados por las relaciones internacionales, un nuevo grupo de franquistas de segundo orden fueron los llamados a formar parte de ese suceso histórico que fue la Transición.

 La muerte del general Franco el 20 de noviembre de 1975 y la proclamación de Juan Carlos I como rey de España siguiendo el nombramiento hecho por el dictador en 1969 por el que además se saltaban los derechos dinásticos que aún conservaba el padre del rey, Juan de Borbón, va a suponer el inicio de ese periodo que se ha bautizado como “transición”.

La proclamación de Juan Carlos fue posible gracias a la Ley de Sucesión de 1947 y a la designación de éste a título de rey como sucesor por el mismo Franco. Se trataba de dar continuidad al franquismo y a sus instituciones y en ello estaban todos los jerarcas del régimen y gran parte de la clase media o “franquismo sociológico” que parece ser que fueron fundamentales para la consecución de la Ley Orgánica del Estado en 1967 y era hasta donde en principio estaban dispuestos a abrir el régimen franquista y  su “democracia orgánica” los partidos que se formaron para defender las instituciones franquistas que luego crearían Alianza Popular.

Sin embargo, la monarquía de Juan Carlos I que aceptó la legitimidad procedente del régimen que naciera tras el levantamiento militar del 17 de julio de 1936 avanzaría hasta conseguir una democracia que aunque dirigida por los resortes del poder, llegaría a ser reconocida internacionalmente.

El 22 de noviembre era proclamado rey Juan Carlos I, aunque no recayesen en él todos los poderes que acumulaba el dictador. Aún así, con respecto a su país era el rey con más poder en Europa. Con la muerte de Franco entró en vigor la división de poderes prevista por el dictador y que a la postre era lo que él concebía como apertura del régimen. Estas instituciones mantenían un equilibrio de poderes que debía garantizar el mantenimiento del régimen aunque con cierto grado de aperturismo y desde luego ya desprovisto de la acumulación de poderes en la figura de un dictador. Las instituciones al cargo de la continuidad serían la monarquía con Juan Carlos I como jefe de estado, el Gobierno y su presidente, el Consejo del Reino y las Cortes. De esta manera el monarca no disponía de los mismos poderes que Franco y sus decisiones debían ser aprobadas por una de las otras instituciones. El mismo día 22, durante el primer mensaje de la Corona el rey daba esperanzas cuando decía que su intención era reinar para todos los españoles. Sin embargo, en un principio nada cambió y el nuevo gobierno que se formaba con Arias Navarro como presidente ratificado en el cargo, pretendía una continuidad del sistema vigente y no un cambio institucional, menos aún, iniciar un camino hacia la democracia como en la actualidad es visto por buena parte de la sociedad.

Las fuerzas de la derecha pretendían un continuismo del régimen con mínimas concesiones, mientras que la izquierda en ese momento era partidaria de una ruptura. Varios ministros y personajes de primera fila del gobierno Arias Navarro formarían las primeras asociaciones políticas de la derecha para defender sus intereses. Juan Carlos rechazó en este primer momento tanto la ruptura como abrir un periodo de transición aperturista. Mientras tanto, la sociedad pedía libertades y la policía actuaba de idéntica manera que durante la dictadura, así tuvieron lugar en marzo de 1976 los “sucesos de Vitoria” en los que en una jornada de huelga la policía asesinó a cinco huelguistas e hirió de bala a otros 150.

La incapacidad de Arias Navarro en el gobierno le llevaría a pedir su dimisión el 1 de julio de 1976. Inmediatamente, Juan Carlos nombraría como jefe de estado y contra todo pronóstico a Adolfo Suárez, un personaje de segunda fila dentro del franquismo, que fue escalando puestos bajo la protección de Herrero Tejedor. Los líderes mejor situados menospreciaron este ascenso a la jefatura del estado por razones arbitrarias puesto que ellos consideraban que había que escalar puestos dentro de las instituciones por razones meritorias. Así Fraga y Areilza eran las personas mejor situadas para haber obtenido ese puesto llevándose una gran decepción que en el caso de Fraga le acompañaría toda su vida. Sería lo que José María Velo de Antelo definiera muy gráficamente: “Era vergonzoso ver como consejeros nacionales, procuradores en Cortes y <franquistas de toda la vida>, corrían para no perder el tren de lo que suponían se avecinaba. La desfachatez con que se manifestaban daba lástima. No tenían vergüenza.”

La defensa que realiza la autora de la figura de Juan Carlos, es oficialista y completamente fuera de la realidad. Como ella misma reconoce, el protagonismo del rey ha sido exagerado, si bien lo que realmente ocurrió, después de un primer momento de intento de continuidad del régimen, no olvidemos que Juan Carlos juró las Leyes Fundamentales del franquismo y es el “legítimo” heredero de Franco, además de haber defendido públicamente la figura y la obra de éste. Juan Carlos, sencillamente seguía la dirección del viento y se aseguraba un futuro muy prometedor para él y su familia.

La tan alabada transición hacia la democracia no fue un camino de rosas ni tampoco llegaron las libertades y la democracia de la noche a la mañana. Por el contrario, el gobierno Arias Navarro mantenía intactas las fuerzas represivas del régimen franquista mientras que muchos políticos que ocuparan primeros puestos dentro de la dictadura aparecían unos como reformistas y otros como aperturistas y “demócratas de toda la vida”. De hecho, no habría cambio alguno durante los primeros ocho meses de vida de la monarquía, sólo continuismo que parecía que iba a ser la tónica general  dado que Juan Carlos había jurado las Leyes Fundamentales del franquismo y había mostrado respeto y gratitud a la figura de Franco durante su proclamación como rey el día 22 de noviembre de 1975.

Las primeras elecciones democráticas llegarían un año y medio después de la muerte de Franco, el 15 de junio de 1977, en las que saldría vencedor el partido oficial, el partido respaldado por el rey y por los reformistas seguidos por el PSOE. La opción continuista parecía haber fracasado ante la oficialista que había optado claramente por dar al régimen un aspecto democrático que convenciera a la comunidad internacional y definitivamente, España volviera a las instituciones internacionales.   Todavía habría que esperar más para dotarnos de una Constitución, hasta diciembre de 1978, tres años después de la muerte del dictador y con el voto en contra de algunos diputados de Alianza Popular que no querían una España con partidos políticos, menos aún la legalización del PCE que se había producido en la Semana Santa de 1977 después de los atentados de Atocha en los que un grupo de ultraderecha asesinaba a tiros el día 24 de enero del mismo año en un bufete de abogados laboralistas a cinco personas, dejando a otras cuatro heridas. La nueva monarquía parlamentaria sería posible gracias a los pactos realizados entre el PSOE y UCD y también en parte y en contra de sus propias convicciones de Alianza Popular y del PCE. El PSOE ya había sido desprovisto de parte de su ideología, incluido el marxismo, en el congreso de Suresnes y Felipe González, su nuevo líder tenía gran conexión con la socialdemocracia alemana, a la vez que era apoyado internacionalmente por esa opción política. También hay que tener en cuenta el poco protagonismo que se dio al exilio español, siendo los socialistas del interior los protagonistas de la transición.

Existían tres tendencias claras dentro de la derecha española durante el tardofranquismo y la Transición, mientras que Fraga desarrollaba su “teoría del centro”.

Por un lado estaban los inmovilistas que pretendían que todo siguiera igual con la muerte del dictador, en este grupo estaban FET de las JONS y demás secciones del falangismo y más tarde se organizarían en Fuerza Nueva todos los que pretendían un continuismo político basado en los principios fundamentales del franquismo.

Los partidarios de una tímida apertura o una evolución lenta desde las Leyes Fundamentales se organizaron en asociaciones políticas que luego constituirían partidos políticos y que se unirían finalmente para crear Alianza Popular.

Por último, estaban los rupturistas, personalizados en el partido del gobierno, la UCD de Suárez y que tenían como objetivo la consecución de un régimen democrático de corte occidental para España y que a la postre, serán quienes tuvieran más éxito, superando la presión del “franquismo sociológico” y sobre todo del “ruido de sables” que amenazaba desde los cuarteles. Esta dirección fue elegida, principalmente por la presión internacional que obligaría al monarca y al gobierno hacia el rupturismo político con la dictadura y la creación de una Constitución democrática y un régimen que garantizase la libertad, el liberalismo y la democracia pero siempre dirigido desde el gobierno y aceptando las prerrogativas de los generales.

Dentro del llamado franquismo sociológico, la propaganda oficial había calado hondo y se había creado una memoria colectiva sobre la II República y su teórica inclinación hacia la izquierda, en el Pacto de San Sebastián había personajes de centro y de la derecha española, en el proceso de cortes constituyentes estaban presentes tanto Miguel Maura, nada sospechoso de coquetear con la izquierda, como Niceto Alcalá Zamora que además sería nombrado presidente. La Constitución de 1931 era una constitución de corte burgués-liberal parecida a las de otros países democráticos del entorno europeo, los partidos y las elecciones democráticas funcionaban sin problema alguno, con alternancia en el poder. En 1933 ganó las elecciones la CEDA y gobernó el país una coalición de derechas entre los radicales de Lerroux y ese partido de la derecha católica española. Por esas razones, la Constitución de 1931 no se parece a las constituciones del siglo XIX impuestas por los partidos dominantes en cada momento como asegura Paloma Aguilar.

La violencia por la que se criticaba a la II República no había sido mayor que en los países de nuestro entorno y en buena medida estaba creada por una derecha que no aceptó de buen grado la llegada de un sistema democrático a nuestro país en el año 1931. Por otra parte, el consenso por el cual la izquierda renunciaba a su “pasado violento” ha traído como estamos viendo en la actualidad, gracias a las frustraciones ocasionadas por esa renuncia en pos de la paz y la libertad propuestas en la transición, el hecho de que la derecha se niegue a reconocer los casos objetivos de violencia ocasionada por el “terror blanco” una vez iniciada la Guerra Civil que esa misma derecha llevó a cabo a través de buena parte del ejército, quedando impunes los asesinatos de más de 150.000 personas en retaguardia. Todos esos crímenes llevados a cabo por la autoridad militar, fueron ocultados, olvidados o perdonados en ese momento de la transición, igualándolos a los cometidos por el “terror rojo” que no alcanzarían las 50.000 ejecuciones y que además no estaban ordenadas por las autoridades republicanas sino que vendrían en su mayoría como réplica a ese violento levantamiento militar contra la democracia republicana.

Se trata de una buena obra que refleja perfectamente la actitud de las instituciones, medios de comunicación y sociedad española en el momento de la transición con respecto al recuerdo de la Guerra Civil española.

El libro matiza diferencias importantes entre las distintas memorias, aprendizaje, etc., y su repercusión en un momento tan importante como el de la transición, poniendo ejemplos de otras latitudes y regímenes distintos y describe un acertado marco de la sociedad, cultura y política de los años setenta perdiéndose un poco en lo que respecta a esa memoria que los españoles tenían sobre la II República y la Guerra Civil.

Aún acertando en muchas de sus conclusiones, comete el error de caer en la tentación de la mayoría de textos que aluden a este periodo histórico de destacar la figura del rey y de deslegitimar la democracia republicana.

Con el paso del tiempo, la sociedad española acaba de descubrir, por culpa de la crisis económica que el proceso de transición no había cerrado una herida y que tan sólo fue un “parche” para que el proceso de cambio político no fuera violento, con las traiciones de los representantes de la izquierda, tanto en el PSOE del interior de España, como, sobre todo por las élites del PCE, en especial de Santiago Carrillo.







José Luis Romero Carretero.